La Escuela Comunitaria de Cine del Oeste (ECCO) integra, como área de formación, el programa Oeste Audiovisual que funciona en el Municipio A de Montevideo desde 2019. Daniel Fernández, coordinador del programa y diseñador de arte vinculado a la industria cinematográfica desde hace tres décadas, habla de Oeste Audiovisual como “un plan de desarrollo de cultura cinematográfica en el territorio que se articula con cuatro proyectos con la intención de que dialoguen entre sí. Por un lado, mostrar mucho cine a partir del proyecto de circulación. Luego, enseñar a manejar la herramienta audiovisual mediante la escuela. En tercer lugar, fomentar el territorio para que lleguen más rodajes. Y en cuarto lugar, tener una política de fomento y promoción desde la que pensemos en qué tenemos que apoyar para que haya creadores locales que puedan producir”.
Como antecedente del programa, Fernández habla de la inquietud del exalcalde Gabriel Otero para desarrollar políticas culturales en el municipio. Para eso fue relevante la inversión en la construcción de los centros culturales Julia Arévalo (en Paso de la Arena), Alba Roballo (Nuevo París) y Casa de la Pólvora (Casabó). Para complementar la inversión el alcalde propuso hacer talleres de cine y Fernández le retrucó con el programa Oeste Audiovisual. “En 2019 presentamos el proyecto y empecé a trabajar en el municipio. Se hizo una inversión en equipamiento para la escuela de cine y para la proyección. Pantallas, proyectores, en fin, todo lo que precisábamos para ese plan”.
Respecto de la circulación, además de las salas mencionadas hay una propuesta de cine foro que ha llegado a barrios alejados, como Santiago Vázquez y Santa Catalina, con la participación en los foros de parte del equipo realizador de los largometrajes. Sobre esto, dice Patricia Acosta, también coordinadora del programa: “En los diez estrenos que tuvimos en 2022 participaron los realizadores, los productores o parte del equipo técnico de la película, y siempre se encontraban con algo que no esperaban. La gente siempre tiene algo para aportar, capaz que no desde lo técnico o desde la historia, como podría suceder en otras salas, pero pasan cosas como el identificarse con la película a partir de la zona. Por ejemplo, El empleado y el patrón, de Manuel Nieto, fue filmada en muchos lugares de acá del oeste y la gente los reconoce. O el estreno de Delia, de Victoria Pena: la presentamos en la Julia Arévalo una noche de invierno, con mucho frío, y fueron dos personas, pero una de esas dos personas era vecina de Delia y hacía 30 años que no se veían. Delia no había visto la película porque quería verla en Paso de la Arena, que es el barrio donde ella se crio. Esa función fue súper emotiva, y ahí decís ‘cómo vale la pena’. En eso de cubrir el territorio trabajamos con más de 25 colectivos barriales, vecinales y organizaciones, con los que hay una comunicación constante. Cualquier colectivo que esté más o menos organizado y que tenga un espacio en el que se pueda ir a proyectar, se comunica y nosotros tenemos el equipamiento, en conjunto con el municipio, para poder ir. Vamos con pantalla, una computadora, un proyector y un sonido de calidad, y así podemos llegar con una película a vecines y a niñes que capaz que nunca habían ido al cine”.
Fernández recuerda una anécdota de cuando fueron a presentar La intención del colibrí, de Sergio de León, a la Julia Arévalo, con el director, que además es docente de la escuela. “La función se había coordinado con una olla popular y estaba lleno: 70 u 80 personas, muchos niños. Y Sergio, que es un amigo de toda la vida, me dijo antes de que empezara la película: ‘Está lleno de niños y yo con este drama burgués sobre el amor entre dos hombres, me quiero morir’. Y en realidad siempre hay muchos niños y niñas porque van familias. En este caso habla sobre la obra de Ulises Beisso, que era pintor, y los afiches y pegotines eran sobre su obra y tenían dibujos. Sergio les daba pegotines a los niños y les decía que no era una película para niños, que no era un dibujo animado. Y fue una función hermosa, el foro fue espectacular. La primera pregunta que le hacen a Sergio fue un compañero que levantó la mano y dijo: ‘Vi que la película es sobre un amor entre hombres. Yo te quiero preguntar, si no te ofende ¿vos sos gay?’. ¡Fue la primera pregunta! Contestó y ya después se aflojó. Y se habló de lo que se tenía que hablar, de lo que genera la película, que invita a la reflexión”.
