En el prefacio de su obra La máquina de escribir (1941), Jean Cocteau asevera: “El problema del teatro consiste, como me lo confiaba un célebre cineasta, en crear un malentendido: no renunciar a ninguna de nuestras prerrogativas y esperar a esa masa misteriosa”. Luego confiesa: “Ojalá pueda yo reencontrar el equilibrio perdido entre la sala y la escena, escribir grandes obras sutiles y tentar a los grandes actores con grandes papeles”. Con Los padres terribles (1938) el multifacético artista francés pudo cumplir su deseo incluso mucho más allá de su muerte.

En 2009, en el teatro El Galpón de Montevideo, la obra sumó su estreno uruguayo, bajo la dirección de Alberto Zimberg y con un elenco integrado por Roberto Bornes, Noelia Campo, Alicia Garateguy, Carla Moscatelli y Sergio Muñoz. Ese diciembre ganó, entre otros, el premio Florencio al mejor espectáculo del año.

Cocteau la había escrito como una tragedia más, pero su apuesta era la de “un ataque contra los desórdenes de una burguesía decadente”. La adaptación uruguaya, de “exacerbado grotesco”, según contó Zimberg en el décimo aniversario, conquistó al público de forma rotunda, giró por Argentina, Brasil y México, y recibió importantes reconocimientos de la crítica local y extranjera.

14 años después de su primera función, el equipo original vuelve a subirse a las tablas para presentarse en dos únicas funciones en la sala Nelly Goitiño.

“Todos conocemos una familia disfuncional”, asegura Alicia Garateguy para explicar el particular éxito de esta versión en los teatros locales. “Reírnos de nuestra propia miseria debe ser lo más sanador del mundo, y los actores disfrutamos de ese privilegio. Nada de la obra escapa a la comprensión de ningún espectador; el compromiso que tenemos sobre el escenario es un acto de entrega enorme que el público agradece”, cuenta la actriz, comunicadora, cantante y docente.

“Es una obra que me ha marcado de muchas formas y de mil amores”, añade. “Hacer Los padres terribles es lo más parecido a hacer magia. Es diferente a cualquier otra cosa. Para mí trasciende lo teatral y por eso la ubico en el lugar del amor. Porque para los terribles hacerla es una alegría enorme y al mismo tiempo un desafío inmenso. Nuestra puesta en escena –y nuestra apuesta– es un relojito virtuoso. Volver a hacerla es necesariamente tener que llegar a su nivel habitual, que es al que nosotros nos acostumbramos. Cuando la revivimos en 2019 fue el vértigo de esa exigencia el que guio nuestros ensayos, y así conseguimos lo que buscábamos revivir. Alcanzar ese nivel significa también, en mi opinión y mi sentir, honrarnos a nosotros como actores”, señala.

Este reencuentro 2023 viene sucediendo en el edificio donde vive Alicia, más exactamente, en un salón comunal convertido en terreno de ensayos a cambio de entradas para algunos de los vecinos más influyentes del lugar. “Los terribles somos amigos; compañeros amorosos y respetuosos. Amo trabajar en equipo, pero muchas veces me ha pasado de ser la más ‘grupal’ en grupos en los que no todos tiran del carro con la misma fuerza; grupos en los que prima la individualidad, se ocultan datos, se fabulan jefes que no lo son, el inseguro cuida su chacra y teme el éxito del que tiene al lado. Está lleno de grupos así, en los que la generosidad rechina. En cambio, en esta familia me siento una más”, destaca la dueña de casa.

“Si cualquiera de nosotros tropezara en escena, alguien te levantaría de inmediato y utilizaría ese tropezón potenciándolo como un hecho dramático para tu beneficio y el del equipo. Como es para la familia terrible, debería ser siempre”, reflexiona.

Este fin de semana Alicia se pondrá, nuevamente, las prendas de Ivonne, una madre de desmedido cuidado y amor por su hijo Michel (Sergio Muñoz) que, hundida en una sábana o apenas de pie, sufre por su maternidad y otros desbordes ajenos. ¿Quién es esa mujer algo incomprendida? “Ivonne es muy parecida a mi abuela”, responde su intérprete. “El melodrama era para ella lo que para nosotros el naturalismo. Cuando mi abuela se lastimaba en la cocina, gritaba como en una tragedia griega: con la voz colocadísima y el tono perfecto. Mi abuela cantaba ópera, zarzuela y un poco del cancionero popular. Ivonne vive encerrada y cuando uno se encierra, la casa pasa a ser la aldea, el cuarto tu casa y lo que allí ocurre, tu realidad, la realidad. Entonces los valores se trastocan. Aquello que sucede en la cama pasa a ser la intimidad: una intimidad tan válida como cualquier otra, aunque escape a los valores aceptados. Si miramos a Ivonne de adentro para afuera, como hacemos las actrices, es más fácil entenderla”.

Los padres terribles. Dos únicas funciones. Sábado 10 a las 21.00 y domingo 11 a las 19.00 en el Auditorio Nelly Goitiño del Sodre. Entradas a $ 550 en Tickantel. Comunidad la diaria, 2x1.