Además de caminar en dos patas y de tener el pulgar oponible, de la capacidad de dominar el fuego y cultivar las semillas para producir alimentos, otra cosa que identifica al humano es que es un ser social y, por ende, un ser festivo. No hay comunidad en el mundo que no dedique al menos un día del año a celebrar, y cuando lo hace, baila. En América Latina esa característica adoptó múltiples variantes a partir del mestizaje generado por la invasión europea, el desembarco de esclavos y las costumbres de los pueblos originarios. Cada uno de estos ritos parió ritmos y maneras de danzar que, con el macerado de los siglos, se fueron convirtieron en parte del folclore. Por nombrar algunos: rumba, bomba, plena, samba, marimba, landó, chamamé, chacarera, malambo, guarania, tango, candombe y, por supuesto, la cumbia, surgida en Colombia y extendida en diferentes variantes al resto del continente.
“Navidad negra” es uno de los megaclásicos colombianos y fue la canción que descubrió el percusionista Tomás Arístide en un blog mientras investigaba sonidos latinoamericanos. Para entonces tocaba con el clarinetista Santiago Moldovan y el guitarrista Manuel Cibrián en una banda de reggae que apenas llegó a debutar en un cumpleaños familiar; corría 2008. El proyecto de raíces jamaiquinas quedó atrás con la misma premura con que se sumergieron en el universo de la cumbia y las orquestas colombianas. Fundaron La Delio Valdez con músicos “amigos de amigos” y comenzaron a tocar en cada reducto que les abriera la puerta, desde locales de comida peruana hasta el circuito universitario. Casi tres lustros después, la historia incluye siete discos editados, hits radiales, numerosos premios y tres Luna Park repletos el año pasado en la presentación de El tiempo y la serenata, su último álbum de estudio.
Hoy la orquesta está integrada por 15 artistas, consolidó el modelo autogestivo que abrazaron desde el comienzo con la creación de una cooperativa de trabajo y pasó de tocar covers a componer sus canciones. A la raíz colombiana le aderezaron otros sabores que terminaron de definir su sonido parrandero, arrollador y popular. Pasaron de tocar en clubes a grandes escenarios, no paran de girar por toda Argentina y más allá, y el sábado 18 de marzo se presentan por primera vez en el Teatro de Verano de Montevideo, en el cierre de la temporada estival de La gira y la serenata. Antes de la presentación en el Ramón Collazo, conversamos con Ximena Gallina, percusionista, coreuta, una de las últimas en sumarse al combo, y Pedro Fernández, timbalero y cantante, el encargado de marcar la tierra con su jam block y del agite general. O, para definirlo en clave Jaime Roos, el patrón del mediocampo.
¿Con qué nos vamos a encontrar el 18?
Pedro: ¡Con algo hermoso!
Ximena: Este show que vamos a presentar no lo hicimos nunca acá y es el cierre de la gira de verano. Tiene bastante de lo que fue la presentación del disco en el Luna Park el año pasado, allá en Buenos Aires. Las veces que vinimos a Uruguay fueron shows un poco más cortitos, esta vez nos permite hacer más temas y meter elementos que fuimos probando e incorporando los últimos meses.
Pedro: El show que tenemos preparado es más abierto a otras experiencias, tanto visuales como sonoras.
Ximena: Además, está pensado no sólo para gente que es fanática de La Delio, para los que se saben los temas desde el principio hasta el final, sino que es un show que tiene de todo, para ver, para escuchar y para reflexionar. Entonces, también alguien que no nos conoce, que no conoce nuestros temas, puede disfrutar lo que pasa.
Pedro: Claro, no es un show de una banda de rock, que tiene un séquito atrás: es más un espectáculo.
De alguna manera, como era el espíritu de esas orquestas de principio y mediados del siglo pasado.
Pedro: Claro. El concepto era que vos ibas a un boliche o a un baile y la orquesta tocaba tango, jazz, música latina, musicalizaba toda la noche. Ibas a bailar y ver cómo tocaban los músicos, porque se tocaban todo. Ese es el concepto que se busca, un show integral, que te puedas tomar el tiempo de bailar y también de ver si tenés esa curiosidad.
En un momento la orquesta quedó relegada: por cambios de modas o por cambios técnicos, la atención pasó a estar en el o los cantantes.
Pedro: Sí. Esas cosas las maneja directamente el mercado: según con quién trabajes, te van a decir “vos sos el principal”.
Ustedes cuidan mucho que la orquesta esté por encima de las individualidades. ¿Esa es la ventaja de ser una cooperativa?
Pedro: A eso voy.
Ximena: Se fue dando medio sin querer lo de que haya tantos cantantes.