Desde que empezó el programa, ya hubo más de 11.000 participantes. Sólo el año pasado participaron 5.000, en más de 130 funciones con más de 80 películas, 15 de ellas estrenos. También son sede de festivales, lo que permite traer otras películas, con otras miradas. “Si vos disponibilizás el cine, la gente va. No va a morir nunca el circuito de cine como lo conocemos en los barrios, porque hay avidez”. Y también hay que trabajar “políticamente para deconstruir la mirada que la gente tiene viendo basura en la televisión o en los celulares. Si vos querés dar ese cambio cultural, como se dice, la gente necesita herramientas”.
Estudiar cine en Uruguay es elitista, ¿no?
Fernández: Es elitista, y después las películas que ves son elitistas porque responden a una determinada mirada. Ni mejor ni peor, pero es una mirada que responde a ciertos barrios, ciertos sectores sociales. Por eso la ECCO tiene como principio el “otras miradas”. No para sustituir las que están, sino para poner otras arriba de la mesa.
¿Desde el comienzo tuvo las características de hoy, gratuita y con un perfil que apunta a la diversidad en la admisión de estudiantes?
Fernández: Sí, siempre fue sin costo, lo único que se exige es que si sos menor de 18 años tenés que estar cursando educación formal. En cuanto al perfilado hicimos un estudio, porque sabíamos lo que queríamos pero no cómo armarlo. ¿Qué es lo que hay que tener en cuenta para que la política sea verdaderamente inclusiva? ¿A quiénes privilegiamos? Trabajamos con las trabajadoras sociales del municipio, que generalmente conocen a casi todo el mundo, y si no conocen a la familia conocen a la vecina, y si no investigan y averiguan.
¿Cuánta gente se inscribe?
Acosta: El año pasado fueron más de 120, ha ido creciendo todos los años. Quedan seleccionadas 40 personas y se arma una lista de espera de 20 aproximadamente.
¿Cómo es la estructura de estudios? Se menciona a Paulo Freire como una referencia pedagógica.
Fernández: A nosotros nos interesa mucho la modalidad de taller para poder tener en cuenta qué es lo que trae el estudiante. Una escuela de cine tiene algunas áreas que vos tenés que manejar, técnicamente tenés que saber manejar la imagen y el cuadro y, eventualmente, una cámara. Aprendés a manejar las herramientas. Ahora, lo que interesa es que vos sepas contar, narrar, visualizar una historia y contarla. Para eso tenés que escribir un guion, tenés que manejar una estructura narrativa. Si vos vas al programa de estudio va a aparecer siempre lo mismo: fotografía, diseño de arte, etcétera. Pero nosotros no queremos imponer sino adaptarnos a los estudiantes, por eso Paulo Freire es una referencia. ¿Qué escuela queremos? ¿Cuál es el perfil del estudiante? Se discute y hay puntos de vista. Lo que sí sabemos es lo que no queremos. Esto no es una escuela de formación de técnicos de cine. Aunque todos aprenden esas técnicas, no formamos técnicos para la industria. No es una escuela de directoras y directores, es una escuela de realizadoras y realizadores. Siempre tratamos de mantener la idea de que la dimensión humana esté por encima de la dimensión técnica. Y si ponés el foco en lo humano, año a año cambian los grupos y cambian los cursos. La gente es distinta. En 2021 como actividad final hubo tres grupos que hicieron tres documentales. En 2022 se hicieron trabajos mucho más experimentales. Necesitaban hablar de sí mismos, y algunos lo hicieron de forma muy personal. Y al equipo docente le hizo unos cuantos ruidos, un equipo en el que están Sergio y Pedro Cayota, que trabajan también en la escuela de cine de Playa Hermosa y se fueron reacomodando para que los estudiantes pudieran contar sus historias. Cuando hicimos la muestra en el [teatro] Florencio Sánchez fue muy emotivo. Hay algunos trabajos, de primer año, que podrían participar en cualquier concurso de cortos. Están muy bien escritos. Ahora, ¿están bien filmados? Yo qué sé. Se podría decir que cuando terminan la formación hay un montón de cosas que técnicamente van a mejorar, pero nosotros no apuntamos al preciosismo. Estamos tratando de, pretenciosamente, encontrar un espacio donde poder enseñar esto de lo audiovisual como herramienta de transformación social.
