Paz y swing se llama el nuevo disco de Níquel, editado en diciembre de 2022. El anterior álbum de la banda, Prueba viviente, fue publicado en 2000. 22 años entre disco y disco es un período inauditamente largo. En dos décadas pasó de todo –sobre todo en estas últimas dos– en cualquier ámbito que se nos ocurra mencionar, pero hay algo que no varió mucho: de qué hablamos cuando hablamos de rock –como género musical, no como una etiqueta comodín que se le pega a casi cualquier actitud, moda o persona–.

Jorge Nasser, comandante de la banda, siempre tuvo claro cómo se construye el edificio sonoro del rock, y si bien luego de la ruptura de Níquel, en 2001, se dedicó de lleno a la milonga, es de esos músicos que no necesitan revisar los planos cuando tiene que volver a levantar otra torre rockera. La vuelta del grupo –sin el guitarrista argentino Pablo Faragó, que supo estar desde los inicios de Níquel– se gestó para 2020, con varias presentaciones en vivo, y aunque la pandemia retrasó un poco los planes, se pudo materializar en toques varios y en el nuevo disco, que está en plataformas digitales.

Paz y swing trae lo que luego de tanto tiempo todo seguidor de la banda esperaría encontrar, pero tiene un inconveniente: es corto... Contiene tan sólo ocho canciones que en total duran 23 minutos, como para quedarse con ganas de más. Pero hay una buena razón para eso: Nasser subraya que el disco se hizo en plena pandemia, en momentos en los que algo tan sencillo como tres músicos, un periodista y un fotógrafo juntos tomando café no podía suceder. Así las cosas, la construcción del álbum fue complicada. Nasser la describe como “de Tetris”, con mezclas hechas a la distancia, en idas y vueltas con el ingeniero de sonido. Recién al final del proceso grabaron algunos instrumentos todos los músicos juntos, porque la primera parte fue “Te mando el bajo...”. Por lo tanto, para Nasser, en realidad, “fue un milagro” que pudieran parir ocho canciones.

Si bien el edificio es todo rock, cada canción del álbum se diferencia bastante de las otras siete y, a su vez, parece representar cada disco anterior del grupo. Por ejemplo, el rock & roll “Cimarrón”, toda una declaración de principios, podría estar al lado de “Gusano loco”, aquella del disco homónimo de 1989. En el doble álbum Gargoland (1990-91), que hizo explotar la popularidad de Níquel en la última década del siglo anterior, podría caber el rock & roll primigenio –casi un rockabilly– “Sprint”, en cuyo break instrumental el riff de guitarra a lo Little Richard, el solo a lo Chuck Berry y el piano de brisa honky tonk terminan de pintar el paisaje cincuentero –además, en el tono de las guitarras y en el movimiento de los riffs hay fuertes vientos de la legendaria versión de “Good Golly, Miss Molly” que grabó Creedence–.

Nasser cuenta que en “Sprint” hay influencia de Los Lobos y que apenas empiezan a tocarla en los ensayos, con el impulso del riff, ya se arma toda la jugada rítmica, naturalmente. “Si no está eso, tenemos que cortar todo”, acota. Entrando al terreno de la letra, se anima a subrayar que se trata del “primer rock sindicalista”, porque si bien el título de la canción puede parecer algún tipo de anglicismo de esos que le encantan a Nasser, en realidad es el nombre de una fábrica pequeña uruguaya en la que hubo un conflicto laboral. El disparador fue una pintada en una pared montevideana que rezaba “Sprint no quiere razonar”. “Vinieron de la radio, de la televisión, / llamaron al ministro para la mediación, / pero Sprint, / Sprint no quiere razonar”, canta Nasser mientras lo abrazan los riffs.

Swing y baile

El guitarrista Gonzalo de Lizarza –que toca con Nasser en su proyecto solista desde hace cerca de diez años– cuenta que Níquel fue una influencia directa en su sonido, porque era fan de la banda desde la adolescencia, pero aclara que ahora que la integra no buscó acercarse a esa estética, sino que hubo compatibilidad musical desde el vamos, por eso está donde está. Como sucede con los demás integrantes de la banda, hay un tronco común en el rock que escuchan.

Los créditos del disco nuevo consignan que en el equipo que lo grabó están Nasser (voz y guitarras), De Lizarza (también en las seis cuerdas), Pablo Gómez (teclado y coros), Enrique Sosa (bajo), Daniel González (guitarra y coros), Roberto Rodino (batería) y Wilson Negreyra (percusión y coros). Will –como le decían los más cercanos al percusionista– falleció en febrero de 2022, cuando se estaba grabando el álbum, por eso está dedicado a él, y no sólo con el in memoriam en los créditos, sino que el título es una frase suya. Nasser subraya que Negreyra siempre fue fundamental en asuntos que sobrepasan al sonido de Níquel –por ejemplo, para que se materializara esta vuelta de la banda–.

En la banda la paz está, pero a nivel mundial... siempre es una utopía. En cambio, el swing vaya si se siente en el disco. No quedan dudas de que la canción más swinguera es “Miss Bety” –que no en vano viene luego de “Sprint”, en una doble oda al rock & roll–, un boogie-woogie de esos que apenas empiezan nos hacen mover la patita –como mínimo–, para después agitar la cabeza y todo el cuerpo. Nasser cuenta que esa canción la estrenaron en vivo en un show de blues que hicieron en Sociedad Urbana Villa Dolores a mediados de 2022 y el público enseguida se dispuso a aplaudir y bailar.

