Los estudios cinematográficos de Hollywood comenzaron como empresas modestas y fueron creciendo cuando el cine se volvió uno de los entretenimientos más populares del planeta. Se forjaron alianzas, cambiaron de manos y de a poco fueron transformándose en conglomerados empresariales que responden a los intereses de los accionistas y son capaces de aplastar a los responsables del éxito por un par de centavos en el balance de ganancias del trimestre. Era la crónica de una huelga masiva anunciada.
De un lado está la poderosa Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP, por sus iniciales en inglés), que representa a los estudios de cine y las plataformas de streaming; del otro lado, dos de los gremios fundamentales para que dichos estudios y plataformas tengan material para ofrecer. El famoso contenido, y la popularidad de esta expresión también sirve para explicar lo que está ocurriendo, en tiempos en los que el reemplazo del talento artístico por la inteligencia artificial es una cuestión de números.
Primero se cansaron los guionistas, eternos ignorados, especialmente en la gran pantalla, donde la figura del director tiene un peso fundamental en la promoción de un film (el gremio de los directores no está en conflicto). El Sindicato de Escritores de América (WGA), que nuclea a 11.500 trabajadores, negoció durante seis semanas con la AMPTP debido a que el contrato entre las partes vencía el 1° de mayo y el mundo del entretenimiento ha cambiado con el auge de las plataformas y la amenaza de la inteligencia artificial, elementos que no estaban ponderados en las condiciones vigentes. El 97,85% de los miembros de la WGA había votado la autorización de la huelga, que comenzó el 2 de mayo.
“Pese a que negociamos con la intención de obtener un trato justo y aunque el voto de huelga nos dio fuerza para obtener algunas ganancias, la respuesta de los estudios a nuestras propuestas fueron totalmente insuficientes dada la crisis existencial que los guionistas estamos enfrentando”, indicó el comunicado oficial del gremio. “El comportamiento de las empresas creó una economía de trabajos temporales dentro de una fuerza laboral sindicalizada, y su postura inamovible en esta negociación traicionó el compromiso, devaluando aún más la profesión de escribir”.
El público en general no comprendió cómo, en una época en la que la avalancha de servicios de streaming y su “necesidad” (comillas del mal) de atraer y mantener a los suscriptores con nuevo “contenido” podía ser una mala noticia para las personas que trabajan escribiendo guiones. A eso se refería el comunicado cuando hablaba de “economía de trabajos temporales” (gig economy en inglés). El nuevo formato de series suele tener menos episodios por temporada, menos de diez contra los más de 20 de antaño, lo que significa que cada serie les representa un ingreso menor, ya que cobran por episodio escrito sin importar cuántos meses les hayan dedicado. A esto se le suma un mayor espacio entre temporadas, especialmente en las plataformas, y la popularidad de equipos de trabajo más pequeños.
Con respecto a los guionistas de cine, además de la pérdida de salario real por la inflación (que sucede en todo el gremio), se descubrió que quienes cobraban menos por sus guiones se veían presionados a hacer más reescrituras sin costo, y cuando el producto es de una plataforma están sometidos a tarifas menores, además de que ven disminuidos sus derechos residuales, algo que también comparten quienes escriben series para Netflix y otras empresas similares.
Los reclamos de la WGA sumaban unos 429 millones de dólares anuales, mientras que la contrapropuesta de la AMPTP fue de 86 millones.
La huelga ya superó los 70 días y cuando parecía que algunos ánimos podían flaquear, el sitio Deadline dio a conocer la declaración de un ejecutivo que dijo que “el objetivo final es dejar que la cosa se prolongue hasta que los miembros del gremio empiecen a perder sus casas y apartamentos”. Otro colega definió este plan como “un mal cruel, pero necesario”. Las palabras dieron renovados aires a los huelguistas, quienes también mantienen piquetes frente a los edificios de los estudios.
Actors Assemble
Cuando estalló la huelga, tanto el Sindicato de Directores de América (DGA) como el Sindicato de Actores de América y la Federación Americana de Artistas de Televisión y Radio (SAG-AFTRA) también se encontraban en negociaciones, con contratos con la industria que terminaban a fines de junio. Los directores lograron un acuerdo una semana antes del plazo, con aumentos escalonados a lo largo de los próximos años, mayores derechos residuales en el caso del streaming y una prohibición de asignar tareas relacionadas con la dirección a herramientas de inteligencia artificial. Y en ese momento parecía que los actores también terminarían firmando.
