“La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga” es una frase de Alfredo Zitarrosa que aparece en la presentación de "Crece desde el pie", incluida en Los archivos inéditos de Alfredo Zitarrosa, el proyecto discográfico que la revista Posdata editó en 1998. Años después, en 2007, el colectivo Bajofondo incluyó en su segundo disco, Mar dulce, una composición llamada “Zitarrosa” que, entre samples y scratches, repite como un mantra aquella sentencia del cantor con voz de otro.
El autor de esa pieza es Juan Campodónico, miembro fundador del colectivo electrotanguero y corresponsable junto al músico y periodista Andrés Torrón –es autor del libro 111 discos uruguayos y colaborador de este medio– de la muestra multimedia que inauguró el pasado 5 de octubre en la sala de exposiciones del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra del Sodre: La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga - 11 artistas que marcaron la música uruguaya.
La propuesta pretende ser una aproximación a los géneros que se mencionan a través de la puesta en valor de once referentes: Alberto Mastra, Pedro Ferreira, Romeo Gavioli, Amalia de la Vega, Lágrima Ríos, Alfredo Zitarrosa, Manolo Guardia, Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso, Ruben Rada y Jaime Roos. Y aunque cada uno podrá armar su propio cuadro, como en el fútbol, los once seleccionados merecen el destaque.
Según Torrón, la clave está en que cada uno fue pionero en lo suyo y que en sus obras se ve reflejada la relación entre esta “santísima trinidad”. “La cantidad de artistas de Uruguay es infinita y en un lugar había que cortar. En este caso, eran artistas en cuyo trabajo se combinaban los distintos afluentes de estos géneros y eran muy relevantes”, dice Campodónico, al tiempo que deja abierta la puerta para futuras muestras que continúen esta senda. A propósito: esta sala de exposiciones inaugurada en 2019 es, por sus características y enclave, una vidriera ideal para este tipo de propuestas.
Desde el punto de vista musicológico es probable que la cita no sea del todo correcta: al menos no es tan lineal y ese tuco que llamamos música popular uruguaya contiene otros ingredientes, pero sirve, indudablemente, para hacer síntesis y marcar una dirección, además de la contundencia poética. Para los curadores, estos géneros están en la base de la identidad sonora del país y conectan la ciudad y el campo.
“Buscamos un título más ganchero, pero nos dimos cuenta de que esta frase es un contenido en sí misma”, dice Torrón. La frase expresa la genealogía de estos tres universos y aunque no sea tan simple su devenir, es indudable que los tres están relacionados, que tienen raíces africanas y que desde el punto de vista cronológico el candombe nació primero, después vino la milonga y luego el tango, concluye Campodónico sobre el enunciado que ahora cubre una pared del histórico edificio de Ciudad Vieja.
“Sabemos la narrativa exacta del rock, pero de esta música no”, agrega el músico del Peyote Asesino a la hora de avalar la iniciativa que surgió hace dos años en una charla con Adela Dubra, actual presidenta del Sodre, y agrega: “Mucha gente conoce el tema ‘El baile de los morenos’, aquel del ‘tucutú bambá, tucutú bambá’, pero pocos saben que es de Romeo Gavioli, el músico uruguayo más famoso de los 50. La música de Romeo Gavioli vive en la ciudad, vas a [la feria de] Tristán y la escuchás, pero no sabemos las historias”.
El recorrido inicia con once semblanzas acompañadas de un gran retrato de cada protagonista. En algunos casos aseguran que fue toda una empresa encontrar imágenes en la calidad adecuada, por ejemplo, la de Alberto Mastra, quien, nacido en 1909, es el más veterano del conjunto. A continuación, un minidocumental audiovisual se proyecta en loop sobre una gran pared blanca; en esta pieza elaborada para la ocasión participan todos los protagonistas vivos: Rada, Fattoruso y Roos –el más joven de la troupe–, además del guitarrista Hilario Pérez, “un personaje interesantísimo y también un poco olvidado” y Mathías, Guillermo y Wellington Silva, herederos de las lonjas de Cuareim. Vale la pena dedicarle tiempo a este registro que tiene valor en sí mismo, por el tenor de las entrevistas y de los conceptos reunidos; además se complementa con el otro contenido audiovisual del paseo, una sala donde se proyectan contenidos variados como videoclips, actuaciones en vivo y fragmentos de documentales de los artistas homenajeados.
El diseño expositivo estuvo a cargo del Estudio Blende y se luce, sobre todo, en la extensa línea de tiempo que con elegancia de frac destaca en el subsuelo de la sala. En esa banda los curadores ubican efemérides y otros datos vinculados a los once arietes seleccionados y otros jugadores destacados en la cancha del cancionero nacional. El calendario abarca el siglo XX y va desde el nacimiento de Mastra hasta la edición del álbum Candombe de Hugo Fattoruso y Grupo del Cuareim, en 1999, y recorre un centenar de hitos que dan cuenta del tejido sonoro que sostiene la premisa inicial.
Acompañando ese recorrido temporal se ubican cuatro vitrinas con verdaderas joyas. Manuscritos de Jaime Roos –“donde se pueden ver partes de letras que no están en las grabaciones”–, los tangos embotellados de Alberto Mastra, la guitarra de Alfredo Zitarrosa, el violín de Romeo Gavioli o la mítica carpeta azul de Eduardo Mateo, con sus papeles y garabatos. Si bien todo el recorrido tiene un valor museístico, en esta sección, en la caligrafía, los tachones, las marcas de uso de los instrumentos, el aura de los artistas adquiere notoria dimensión.
Como no podía ser de otra manera la exposición incluye una sala de escucha equipada y acondicionada para que la experiencia sea de extrema fidelidad. “Yo escuché cosas que no había escuchado”, resalta Campodónico, como la respiración de Mateo en “Quién te viera”. La lista que se puede disfrutar en este espacio suma 28 canciones, desde “Tamboriles” de Romeo Gavioli y su Orquesta Típica, hasta “Victoria Abaracón” de Jaime Roos. También aparecen “La solita” (Amalia de la Vega), “Biricunyamba” (Pedro Ferreira), “Palo y tamboril” (Manolo Guardia y su combo Candombero) o “Biafra” (Totem). “Buscamos que sonaran bien, pero sobre todo fiel al momento de la grabación”, señala Campodónico sobre la pesquisa que los llevó, entre otras peripecias, a encontrar un vinilo en excelente estado de Lágrima Ríos.
La milonga es hija del candombe así como el tango es hijo de la milonga. En el Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra (Sarandí 450) de lunes a viernes, de 11.00 a 17.00 hasta el 5 de abril. Entrada libre.