Carlos Saura murió este viernes a los 91 años, sólo un día antes de la ceremonia en la que recibiría el Goya de Honor por “haber dado forma a la historia del cine español moderno”. Fue la propia Academia de Cine de España, responsable de los premios, la que confirmó su fallecimiento en Twitter: “Saura, uno de los cineastas fundamentales de la historia del cine español, ha muerto hoy en su domicilio a los 91 años, rodeado de sus seres queridos”. A continuación, compartieron una imagen en la que se veía a Saura junto a la estatuilla, explicando que el director “recibió en su casa el Goya de honor hace unos días”.

Nacido en Huesca en 1932, Saura llegó al cine gracias a la fotografía. “Me pareció que la fotografía era un vehículo fantástico para contar cosas, para ver cosas. Pero en cambio, para contar historias estaba muy limitado, entonces pensé en dar el salto al documentalismo, dedicarme al documental”, contó en 2019 a RTVE. Después de una temporada aprendiendo el lenguaje cinematográfico y disfrutando de la improvisación, dio el paso siguiente. “Pensé que era estupendo poder hacer historias, y sentía la necesidad de contar cosas. Entonces pasé ya al cine de ficción, y aquí estoy todavía”.

En su carrera filmó más de 50 películas, que forman parte del patrimonio cultural de España y que lo llevaron a estar considerado dentro de un grupo selecto de directores, como Pedro Almodóvar o Luis Buñuel. Se consideraba un director de actores, y renegaba de los “directores hitlerianos”, como contó a la propia Academia en 2018. “Yo siempre me he movido por la intuición. He trabajado con actores naturales que no sabían nada de nada y también con actores preparadísimos a los que no hacía falta dirigir, hay que ir en paralelo con ellos”.

Decía que “los intérpretes más sensibles suelen ser los mejores”, y aseguraba que filmar en el orden establecido por el guion “es la única forma de ver cómo un actor evoluciona con la historia”. Su cine era de cámara, con pocos personajes y lugares, pero en su filmografía hubo sitio para producciones más grandes. Para la Academia de Cine, sus películas mostraron “tanto la realidad sociocultural española como la expresión artística más adelantada. Ha dotado al cine de impecables pinceladas, de un lenguaje que se ha servido de su imaginación para contar historias, de una expresividad que no dejaba más que demostrar su amor por el cine, por el arte, por la cultura”.

Su carrera tuvo numerosos reconocimientos desde el primer momento. Su primer largometraje de ficción, Los golfos (1960), fue nominado a la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La exposición internacional llegaría con Cría cuervos (1975), con la que obtuvo el Gran Premio Especial del Jurado en Cannes y una nominación a los Globos de Oro. Y se multiplicaría luego del estreno de Carmen (1983), que ganó el BAFTA británico a la mejor película de habla no inglesa, además de nominaciones al Oscar, el César y los Globos de Oro.

En 1990 llegaría otro éxito, ¡Ay, Carmela!, que al día de hoy es la segunda película con más premios Goya en la historia, con 13 estatuillas. Su prolífica carrera continuó hasta nuestros días. En 2021 estrenó dos documentales y el viernes pasado había llegado a las salas españolas su última película, el documental Las paredes hablan, una reflexión sobre los orígenes del arte.

Esta última obra, que también se estrenó en el Festival de Cine de Punta del Este la semana pasada, Saura plantea que “el arte y la creación del arte son parte de la esencia del ser humano, por mucho que pasen los años, por mucho que cambien las épocas o las modas”, según contó hace pocos días a Crónica de México. Allí, el director de Deprisa, deprisa (1980) también negó que se hubiera cansado de la ficción. “En absoluto, pero ahora es mucho más difícil hacer las películas que quiero hacer. Ahora prima el cine comercial, el de plataformas y para televisión, y el que a mí me interesa cuesta mucho de financiar, pero tengo varios proyectos de ficción que espero poder hacer este año”.

En la que sería una de sus últimas entrevistas, el director también habló sobre la importancia de su legado. “Yo no he hecho cine para agradar a nadie o para recibir reconocimiento, lo he hecho porque me gustaba, porque a través de él puedo contar las historias que se me ocurren, porque puedo jugar con la música... Pero, desde luego, siempre es un halago que el trabajo que uno hace lo vea la gente, que les haga pensar y que lo aprecien”.

“Yo lo hago porque me divierte; cuando me muera, que hagan lo que consideren. De lo que más orgulloso me siento es de mis siete hijos, seis chicos y una chica”, agregó. Y dejó una reflexión final sobre el Goya de Honor: “Es una gran alegría que todos los compañeros de profesión hayan decidido otorgármelo. Estoy muy agradecido a la Academia de Cine. Los premios no son más que un aliciente para seguir trabajando, no hay que creérselos mucho”. La Academia anunció que el homenaje se realizaría, de todos modos, durante la ceremonia del sábado.