El mismo 30 de junio se supo que actores y estudios se habían puesto de acuerdo en estirar las negociaciones hasta el 12 de julio, con el gremio pidiendo en una carta pública que no se interpretara esta extensión como un signo de debilidad. Actualmente se presume que fue una estrategia de los estudios para que los actores contaran con un par de semanas más de tiempo para hacer prensa promocional para películas como Barbie, Oppenheimer o la última de Misión: Imposible. Pero no nos adelantemos.
Se acercaba la fecha del 12 y el 98% de los votantes en un sindicato con 160.000 miembros ya había autorizado una potencial huelga. Las razones del descontento eran similares a las de la WGA, ya que las temporadas cortas también representan menos trabajo para los actores, y se repetía el problema de los derechos residuales en plataformas. Además de la propuesta de la AMPTP de escanear en 3D a extras, pagarles un día de trabajo y quedarse con el derecho de su imagen para ser usada a perpetuidad con la ayuda de inteligencia artificial.
Parecía que SAG-AFTRA no llegaría a tomar una medida tan radical, en especial con la postura de su presidenta, Fran Drescher (sí, la protagonista de La niñera), quien pocos días antes de la nueva fecha límite estaba en Italia sacándose selfies con Kim Kardashian en fiestas de Dolce & Gabanna. Sin embargo, la chica llamativa de Flushing estaba a punto de mostrar las garras.
El jueves, el gremio realizó una conferencia de prensa anunciando el fracaso en las negociaciones y la suma a la huelga que mantiene la WGA. “No tuvimos opción”, dijo Drescher. “Nosotros somos las víctimas. Estamos siendo víctimas de una entidad muy codiciosa. Estoy sorprendida por la forma en que nos están tratando las personas con las que hemos estado trabajando. Francamente no puedo creer lo lejos que estamos en algunas cosas. Alegan dificultades económicas y que están perdiendo dinero a diestra y siniestra mientras les dan millones a los directores ejecutivos. Es desagradable, debería darles vergüenza”.
Acusando a los estudios de estar “del lado equivocado de la historia”, agregó una comparación con la Revolución Francesa. “Al final, el pueblo tiró abajo los portones de Versalles, y después la cosa se terminó. Ahora estamos en ese momento”.
La medida de huelga implica que los actores sindicalizados no pueden trabajar para compañías integrantes de la AMPTP, ni delante de las cámaras ni en voces para animación o narraciones en off. Tampoco pueden promover trabajos realizados para ellas (de ahí la mencionada extensión de las negociaciones), incluyendo aparecer caminando por las famosas alfombras rojas.
De hecho, los actores Emily Blunt y Cillian Murphy abandonaron la avant première de Oppenheimer en Londres en el momento en el que supieron de la medida de lucha. Los estudios, de manera preventiva, ya se habían bajado de eventos populares como la Comic-Con de San Diego ante la posibilidad de no contar con actores para promocionar sus películas o tener solamente a los que estuvieran del “lado carnero de la vida”.
Desde la WGA se recibió con agrado la noticia, al entender que la protesta en conjunto les dará más poder de negociación. Esto ocurre después de semanas en las que numerosos actores habían mostrado su solidaridad con los colegas de la industria, acompañándolos en los piquetes y hasta colaborando económicamente con la alimentación de quienes se manifestaban. Y desde todos los rincones se aplaudió la postura y el discurso de la ex Niñera, que finalmente se calzó el gorro frigio, aunque no literalmente.
“Muchos estadounidenses no tienen más de 500 dólares en ahorros”, dijo Drescher en conversación con The Hollywood Reporter. “Pero ¿cómo podemos seguir adelante con un contrato que es tan deshonroso y tan irrespetuoso? Esa no es la dirección en la que ningún grupo de trabajadores de este país debería moverse. Alguien tiene que poner un límite y hacer que el resto de los trabajadores nos respalden, y somos el ejemplo perfecto porque somos personas de perfil alto. Hacemos que los periodistas hablen de estos agravios que ocurren en todas partes. Solamente somos las personas con las que ustedes hablarán. Y estamos sirviendo a un propósito que va más allá de nuestros propios intereses, porque lo que pase ahora va a tener un efecto reverberante y sus tentáculos van a alcanzar a todos los rincones del planeta”.
Esta es la primera vez desde 1960 que los gremios de guionistas y actores se declaran en huelga al mismo tiempo. Por entonces el presidente de SAG era Ronald Reagan, quien fue reinstaurado en ese cargo solamente para negociar con los estudios, y hay quienes afirman que hizo demasiadas concesiones en el acuerdo que se firmó al mes de comenzada la protesta.