Por un lado, vivimos en una época en la que los grandes estudios de Hollywood ven a los blockbusters como simples inversiones, que filman una sucesión de películas de acción carentes de personalidad, tan caras que después no logran recuperar los costos. Por otro lado, está Tom Cruise, la última estrella viviente del cine, o al menos una persona que sabe elegir muy bien sus proyectos.

Con el regreso de Top Gun marcó el regreso de los espectadores a las salas después de la pandemia de coronavirus, y mientras tanto continuó produciendo una serie de películas que lleva 27 años y que (salvo una excepción cuestionable) no ha parado de entretener a la audiencia, que paga su entrada con la seguridad de que verá escenas de acción que desafían la lógica y las compañías que venden seguros de vida.

Acaba de estrenarse Misión: Imposible. Sentencia mortal parte 1, séptima entrega de la saga inspirada en la serie de televisión de 1966, que muchos conocimos en su continuación de fines de los años 80. Aquella del mensaje que decía “Su misión, si decide aceptarla” y que terminaba autodestruyéndose, y en la que los agentes utilizaban máscaras para hacerse pasar por otras personas. Y otra vez el resultado es una película entretenida y fácil de recomendar.

Un problema que suelen tener esta clase de divertimentos en los últimos años es la elección del villano. Aquí hay un gran enemigo conocido como la Entidad, que no es más que una inteligencia artificial que se volvió consciente. ¡Esperen! No dejen de leerme todavía, porque su presencia está bien utilizada, pero también se pone en evidencia que ningún gobierno es inocente cuando se trata de convertir en arma algo que acaban de descubrir. La saga de Alien habla de eso.

La Entidad tiene la capacidad de quedarse con el poder, y hay servicios de inteligencia internacionales convencidos de que podrán domarla. Uno de esos servicios es la Fuerza Misión Imposible (hay un buen chiste con respecto a la sigla), que cuenta entre sus integrantes con un agente de tendencias rebeldes y poco instinto de conservación: Ethan Hunt.

El Hunt de Cruise no tiene una personalidad tan definida como otros héroes de acción, lo que permite que los diferentes directores (Brian De Palma, John Woo, JJ Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie) jugaran con él como si fuera un muñeco de plasticina. Es bueno, es honorable y quiere a sus amigos; tampoco es que precisemos saber mucho más para hinchar por él mientras nos llenamos con pop. Pero me quedo con una frase que usan aquí para definirlo: “A mind-reading, shape-shifting incarnation of chaos”: una encarnación del caos que lee las mentes y cambia de forma (en inglés suena mucho más lindo).

Tenemos, entonces, a Tom Cruise contra la inteligencia artificial. Y en el medio habrá aliados de unos y otros, además de terceras vías que chocarán (a veces literalmente) con ellos. Hay referencias a algunas entregas anteriores, pero todo está lo suficientemente explicado como para que se entienda... aunque volveré sobre este punto en breve.

Los enfrentamientos se dan en los lugares más diversos (y bien fotografiados) del planeta. La acción comienza en una escena submarina de alta tensión y después se pasea por desiertos y diferentes ciudades europeas en las que no faltarán los disparos ni los enfrentamientos a golpes. Pero McQuarrie, por tercera vez al frente de una de estas misiones, sabe que estamos esperando siempre un poco más, e incluye una persecución increíblemente destructiva y una escena de tren que recuerda a otras, incluso de la saga, pero que tiene condimentos muy originales.

Al lado de Hunt están los sospechosos de siempre (Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson), pero quien realmente se come la placenta de la película es Hayley Atwell, quien se había recibido como heroína de acción del Universo Marvel, pero acá alcanza el estrellato. Y reafirma que este género todavía está bien custodiado por personas de cuarenta años y más. Del otro lado vuelve Vanessa Kirby y se suman Esai Morales y Pom Klementieff, mientras que Henry Czerny regresa como Eugene Kittridge después de su recordado papel en el primer film en 1996.

La película tiene una safe room analógica repleta de máquinas de escribir, tiene el mejor uso de un Fiat 500 desde Spectre (Sam Mendes, 2015) y por supuesto tiene a Tom Cruise corriendo como un loquito de aquí para allá. Pero también tiene una única falla, que puede interpretarse como una reducción de daños.

Al público no le interesan (tanto) las películas de acción con tramas lineales, así que las sagas y las historias originales suelen hacer malabares con varias pelotitas en simultáneo, lo que hace que por momentos uno se pierda. Aquí eso no sucede, porque los diálogos se encargan de explicar lo que está ocurriendo. Y si bien este recurso es tan viejo como el cine (sonoro), en más de una ocasión la información es dada de manera casi coreográfica por varias personas que hablan una a continuación de la otra, completando las frases como si fueran gemelos o amantes.

Si evitamos que este detalle nos distraiga, tendremos 163 minutos intensos, divertidos y visualmente atrapantes, que cuentan una historia bastante completa, aunque tendremos que esperar un año para la verdadera conclusión. Yo que ustedes aceptaba la misión. Esta crítica se autodestruirá cuando reciclen el papel de diario o apaguen internet.

Misión: Imposible. Sentencia mortal parte 1, de Christopher McQuarrie. 163 minutos. En cines.