Bajo la dirección de María Riccetto, con coreografía de Ricardo Alfonso, diseño de vestuario y escenografía a cargo de Hugo Millán y música de Ferdinand Hérold, el Ballet Nacional del Sodre (BNS) estará acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional del Sodre en la puesta de La fille mal gardée (“La muchacha poco cuidada”).

Inspirado en La réprimande/Une jeune fille querellée par sa mère (“El reto/Una niña rezongada por su madre”), una pintura de 1765 de Pierre Antoine Baudouin, se estrenó el 1° de julio de 1789 en el Gran Teatro de Burdeos, Francia, con coreografía de Jean Dauberval, bajo el título Le ballet de la paille, ou Il n’est qu’un pas du mal au bien (“El ballet de la paja, o sólo hay un paso de lo malo a lo bueno”). El 30 de abril de 1791, luego de que Dauverbal le cambiara el título, el Ballet del King’s Pantheon Theatre lo estrenó ya como La fille mal gardée. Luego, en 1828, el compositor Ferdinand Hérold creó una adaptación de la partitura original de 1789 para la Ópera de París, en la que integró temas de óperas de Gaetano Donizetti, entre otros compositores.

El coreógrafo Ricardo Alfonso contó a la diaria que llegó a esta versión por un encargo: “Estaba viviendo en Argentina y la Escuela Nacional de Danzas me llamó para hacer una versión para María Riccetto, que venía de Estados Unidos. En principio era para versionar, pero cuando me fui interiorizando con la obra me di cuenta de que yo tenía otra visión. Necesité hacer una versión más acorde a lo que sentía y a cómo quería desarrollar la historia”.

La pieza es considerada una de las más antiguas del repertorio clásico mundial del ballet. De acuerdo a Alfonso, “Dauberval era discípulo de Noverre, quien traía todas las ideas revolucionarias sobre las nuevas puestas en escena, entre ellas, el ballet de acción, en el que se busca que la pantomima sea lo suficientemente clara para explicar la narración sin necesidad de leerla o decirla. Dauberval creó este ballet con personajes que hasta ese momento no existían, personajes de carne y hueso, y que presenta una situación cotidiana con un toque humorístico. Este ballet marca un antes y un después que coincide con un momento importantísimo en la historia de la humanidad: la Revolución francesa. No es casual, hay una forma de pensar que se estaba imponiendo en ese momento”.

Una de las particularidades de la obra es su comicidad, que el coreógrafo destaca como un elemento que dispara su creatividad: “El humor no es frecuente en los grandes ballets. A mí como creador me importa que la persona que se sienta en una platea pueda sonreír, creo que los bailarines son una mano invisible que les acarician el corazón para que se sientan bien”, dice Alfonso.

Al tener personajes cercanos al público, sin nobles ni dioses, la obra presenta algunos retos: “La parte interpretativa es el desafío más grande. Tiene que ser como el mecanismo de un reloj en el que todo está cronometrado: los tiempos de las miradas, las conexiones entre una situación y otra que se entrelazan. Los bailarines no pueden distraerse, les exijo una conexión real con lo que está pasando en el escenario. De hecho, no hago saludos en toda la obra porque considero que se pierde la verdad del escenario. Pienso al público como un espectador casual que está mirando de soslayo, no quiero que los bailarines se conecten visualmente con el público, porque tienen que vivir plenamente lo que sucede en la historia: cuando miran hacia la platea tienen que ver el resto del bosque, el campo sembrado, para no perder la realidad de lo que está pasando en el escenario, no cortar la magia”.

En cuanto a lo meramente técnico, comenta: “La resistencia es muy importante. Desde el punto de vista técnico voy a lo simple; en este caso mi coreografía está al servicio de la parte teatral, no es protagonista en sí misma”.

Alfonso es enfático al invitar al público: “Se van a sorprender al ver una obra con esta calidad, y les va a despertar una sonrisa y emociones. Se van a ir con el alma plena de felicidad. La música es bellísima, tiene un enganche maravilloso. Hay bailarines fantásticos, las primeras figuras son muy buenas. Creo que es una obra que llegó en el mejor momento para esta compañía porque tiene humor, tiene alegría, tiene brillantez. Estoy seguro de que la gente va a salir sorprendida, porque no se va a esperar que La fille mal gardée le guste tanto”.

La fille mal gardée, por el BNS. En la sala Fabini del Auditorio Nacional Adela Reta, del 15 al 28 de diciembre. Entradas de $ 100 a $ 1.600 en Tickantel y boletería de la sala.

Ricardo Alfonso

Uruguayo nacionalizado argentino, vive actualmente en Santa Fe. Formado en la Escuela Nacional de Danzas, integró el BNS hasta 1996. Fue maestro y coreógrafo del Ballet de Sur de Bahía Blanca. En 2010 asumió la dirección de dicha compañía, con la que logró un crecimiento que la colocó entre las cinco mejores de Argentina. Algunas de sus creaciones son Entre azul y Verdi, Opus 64, Concierto, Aires y danzas antiguas y Estrofas al viento. Por otra parte, ha realizado versiones propias de Lago de los cisnes y Don Quijote. Recibió la mención al mérito de la fundación Konex a la mejor coreografía de autor nacional, premio revelación coreográfica del año con Entre azul y Verdi, en 1994, y el premio Máscara, en Santa Fe. Actualmente da clase en su propio estudio en Santa Fe.