Es el penúltimo ensayo antes de su fecha más importante en Montevideo. Cuando terminen las tres horas reservadas de una sala de la calle Ejido, alguien tendrá que desarmar una cuantiosa maquinaria y cientos de cables enredados, en una escenografía más parecida a la de un laboratorio científico que a la de una banda de músicos.
Agustín Zeballos, de short veraniego y calzado deportivo, será el último en irse. Lo más pesado que lleva en su portafolio se llama Las legiones malditas, un ladrillo de 864 páginas y segunda parte de una trilogía que el escritor español Santiago Posteguillo comenzó con Africanus. El hijo del cónsul para contar noveladamente las aventuras del militar romano Escipión. El libro incluye vistosos y verídicos mapas y un detallado glosario que Agustín, un voraz lector y fanático de la serie Games of Thrones, destaca como particular hallazgo de la publicación.
“Me re gusta la historia”, admite el músico de 22 años, que hasta no hace mucho vivía de batalla en batalla con amigos y conocidos fanáticos del rap, en esquinas o en cualquier competencia de freestyle que se le pusiera por el camino. En 2018 su nombre –ahora sólo Zeballos– comenzó a sonar como una atracción para no perderse. En La Dark, la competencia más popular de todas las uruguayas, sus consecutivas hazañas le dieron fama y prestigio, al punto del retiro casi definitivo de los consagrados.
Sus colegas –los más viejos, los más jóvenes, los que aparecen en el video de su canción “Yin yan” junto a su socio Mili Milanss– festejan con las manos en alto las victorias extranjeras del poeta, apreciado como fiel y respetuoso representante de todo el colectivo uruguayo, también en España y a lo largo de Argentina.
“No soy universitario, pero tengo tres discazos en la espalda con más verdad que tu tesis”, rapea Agustín sobre un beat de hip hop clásico. Su LP más nuevo, producido por Bruno Cammá (Dostrescinco), salió este año y se llama Warp 5. Canciones como “Lealtad” y “Sin escalas” tendrán un lugar de privilegio en la lista del show de este sábado en el Teatro de Verano, aunque en la mente de Agustín ya están rondando las de su próximo disco: “Tengo ganas de hacer algo más conceptual, me gustaría dedicar mi año por completo a eso”, dice convencido mientras repiquetea con sus dedos su lado en una mesa de la cantina, un sonido que queda en la grabación, a galope de sus frases y de principio a fin de esta entrevista.
¿Tenés algún momento preferido para leer?
Puede ser cualquiera. Mismo antes de subirme al escenario. En los ratos muertos siempre tengo un libro a la mano. No me gusta quedarme quieto. Si no estoy leyendo, estoy viendo una serie o jugando a la Play, o lo que sea, pero algo estoy haciendo. Si voy de viaje me llevo dos libros y muchas gorras.
¿Sos lector desde hace mucho?
Sí, siempre me dormí leyendo. No tenía tele en casa. Lo primero con que me enganché fueron las historietas de Astérix y Obélix, las leí todas. Después, las típicas cosas que leés de chico, como historias de detectives. Un poco después me acuerdo de una trilogía de Isabel Allende, Las memorias del águila y el jaguar. Los libros eran La ciudad de las bestias, El reino del dragón de oro y El bosque de los pigmeos. Cada vez que paso por una librería me tiento, y si puedo me llevo algo.
¿Tuviste algún fanatismo?
En mi adolescencia era muy fan de Dan Brown. De hecho, tengo una frase tatuada que es de un libro de él, que dice “Nada es más creativo, ni más destructivo que una mente brillante con un propósito”.
Además de tus canciones, ¿tenés cosas escritas con otro fin?
Más que escribir libros, me gustaría abrir una editorial para publicar libros de otra gente. Es una idea que tengo desde hace tiempo.
Te fuiste a vivir con un amigo a los 18 y te mudaste varias veces. ¿Ahora tenés tele?
Sí, y me encantan las series. Miro todo. Así como leo un libro súper rápido, agarro una serie que me gusta y miro cinco temporadas en una semana y media.
¿Rapear es algo que te resulta fácil?
Creo que sí, lo hago desde que tengo ocho años. No sé si fácil es la palabra, pero siempre escribí un montón. A mí lo que me atrapó del rap fue la métrica, lo que podías hacer con las palabras me parecía re mágico.
¿Pensás que es un don o es que estudiaste mucho?
No creo mucho en el don natural. Me parece que tiene que ser algo que te guste mucho, lo suficiente como para aceptar que no sos bueno de una y para darte el tiempo de pulirlo. Eso de “esta es mi mejor versión” para mí no existe, siempre se puede seguir mejorando.
Ahora te dedicás a la música profesionalmente. ¿Hubo una etapa de mucho estudio?
Puedo reconocer un momento en el que atomizaba con el freestyle porque era lo único que me preocupaba. Ahora estoy aprendiendo cómo funciona la industria; la gente siempre es un enigma. Me sigo nutriendo de las cosas que me van pasando y ahora que estoy tocando con banda, estoy mucho más interesado en la musicalidad de las canciones. Digo: “Pah, estaría bueno que acá sonara una armónica, o un arreglo de vientos”. Creo que veo lo que hago como algo más global.
¿De dónde vienen las palabras?
No sé. De la música y de la experiencia. No siempre escribís de lo que te pasa en el presente. Me peleo con un amigo y escribo algo, o capaz que empieza a sonar un beat, o una guitarra que te hace acordar a un momento de tu vida y te ponés a escribir sobre eso. Me parece que es mucho más fácil analizar cómo te sentías o cómo te afectó algo después de haberlo vivido que en el momento en que te pasa. Eso se nota en las canciones de desamor que escribí en mi adolescencia. Ahora analizo aquellas situaciones y no las vivo con tanta intensidad como cuando las plasmé en la letra. Es como todo en la vida: después de que lo procesás te das cuenta de que no era para tanto.
