El viernes falleció la docente, periodista, divulgadora y gestora cultural María Julia Caamaño, quien se desempeñaba como presidenta del Centro Cultural de Música (CCM) y curadora del festival La Escena Vocal, según pudo confirmar la diaria. Desde sus roles impulsó la música clásica buscando, además de satisfacer a un público fiel, conquistar a nuevas generaciones.

“Yo creo que se vive en un mundo en donde todo es rápido, todo es estresante, estamos con el zapping, es un mundo que es intolerante, es un mundo muy agitado. Yo creo que la música clásica es como una especie de remanso, es un lugar que te ofrece otro tipo de experiencia”, decía en abril de este año a la diaria en ocasión de presentar una nueva temporada de conciertos del CCM, institución octogenaria que comandaba desde hacía una década.

Su entusiasmo por el arte se manifestaba en cada nota. “Hay mucha gente que hace meditación, hay mucha gente que se refugia en el budismo, en las filosofías orientales. Yo creo que es un lugar en donde tú abres tu sensibilidad, donde tú abres tu cabeza y te dejas penetrar por esa experiencia. Creo que por allí nosotros vamos a conseguir nuevas audiencias, porque creo que se necesita algo como eso. Yo siempre digo, los que amamos la música clásica o cualquier tipo de manifestación de las artes, los que en algún momento nos convertimos, somos como conversos, vamos a estas experiencias”, había agregado en esa charla.

Oriunda de Salto, donde tuvo lugar su sepelio el sábado a las 9.00, egresó del Instituto de Profesores Artigas en Cultura Musical y más adelante completó un Magíster con especialidad en canto en la Manhattan School of Music, de Nueva York. Ejerció el periodismo en diarios como El Día y El País, además de ser corresponsal de revistas internacionales de España y Argentina. Coordinó transmisiones radiales en vivo desde el Metropolitan Opera de Nueva York para América del Sur, además de conducir el programa En primera fila en la Radio Clásica del Sodre, institución de la que además fue directora artística.

En 2020 recibió la medalla Delmira Agustini que entrega el Ministerio de Educación y Cultura a quienes contribuyen de modo excepcional con la cultura y las artes. “Fue una sorpresa y lo tomé como un mimo al alma en un año muy difícil”, contó en aquella ocasión a Cognición. “Recibí el reconocimiento con humildad, pensando en tantas personas que podrían merecerlo, pero también muy agradecida y muy feliz”.

Durante esa entrevista habló del rol que le mereciera el reconocimiento. “Creo que los gestores culturales y los directores artísticos tenemos el gran desafío de poner el arte a disposición, con la mayor calidad posible, para tocar el alma de la gente. El arte es un disparador, porque nos abre horizontes, hace que queramos saber más, que queramos formarnos e informarnos, nos acerca a la belleza y nos interpela. Y tenemos que pensar el arte contemplando tanto a los creadores y a los artistas como a sus destinatarios”.

También destacó el rol de la docencia en su vida. “Siempre supe de la importancia, de la influencia en todo sentido que puede tener un docente de ese calibre, porque cuando yo regresaba a Salto –cuando vivían mi padre y mi madrastra lo hacía a menudo– me encontraba por la calle con personas que me hablaban de mis tías con cariño, con emoción, y me daba cuenta de la obra maravillosa que habían realizado”.

“Yo ejercí la docencia a través de la dirección coral y me consta que fue una experiencia que marcó profundamente a muchos de los chicos. En algunas entrevistas que me han hecho en la radio o en la televisión siempre aparece alguno del liceo 16 de Paso Molino o del 22 de La Teja, que llama o escribe recordando esos tiempos con nostalgia, y a mí también me quedaron recuerdos entrañables”.

A fines del pasado mes de julio, en ocasión del lanzamiento de una nueva edición de La Escena Vocal en la sala Verdi, el director de la sala, Gustavo Zidan, elogió a Caamaño frente a autoridades departamentales y prensa. “Me animaría a decir que La Escena Vocal es un festival de autora. Porque hay un diseño, una mirada total que María Julia tiene, que es integral. No hay nada al azar. Ella confecciona, arma el festival de acuerdo a criterios artísticos. Después el público juzga si le gusta o no, pero hay una responsabilidad, una firma. Y yo celebro poder tener esas buenas prácticas culturales que están relacionadas con la autonomía artística y que trascienden el poder político de turno”.