Es probable que desde Amalia de la Vega una mujer no tuviera un lugar de tanta trascendencia en el ambiente folclórico de Uruguay como el que ostenta hoy en día la sanducera Catherine Vergnes. Con 27 años y apenas una década de carrera, ya es una de las figuras más destacadas del circuito, en permanente gira por la región y consolidada en los horarios centrales de los principales festivales del país, los que hasta no hace mucho estaban reservados para cantores –varones– de la talla de Pepe Guerra, Braulio López, Jorge Nasser y Larbanois & Carrero.
Su nuevo álbum, Refugio, disponible desde febrero en plataformas digitales, da cuenta del momento de la cantora y es, con seguridad, el mejor logrado de sus tres trabajos de estudio. Grabado en Porto Alegre y masterizado en Argentina, se destaca por su sonido homogéneo, donde la voz de Vergnes está en el centro, pero cada arreglo musical tiene su tratamiento y no se pierde en segundos o terceros escalones. Vale destacar que la banda –William Amarillo en percusión, Mareo Fernández en bajo, Felipe Giles en guitarra y el acordeonista Mauricio Cabillón– suena afiatada y logra trasladar al frío universo del estudio de grabación el espíritu festivo de las presentaciones en vivo, que son, sin lugar a dudas, uno de los sellos de distinción de la propuesta.
Aunque no es un vinilo, el trabajo se divide en dos caras. La primera parte está compuesta por seis canciones de autoría de Vergnes que son un almacén de ramos generales musical. Hay de todo: desde la apertura a puro sapucai –ese grito largo y agudo proveniente de la cultura guaraní que es signo de alegría– en el chamamé “La revancha” a la chamarrita “Me caigo y me levanto” o –uno de los puntos altos del set– la “Polca del curandero” que, como buena polca, conjuga historias locales con humor y el pulso bailable de un ritmo nacido para levantar tierrita; una vez que la escuchamos es difícil no quedar enredado en el “baile que te baile, te enrosca el acordeón / baile que te baile, la luna con el sol”. También hay tiempo para la calma con el dueto formado por “Me duele”, un huaino llamado a ser coreado entre el vaivén de las luces de los celulares en cualquier multitud festivalera, y la zamba “Color y coraje”, tiempo para el rocío de la mañana y el desamor, “no sé cómo explicarte / el sol de enero, el color del viento / No sé cómo explicarte / cuánto te quiero, aunque esté lejos”.
Cada género es abordado con calibrada soltura y, más allá de que el ambiente campero empapa todo el paisaje lírico, las historias no son postales de otro tiempo: reflejan las vivencias de una joven de casi 30 años en su lugar en el mundo, ni más ni menos. Desde el punto de vista letrístico, Vergnes es directa y desencorsetada. Si bien estribillos, estrofas y cada parte están en su lugar, se permite cierta anarquía saltándose por momento rimas o estructuras silábicas, apoyándose en su dominio a la hora de cabalgar melodías y, sobre todo, en esa cualidad innata y casi inexplicable que llamamos carisma. Por ejemplo, en “Sangre charrúa” –una chacarera patriota que lanzó como adelanto en la previa al último Mundial de fútbol– remata: “Porque soy quien soy gracias a mi gente / si voy pa’ atrás es pa’ tomar impulso / cuando no puedo voy pa’ adelante / y me vibra el pecho de tanto amor”. Pero entre tanta variedad hay un punto en común en las canciones de la autora: todas rondan los dos o tres minutos, un golpe tras otro, como en los festivales. No hay que dar tiempo a la distracción.
El imaginario lado B de este proyecto discográfico está compuesto por versiones en las que la cantante expone toda su capacidad interpretativa. En estas, como en sus propias canciones, demuestra mucha cancha al moverse en los diferentes estilos, y un dominio natural en el fraseo particular de cada ritmo, incluso cuando canta en portugués la “Milonga abaixo de mau tempo”, de los músicos riograndenses José Cláudio Machado y Mauro Moraes. Incluye en este apartado de versiones dos enganchados, uno de chamamé y otro de zambas, en los que les pone el cuerpo, entre otros, a hits argentinos de la talla de “Piedra y camino”, “La cerrillana”, “El toro” y “Km 11”. El álbum cierra con “Victoria, la payadora”, una canción de Mario Carrero que homenajea a una de las primeras cantoras –en registros– de la Banda Oriental, una lancera de Artigas que en pleno sitio de Montevideo se acercaba al murallón a cantar desafiantes cielitos a las filas enemigas. De alguna manera, podemos proyectar la historia de esta pionera cantora con la de la gurisa que, 200 años después, irrumpe en un ambiente, en apariencia, sin espacio para las mujeres. “De dónde sale ese canto que los tiene a maltraer / sombra prendida a las crines, si es cosa de no creer / Con tacuara o con vihuela, cielito cielo hay que ver / Cómo se quedan mirando y nunca la pueden ver / De dónde sale ese canto que los tiene a maltraer / Es Victoria, la cantora, que los tiene a maltraer / Porque el cielo en esta banda tiene nombre de mujer”.
Además de en plataformas, Refugio –al igual que Soy campera, su trabajo anterior– está disponible en formato físico, pero no en disco, sino en pendrive. De todas maneras, la música litoraleña no se encierra en un formato y sus obras tienen espíritu multimedia. Los diez capítulos del larga duración están disponibles, con sus respectivos videoclips, en Youtube, donde Vergnes acumula vistas a millares. “La sonrisa del folclore”, como se la conoce, es una lancera de las redes sociales, siempre interactiva y en permanente gestación de contenidos; es su otro hábitat natural, junto al escenario, y su tranco, que tiene el galope de estos tiempos de likes y escroleo, puede ser arrollador para quienes somos de la época de poner el disco en la compactera, darle play y tirarse en el sofá a escuchar de principio a fin mientras leemos el librillo.
Catherine Vergnes viene de cantar en el festival montevideano Acá Estamos, y esto también es una seña del momento de la artista. Sin embargo, más allá de visitas circunstanciales, no necesitó de la difusión de los grandes medios y consolidó su carrera de espaldas a la capital, en forma similar a lo que hizo su coterráneo Aníbal Sampayo hace 60 años. Al igual que el autor de “Río de los pájaros”, tiene su zona de influencia no sólo en el interior de Uruguay, sino también en parte del sur de Brasil y en el litoral argentino –y un poco más allá: vale recordar que ya actuó en los míticos festivales de Jesús María y Cosquín–. En parte, esa proyección territorial se plasma en el repertorio, y viceversa. Es una buena noticia que la música de raíz folclórica consolide un recambio y que aparezcan mujeres en las marquesinas, que el cancionero popular se nutra de nuevas tintas y que la tradición y el patrimonio sirvan de plataforma para carreras innovadoras y con proyección internacional. Sapucai.
Refugio. De Catherine Vergnes. Independiente, 2023. Disponible en plataformas.