“Quiero volver el tiempo atrás, pero un rato nada más”, es la primera frase de “Delorean”, el último track de El final de las cosas (2023). La canción, que homenajea con su nombre al transporte del doctor Emmett Brown y Marty McFly en la saga cinematográfica Back to the Future, no desentonaría en la cinta de un casete, entre baladas de Foreigner y Pat Benatar. Sin embargo, la obsesión por el tiempo de esta cantautora argentina poco tiene que ver con la nostalgia.

“Horas de más / en el mismo lugar / sin escuchar una palabra / una tragedia sin lágrimas / todo se vuelve tan lento y aburrido / estúpido y sin sentido / frío y egoísta / tan largo y sin salida”, canta en el tema que le da el título a su segundo álbum, antes de que caiga un riff de guitarra melancólico.

“Este disco no está inspirado en una cosa”, cuenta en diálogo con la diaria, "pero si tuviera que buscar un leitmotiv, diría que tiene que ver con que cuando vas creciendo comenzás a entender de qué se trata el final de una relación, de un trabajo, de una vida”.

Bárbara Recanati nació en noviembre de 1986 y desde el comienzo de su carrera artística encontró un modo casero y rápido de hacer las cosas, guiada por la curiosidad y su afición por la historia del rock. Comenzó pegando afiches con engrudo de sus primeras bandas, supo de grandes festivales como parte de Utopians y decidió comenzar de cero, nuevamente, como solista, con Ubicación en tiempo real (2020). También hizo mucha radio y editó el libro Mostras del rock (2021), una enciclopedia, guía y registro de la obra de las mujeres más y menos famosas del viejo género musical.

A Patti Smith, una de sus grandes referentes, la encontró por primera vez en el disco de éxitos de U2, The Best of 1980-1990. “En el librito interno, en los lados B, aparecía ‘Dancing Barefoot’ y al lado estaba escrito su nombre”, recuerda. “A partir de ahí, seguí buscando material de ella y así llegué a Garageland, un local en una galería que vendía cosas de rock y que atendía Patricia Pietrafesa [una de las pioneras del punk argentino]. Cuando entré al lugar lo primero que vi fue un póster gigante de Patti Smith; me alegró saber que había alguien más que la conocía y descubrí que era muy famosa. Luego Patricia, que también se convirtió en otro de mis faros, me prestó una biografía escrita por un español; era medio oscura, no hablaba para nada bien de Patti, la pintaban como una mujer muy dura. Enseguida me enamoré de ese personaje arisco y mal llevado de Nueva York, y me obsesioné. Así comenzó mi fanatismo por ella”.

Este sábado en la Zitarrosa, junto a Lux Raptor (teclados y trompeta), Tomás Molina Lera (batería), Marilina Bertoldi (bajo), Juan Manuel Segovia (guitarra), y de la mano de su nuevo álbum, comienza una gira que también tendrá actuaciones en Rosario, Córdoba, Tucumán y Buenos Aires, en Argentina, y Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y San Sebastián, en España.

Hacia adelante

“Lo del paso del tiempo no es que me afecte, creo que hasta me divierte”, reflexiona. “En las redes sociales, por ejemplo, hay una moda de recordar con algo de nostalgia cosas que alguien no vivió. Ponele: ‘Uh, encontré este walkman que era de mi papá’, y yo todavía lo tengo cerca, en un cajón, junto con una cinta adhesiva. Creo que la maternidad me cambió la perspectiva de todo. Puedo ver una foto y no saber si eso pasó hace cuatro años o cuatro meses, y sin embargo veo a mi hijo en una foto y me doy cuenta perfectamente de cuándo fue eso. Después de que cumplí 30, el paso del tiempo se transformó en algo importante para mí”.

Las canciones de El final de las cosas se hilan sin esfuerzo, en la forma de una narración de instantes y sensaciones muy personales. Podría leerse y escucharse como un disco de ruptura amorosa y desilusión, o como un canto existencialista, con un medido uso de las cajas de ritmo, abundantes teclados y sutiles pasajes de rock clásico y épico.

“Me pasa algo que puede sonar medio pretencioso, pero siempre me siento mejor que antes”, dice. “¿Viste cuando te da terror, pánico que te pase algo? En mi caso, el miedo que tuve toda la vida fue el de viajar al pasado y quedarme varada ahí”, confiesa, "cuando alguien dice que le gustaría volver a sus 20, 30 años, yo no volvería ni una semana atrás; de pensarlo me da un escalofrío en la espalda. Un ratito, pero ya está. Soy de cambiar mucho, siento que no puedo volver a mi yo anterior”.

A su modo de escribir canciones lo define como un juego de rol: “A veces me pasa de sentir algo muy fuerte, siempre algo muy personal, y lo escribo, pero después la canción puede precisar una parte B, una parte C. Puedo quedarme con esa primera parte y dejar que pase un tiempo. Entonces, cuando retomo la composición, trato de volver a ese momento, para volver a sentir esa misma angustia o alegría original. Esa dinámica me da mucha más libertad para fantasear”.

En relación con el sonido de sus discos solistas, y su búsqueda cada vez más ligada al pop-rock, con toques de música electrónica, no duda a la hora de tomar partido: “Siempre hice rock y ahora también. Además, soy muy purista cuando escucho música. Si estoy en una fiesta y pasan reggaetón, yo soy la rara que se queda en un rincón, no pude aggiornarme a eso. Tengo tatuajes de Iggy Pop, David Bowie, de los Stones; soy re de la vieja escuela. Me encanta que mi guitarra sea del 75, no usar distorsión y saber que el de AC/DC (Angus Young) tampoco la usaba. Me gusta la historia del rock, me encanta criticarla y reescribirla, y descubrir otra historia”, remata.

Barbi Recanati, gira El final de las cosas. Sábado 5 de agosto a las 20.30 en sala Zitarrosa (18 de Julio 1012). Entradas a $ 1.000, $ 1.200 y $ 1.300.