Pedro: Tuvimos la experiencia de nuestra primera cantante [Gladys Negra Sarabia], que se bajó del proyecto y fue muy fuerte, una repercusión muy fuerte en la gente. Y dijimos: si nosotros no queremos que pase esto, hagamos otra cosa. Por eso está mi viejo [Black Rodríguez Méndez], se sumó Ivonne [Guzmán], empecé a salir yo un poco más a escena a cantar, Manuel [Cibrián] también se soltó cantando sus temas. Se busca descentralizar esa cuestión, darle a cada integrante de la orquesta su momento. Así es como creo que lo pensamos.
Ximena: Y no depender.
Pedro: Claro. Si falta un cantante, bueno, se sigue tocando. Como pasó en el momento en que Ivonne se tomó la licencia por maternidad: listo, seguimos tocando y la gente siguió respondiendo porque no es sólo Ivonne, es la orquesta.
Ximena: Fue re lindo porque se dio muy natural y porque también la gente, el público fue a ver a La Delio durante toda la temporada que ella no estuvo en los shows arriba del escenario. Seguía siendo cooperativista y parte del proyecto, pero la gente entendió que para que ella pudiera tener su licencia de maternidad, para que también los compañeros tuvieran su licencia de paternidad, la máquina tenía que seguir funcionando.
¿Cómo se organiza un colectivo de 15 integrantes, más todo lo que gira alrededor, desde la independencia?
Pedro: Lo bueno de ser tantos es que tenés muchas cabezas para pensar. En Delio hay tres aspectos fundamentales: la producción, la cuestión musical y lo técnico. Esas son las primeras tres cosas que tenés que resolver antes de ponerte a pensar en cualquier cosa. Se organiza por comisiones y cada uno va sumándose a la comisión en la que se siente más idóneo o en la que puede aportar, y toda decisión que se toma, se toma en conjunto. Las diferentes coordinaciones bajan la información y ahí se toma la decisión.
Ximena: Tenemos asambleas mensuales o cada 15 días, depende del laburo.
Pedro: Después hay algo del funcionamiento cotidiano que ya sabés; cae esto y tengo que hacer esto, fue, ni siquiera tengo que preguntar, pero eso pasa con un tiempo.
¿Desde el punto de vista de la composición, cómo funciona?
Pedro: En los últimos dos discos [de estudio] lo que vino sucediendo es que las personas que tienen alguna idea o algún tema caen con una maqueta que hayan grabado y sobre eso se trabaja, pero no cerrándose a lo que el autor trae. Presenta el tema y dice: “Bueno, che, necesito ayuda con esto, me falta un arreglo de viento o no sé qué voces meterle, cómo entran los tambores. ¿Qué se les ocurre?”. El tema termina siendo del autor, generalmente, pero ese tema de ese autor tiene la participación de toda la orquesta. Te entregás a la sabiduría del compa.
Ximena: Es un poco la idea en general de la cooperativa y la toma de decisiones; quizás los procesos son más lentos, pero los resultados son más interesantes y parte de todas las cabezas y de todos los cuerpos.
¿Creen que la composición les terminó de definir la identidad?
Ximena: Yo conozco y escucho a La Delio desde el principio, cuando aún no tocaba, y siempre era como eso: qué lindo, bailamos y listo. Cuando La Delio Valdez sacó Sonido subtropical, que es el primer disco que tiene temas originales, ahí dije: ¡wow!, qué lindo este arreglo, qué lindo este tema, qué linda esta banda. Ahí empecé a escuchar. Antes la conocía, un montón de amigos la escuchaban, pero no me había dado ni ganas de ir a verlos [risas].
Pedro: No sé si se pensó así, pero al principio había una sensación común de decir: che, no sé si tengo toda la data para armar un tema. Hasta que llegó el momento en que nos sentimos capacitados para componer, orgánicamente, como todo lo que sucede con La Delio. Y fue la gran catapulta, porque con el Sonido subtropical ganamos el primer [Premio] Gardel. Se nota la diferencia entre una situación y otra. Es un poco lo que dice la Xime: en un momento La Delio era una banda para ir a ver, o ni siquiera para ver, podíamos estar tocando acá y vos ahí comprándote un fernet y no te importaba.
Ximena: Y los clásicos en La Delio se sonaban todo, pero no es una cuestión de calidad musical: era una orquesta haciendo folclore colombiano. Suena bien, pero esta impronta de ahora tiene una cosa muy poderosa, de lo que queremos contar, lo que queremos transmitir, y la gente se identifica con lo que contamos.
El tiempo y la serenata está atravesado por la pandemia y, en ese sentido, por cierta melancolía, como que terminó de darle colores rioplatenses a la propuesta, hablan de situaciones de acá y de ahora.
Pedro: Es complejo tocar cumbia, un ritmo centroamericano, acá en el sur y también hablando de lo que pasa acá. Es difícil, sin hablar neutro, que la cumbia te dé a cumbia, o la salsa te dé a salsa. Creo que fue la búsqueda de esa identidad, tal vez, lo que hermanó un poco esa melancolía, fue la búsqueda del escape de esa situación que tuvimos que atravesar mediante la música. La música te transporta y te saca de ese lugar, de esa soledad. Pero junto con la melancolía, que te alegre, que mueva la cintura.