¿El viaje que hiciste a España fue importante?
Sí, es como cruzar con mi música al otro lado del mundo. Yo nunca había ido. Visitar lugares donde hay construcciones de mil y pico de años te hace sentir minúsculo. Y la mezcla de culturas es increíble. Te encontrás con un restaurante chino y al lado otro marroquí, y en la misma cuadra te cruzás con gente hablando en 15 idiomas diferentes. Esa riqueza cultural me impactó mucho.
¿Fuiste fan del rap español?
Sí, muy fan. Lo escuché mucho de chico, tengo discos de artistas españoles tatuados, y ahora mismo estoy colaborando con esa misma gente, como Juancho Marqués. Es muy loco eso.
¿Qué sentís ahora cuando artistas más jóvenes te toman como referente?
Lo vivo como un ciclo. De la misma forma que yo me tatué la música de artistas españoles, ahora me encuentro con pibes que tienen tatuajes de Zeballos. Y lo que está bueno de eso es que acá en Uruguay tenemos un montón de raperos que andan volando y que son mucho mejores que yo. Es como que cada generación aprende de la anterior y continúa evolucionando el género.
¿Cómo definirías a La Dark?
Como una competencia de freestyle que representa como ninguna otra cosa lo que ha crecido la movida en estos años. Arrancó con diez anotados para participar y ahora llega con facilidad a los 250.
El Hotel del Prado es el lugar insignia.
Sí, antes se hacía en un árbol de por ahí cerca, pero empezó a venir tanta gente que se pasó para la escalinata del hotel.
Estás pensando en grabar un disco conceptual. ¿Cuál nombrarías de los que te gustan a vos?
El madrileño [de C Tangana] me parece una locura. Algo así me gustaría hacer, muy multigeneracional. Siento que hoy es muy difícil hacer música que sobreviva. Todo es muy pasajero. Me gustaría plasmar algo que sea atemporal. Ahora vamos a viajar a Colombia, Chile y México, y quiero poder absorber la música de esas culturas para que dialoguen con lo que hago.
Y acá en Uruguay, además de música de rap, ¿qué escuchás?
No soy muy de escuchar rock, pero siempre que voy a un show de No Te Va Gustar me parece una locura. Tienen muchos años de trayectoria y no paran de sacar hits, y los cantan los que tienen 12 como los que tienen 70. Llegar a eso es algo que pienso como una meta.
¿Quiénes son las personas en las que más te respaldás para llevar adelante tu carrera musical?
El Mili Milanss está en todo desde que arranqué. Grabé mi primer tema con él y a partir de ahí me habló para hacer mi primer disco. El Rolo [mánager] me agarró bastante chico. En ese momento yo estaba complicado con algunos contratos y el loco fue muy paciente conmigo y me ayudó en un montón de cosas que yo no hubiera hecho por mi cuenta. Todo lo que no tenga que ver con la música me embola, y de pendejo era peor. Mi actitud era: “Las pantallas y las luces me chupan un huevo, y si el beat suena bien o mal, no me importa, yo quiero rapear”.
El Dano [Ziontifik] dijo algo que me marcó mucho: si hacés algo que amás, como en mi caso pasa con la música, cuando llames a alguien para que te saque fotos tiene que ser una persona que ame sacar fotos, y si te juntás con alguien para que sea tu mánager, esa persona tiene que amar su trabajo de la misma forma en que vos amás hacer música. Siento que todos los integrantes de un equipo tienen que estar igual de comprometidos con el proyecto en el que se involucran.
¿Es cierto que te quisieron cambiar tu nombre artístico?
Sí, me lo tiraron como una idea. Igual que en algún momento me dijeron que en mis letras tenía que hablar de otras cosas.
En géneros como el tuyo la industria musical volvió a tener un lugar relevante y hoy define lo que se escucha más o lo que directamente no se escucha, ¿no?
Sí, obvio. Cuando más metido estás, cuanto más conocés quién se codea con quién, empieza a tener mucho más sentido en tu cabeza por qué tal cosa suena y otra no, por qué yo estoy en este festival o no estoy. Yo también soy parte de la industria y veo a gente que está mucho más pegada y gente que está en la misma posición que yo supe estar y que dice: “Ah, mirá dónde llegó el Zeballos”. Nunca hay que estresarse por el éxito ajeno, sea merecido o no, bajo tu criterio. Hay gente para que nos escuchen a todos, nunca le va a hacer mal a tu música que escuchen a otro. Eso me parece clave. Los pibes se frustran mucho. Dicen: “Esto que hago está buenísimo y lo que hace aquel es una mierda y está pegando”. Hay un montón de factores que influyen en que a un tema le vaya bien. A veces es difícil de entender, porque acá no hay muchos referentes del negocio. Recién ahora aparecieron algunos. Hay que entender que hay millones de personas haciendo esto y que además de talento, también necesitás un poco de suerte.
¿Qué sueños tenés?
No sé. Colaborar con gente de todos lados. Hacer música con un ruso, un alemán, un japonés. Y además de lo que hago con la música, me gustaría hacer otros viajes. Obvio que quiero ir a Roma y París, pero también Nigeria, Camboya; esas son culturas que me interesan muchísimo.
Tenés un águila tatuada en el cuello. ¿Qué significa?
Me gustan las águilas. En su momento me la hice por los guerreros águila de la cultura azteca. Si no habías nacido dentro de la nobleza, la única forma de ser admitido en ese mundo era convertirte en guerrero.
Zeballos en vivo. Sábado 21 a las 20.00 en el Teatro de Verano. Entras a $ 900 y $ 1.200 en Tickantel.