¿Cómo es la articulación institucional que apoya a la escuela?
Fernández: Esto empezó cien por ciento en el municipio. En 2020 empezó un apoyo más firme del Programa Montevideo Audiovisual y del Departamento de Cultura de la Intendencia. Hoy el municipio aporta la mitad de la financiación y Cultura la otra mitad. Y después la Universidad de la República, a través del APEX, pone infraestructura, espacio físico, computadora, y todo lo que estar acá implica: hay una guardia, aire acondicionado, teléfonos, alguien que paga la luz. Todo eso es plata. Y los salones de clases los tenemos en el PTI, que también es de la Intendencia pero está en otra división. También hay una pata chiquita que tiene el MEC a través de la Usina de la Cultura, con quienes hemos colaborado y hecho alguna cosa de producción de sonido. Acosta: Y el municipio para el programa de circulación brinda apoyo logístico: sonido, camioneta, impresiones.
¿No hay articulación con los programas de audiovisual de UTU? Los grupos de Formación Profesional Básica (FPB) de Leonardo Nahum en Paso de la Arena han producido cortos que han dado que hablar.
Fernández: Leo es un amigo y un apoyo firme. Algo que nos quedó colgado del año pasado fue hacer un gran encuentro de formación y docentes de audiovisual del territorio. Bachillerato Audiovisual [en la UTU del Cerro], FPB, ECCO. Un encuentro para poder compartir experiencias. En un momento con Leo sacamos la cuenta y había como 300 estudiantes de audiovisual en el territorio. Al equipo de UTU de Paso de la Arena les digo que son el carro del Chaná. Y es por los docentes, porque la generación de gurises cambia y ellos siempre producen muy bien. Leo Nahum, Martín Klein... están desde el principio del programa. Lo que producen habla bien de ellos y de la dirección de la UTU de Paso de la Arena, que habilita. Pero el vínculo no es tanto a nivel institucional porque es complejo, creemos más en el vínculo en el territorio. Fuimos dos veces a hacer workshops a Paso de la Arena. Creemos que hay que enchufar los cables acá en el territorio. Para otras cosas a veces tenés que pedir permiso, ir a la ANEP, y es más complicado. Fuimos con Joaquín Peñagaricano, el director de Mateína, a presentarla al liceo 61. Acosta: Y fue un parto el trámite. Lo empezamos tres meses antes, nos presentamos, contamos quiénes éramos... Estuvo lindo, fue en el nocturno, había como 80 personas, nadie había visto la película, pero es difícil.
Las inscripciones para la ECCO están abiertas.
Acosta: Hasta el 12 de febrero, para personas entre 16 y 35 años. Para postularse a la beca hay que llenar un formulario que está en nuestra nuestra web, www.cineeneloeste.com. Después hay una instancia de entrevistas personales, y la selección final la hacemos con las trabajadoras sociales del municipio y de los centros comunales. Los cursos comienzan a mediados de marzo y las clases son de lunes a viernes de 18.00 a 20.30 en el APEX en primer año y en el PTI.