Ximena: Estar hablando de angustias, de melancolía, de estar solos frente a tanta inmensidad, pero sobre un ritmo popular de cumbia, que te haga mover las caderas. Eso es algo que siempre admiro de la música brasileña, esa cosa alegre en su base, en su ritmo, pero que te parte.
Pedro: “Nos metieron tres cadenazos en la espalda” y están sambando los chabones.
Ximena: Tremendo.
De alguna manera, eso está en todo el continente. Acá en el candombe, por ejemplo.
Pedro: Está todo arriba de una misma clave, que es África, el seis octavos modificado dependiendo de la zona, ya sea Cuba, Puerto Rico, Brasil, Uruguay, Argentina, México. Cada uno tomó esa africanidad, que terminó perdurando en el tiempo porque es innata, viene en el ADN, y la fue adaptando a su cuestión. Y lo que tiene es que, al ser un ritmo africano, es un ritmo esclavo. Y si es esclavo, se sufre, pero lo que tiene el esclavo es que, cuanto más sufre, si le dan un día libre, se la raja. Te dan un espacio y es como que lo tenés que aprovechar.
Ximena: Como dice el Osito [Pablo Broire, saxo tenor] cuando le habla público: nos puede estar yendo mal, la verdad que los tiempos a veces no son los más óptimos o muy copados, podemos estar con una angustia de desamor, pero hay que encontrarse con la gente a bailar unas cumbitas; que no te saquen el ratito de encuentro de fiesta para gritar o llorar, pero moviendo las caderas.
¿Cómo es el vínculo con el resto de la escena? Porque no hay una manera argentina de hacer cumbia, hay miles.
Pedro: Lo que está sucediendo últimamente es que estamos moviéndonos en circuitos cada vez más grandes y hay veces que se dan solas las situaciones de compartir con un artista, de conversar y decir: “Che, tenemos que hacer algo”, sea de la escena que sea. Vino a tocar Richard [Rosales], el guitarrista de Ráfaga, al Luna Park, nos invitó a cantar el cantante de Ke Personajes [Emanuel Noir], fuimos a cantar con la Banda XXI, cantamos con Los Palmeras, cantamos con los [Auténticos] Decadentes. Es eso de lo popular que rompe con cualquier prejuicio que te pueda llegar a atravesar y te hermana con otra persona con la que te pasa lo mismo escuchando esa música; no importa todo el resto, en ese momento a mí me pasa lo mismo que a vos.
Ximena: Nos hermana con Los Palmeras que tienen 50 años de cumbia. Es una cosa loquísima para nosotros.
Pedro: Cosas que escuchás en el cotidiano, o que las escuchaste toda la vida.
Hablando de escenas, vienen de tocar en el Cosquín Rock, que es un símbolo de lo que ustedes llaman rock nacional. ¿Cómo ven esa apertura?
Pedro: Siento que el concepto del rock, de cualquier cosa que sea rígida, últimamente se está partiendo cada vez más, está flojo de papeles por todos lados. Porque se sabe que, si sos rockero y te ponen “Beso a beso”, de La Mona, se empieza a bailar, se acabó. Si ponen “¡Si tu viejo es zapatero...!”, [se canta] “¡zarpale la lata!”. Por eso creo que le entra el agua al bote por todos lados. Me parece que se está empezando a aceptar un poco más eso del lado de la industria, que no necesariamente tiene que estar todo encerrado en un estilo de música, sino que dentro de un mismo ambiente pueden convivir muchísimos estilos. No sólo nos pasó en el Cosquín Rock, fuimos a tocar a La Salamanca, que es una fiesta folclórica nacional, en Santiago del Estero.
Ximena: Esa semana fuimos al Carnaval de Los Tekis, en el norte, en Jujuy, a La Salamanca, al Cosquín Rock y después terminamos con tres fechas de carnaval porteño, con las murgas de Buenos Aires, que nada que ver. O sea, rock, folclore, carnavales.
Y ahora Teatro de Verano, que tiene el escenario caliente aún del carnaval uruguayo.
Ximena: Para mí tocar en el Teatro de Verano es muy mágico, no puedo creerlo, sé lo que es desde que soy chiquita. La música uruguaya es parte de mi historia desde la infancia. El Negro Rada, Jaime Roos, [Gustavo Pena] el Príncipe, Mariana Ingold; adoro. A mi viejo y a mi vieja les gustó siempre la música de acá. Es cultura viva, de acá y de Buenos Aires también, porque está ahí, tenemos la misma historia.
La gira y la serenata. La Delio Valdez. 18 de marzo a las 20.00. Teatro de Verano, Montevideo. Entradas por Tickantel.