Cuando arrancó Níquel, a mediados de los 80, estaba a pleno el rock posdictadura, y la veta más bailable del género no era lo que predominaba en aquella movida, sino la oscuridad pospunk, nihilista y parricida. Por eso Nasser dice que su banda se diferenció en aquel momento, apelando a cierta “sensualidad” del rock que era “rara” en esa época “pero a la vez conectaba mucho con el público”, aunque no se reflexionara mucho sobre eso: “Iban al show y se ponían a bailar. De hecho, es lo mismo que pasa ahora: la gente se para y baila un poco, se ríe, chifla y te grita cosas”.

Agrega que quizás en el rock en general ahora se canaliza más en el pogo y es la única parte que va quedando, pero falta el impulso de la cadera. Nasser hace énfasis en que el rock “no tiene que perder la picardía”. Subraya que eso lo dicen “los cracks” del género y también todos en su banda, y cita a Keith Richards, guitarrista de The Rolling Stones, que tiene entre sus frases famosas una que critica a las bandas que tienen “demasiado rock y poco roll”. “Eso viene del blues: los esclavos se reunían, se agarraban terribles pedos, perdían la cabeza y bailaban, una cosa muy juguetona, danzable. El rock no tiene que perder eso”, insiste Nasser.

Al componer las canciones nuevas dialogó todo el tiempo con la obra pasada de Níquel, dice, pero no lo sintió como presión sino como parte del juego que lo motiva. Nasser lo tiene claro: este disco es una continuidad del anterior, como si no hubiesen pasado esos más de 20 años. “Es como que retomamos los cables que se tiraban hacia adelante en Prueba viviente, pero se dio en la dinámica de la juntada”. Esa continuidad se hace carne incluso en algunas texturas sonoras. La más clara está en la guitarra solista que arranca “Lo que voy a decir”, que abre Paz y swing, con un timbre similar al de la introducción de la canción “Prueba viviente”.

Tanto Nasser como De Lizarza y Gómez subrayan lo importante que era lanzar un disco nuevo junto con la vuelta a los escenarios, porque si el regreso hubiese sido sólo para interpretar los clásicos del grupo podía parecer un mero revival. Con Paz y swing consolidan “que se volvió por algo, hay algo nuevo para decir”, remarcan los tres músicos. Níquel volvió en plena pandemia, con dos shows en el Auditorio del Sodre, interpretando el material clásico (el espectáculo luego fue publicado en formato audiovisual y también en audio solo). Nasser dice que, entre los ensayos y los toques, les quedó en los dedos el sonido de la banda y eso ayudó mucho a que Paz y swing fuera “una continuidad natural”, ya que mientras ensayaban iban componiendo y grabando alguna base.

Más allá de las anécdotas

Pero no todo es continuidad en Níquel. El nuevo disco trae una novedad: tres de las ocho canciones son coautorías, en las que Nasser dejó que otros arquitectos lo ayudaran a diseñar el edificio. Una es la balada de atmósfera lennoniana “Nube”, que construyó junto con Fabián Krut, cantante de la banda Cursi. No es la primera vez que comparte créditos con él, dado que “La pachanga falsa”, aquel hit radiable que metió la banda de Krut a principios de siglo, fue compuesto por ambos. Pero que Nasser comparta la autoría en Níquel ya es otro cantar –y componer–. El músico dice que se abrió “muchísimo” en ese aspecto, porque antes le costaba, y se anima a decir que quizás había algo de su ego marcando la cancha.

Si bien en el viejo Níquel eran muy compinches con Faragó, Nasser nunca compuso junto con el guitarrista argentino. El músico subraya que a veces en una canción algún motivo melódico que aporte alguien “es tan importante que puede considerarse una composición”, y eso pasó con el riff de “Hay una falla en tu mente”, la que abre Gusano loco. Explica que aunque quizás es un derivado del inmortal riff de “Money for Nothing”, de Dire Straits, constituye parte importante de la canción. Entonces, luego de separada la banda, Nasser entendió que ahí había “un mérito compositivo” y volvieron a registrar la canción como una coautoría de él y Faragó: “Porque en esas cosas yo soy muy cuidadoso. Por mi propia condición de directivo de [la Asociación General de Autores del Uruguay] Agadu, todo lo que haga cada uno trato de reconocerlo e identificarlo”.

Riffs, melodías, armonías, influencias y demás cuestiones estrictamente musicales parecen entusiasmar más a Nasser a la hora de conversar. Charla va, charla viene, el músico reflexiona sobre la posición que en general se le da al rock en Uruguay, comparado con el pasado:

–Constato todo el tiempo que todavía la sociedad uruguaya no maduró para poner a la cultura en el lugar donde va, y mucho menos a la cultura rock. Porque ahora el rock es mainstream, las bandas tienen plata para poner publicidad y hacer todo lo necesario para que miles de personas las vayan a ver, pero, desde el punto de vista cultural, sigo pensando que el relato va muy atrás; finalmente, no cala. Cala a nivel de “qué éxito que tienen, qué pinta que tiene el cantante de tal banda o qué locos que son los de tal otro grupo, que los vi que estaban borrachos”. Siempre son anécdotas; de la música, los textos, las canciones, las variantes armónicas y la relación que pueden tener con el pasado no se ocupa nadie.

Quien quiera escuchar Paz y swing en vivo lo podrá hacer este jueves en La Trastienda. El lugar tendrá las clásicas mesitas como para tomar algo mientras los escuchan, porque les gusta ese ambiente “más de club”, avisa Nasser.

La gran pregunta queda para el final: ¿qué pasará con Níquel de ahora en más? ¿Se vendrá otro disco? ¿Tendrán que pasar otras dos décadas? Nasser contesta: “Tendríamos que consultar con el departamento de marketing, pero no existe”.

Níquel presenta Paz y swing en La Trastienda (Fernández Crespo y Paysandú). Jueves 25 de mayo a las 21.00. Entradas: $ 800 y $ 1.000 en Abitab.