El Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) ofrece dos exposiciones que proponen intensas e interesantes tensiones entre ejercicios de memoria y creación artística contemporánea en torno a los 50 años del golpe de Estado de 1973 y la instauración de la dictadura de civiles y militares. La titulada Se va a acabar, con curaduría de Fabiana Puentes y Agustina Rodríguez, centra su atención en torno al Mundialito de fútbol y las campañas publicitarias oficial y de resistencia popular por el plebiscito constitucional de ese año. Si seguimos escalones abajo la estela de tinta en una pared escrita, en el subsuelo podemos ver y leer la exposición Pasar revista, con curaduría de Denisse Torena. Cabe aclarar que esto lo escribe uno de los expositores seleccionados.

Pasar revista es una exposición de humor gráfico. Una amplia categoría de la que abreva la “historieta”, que hibridó a las artes visuales con la literatura. La historieta es un arte impreso, hoy día reproducida también electrónicamente. A diferencia de la pintura o la escultura, no fue creada para ser vista y leída a distancias medias o largas (por ejemplo, colgada en una pared). Las viñetas e historietas fueron guionadas y dibujadas en la soledad del escritorio o mesa del artista para ser sostenidas entre las manos, o sobre otro escritorio, o bajo las sábanas, o cualquier ámbito íntimo y cercano a los ojos también solitarios de la persona a la que se ofrece el libro, el diario, la revista, la tablet u otra pantalla. Por eso, cuando están en una exposición, recortadas, aplanadas y separadas por ladrillos, exigiendo ser vistas de pie, sin dejarse tocar ni oler, se pueden sentir un poco lejanas, desarropadas, empequeñecidas, fuera de su elemento.

Sin embargo, cuando una curaduría presenta un concepto histórico y político que las ubica cronológicamente como eslabones de una tradición en tensión con su presente, entonces las viñetas e historietas se prestan con mejor humor a devolvernos graciosamente ideas y emociones de nuestras tragedias, personales y colectivas. Esto es lo que pasa en el subsuelo del EAC.

Celdas con memoria y presente

Pasar revista reúne en las celdas del lado izquierdo del “underground” de esta excárcel obras de 12 artistas y portadas de periódicos y suplementos de humor gráfico nacidos, censurados, clausurados y renacidos desde 1968 hasta 1982, cuando la revista El Dedo –aun siendo clausurada– inicia una nueva etapa tras el período más oscuro (entre 1975 y 1982 no existió prensa de humor gráfico).

Del lado derecho se exponen las obras de seis contemporáneos, seleccionadas y organizadas por temas en cada celda (religión, política, cultura, la crisis de la que no se habla, vida cotidiana y una miscelánea bajo el rótulo “salvajadas”), como si fueran páginas de secciones de una revista imaginada: La Rendija.

Tuvo la curadora que imaginarla, porque ya no se publican revistas de humor en Uruguay. De hecho, con las excepciones de Caras y Caretas y el mensuario infantil Gigantes de la diaria, la prensa uruguaya hoy no publica historietas de autores nacionales (el humor gráfico en prensa se atrincheró en las obras de caricaturistas). Los humoristas gráficos contemporáneos publican esencialmente en internet y redes sociales, libros de autor y pequeños afiches callejeros o grafitis.

En el corredor central y en una de las exceldas hay mesas vidriadas en las que pueden apreciarse revistas impresas, dibujos originales y plumas y herramientas de los dibujantes.

Lo que ocurre, entre otras cosas, es lo que consigna no sin cierto asombro una integrante del equipo del EAC –a quien presumimos más habituada al estupor o perplejidad que a la sonrisa o la carcajada– en un mensaje tras las primeras horas de exposición: “¡La gente se ríe!”.

Bochas creando

Torena realizó una investigación histórica que la paseó por bibliotecas, la calle Tristán Narvaja e internet buscando tesoros de la memoria del humor uruguayo. Así nos cuenta al entrar a la sala que recopila Misia Dura, la revista más duradera de las presentadas en la exposición, si se cuentan sus períodos como publicación independiente y como suplemento de los diarios Ya y El Popular entre 1969 y 1973.

Nos indica el texto a su entrada que “en un altillo de la calle Justicia se reunieron por primera vez un puñado de dibujantes y escritores convocados por Cuque Sclavo para crear una revista de humor y expresar las injusticias que se vivían a diario en la sociedad”, mientras suena el disco del espectáculo Misia Dura al poder, realizado en los teatros El Galpón y Stella en 1971. Un ejemplo de colaboración entre teatreros, escritores, músicos e historietistas y también testimonio de un espíritu colectivo y solidario guiado por el ejercicio y la búsqueda de “lo popular” (para lo cual conviene esté instalada la idea de “pueblo”, palabra paradójicamente desaparecida del habla popular) que en la sociedad hiperconsumista del individualismo extremo actual parece difícil de generarse, como no sea bajo estrategias puntuales de comarketing. Ocurre también aquello que observó Pasolini: lo único bueno del fascismo era que nos unió a todos contra él.

Néstor, Pancho y Blankito se conocieron en Misia Dura e imaginaron la revista La Bocha, en alusión al apodo del presidente Jorge Pacheco Areco. Pero el ministro de Cultura –un tal Julio María Sanguinetti– les negó la autorización para salir, cosa que hicieron reconvertidos en La Balota, como suplemento del diario Ahora, y luego de su clausura con el diario Última Hora. Es humorístico en sí (si pasamos goma de borrar a la tragedia) observar la secuencia de sucesivas censuras, clausuras y reaperturas bajo otros nombres, de revistas, personajes e incluso apodos de autores. Hecha la ley deslegitimada, hecha la trampa.

Entre personajes recurrentes, como las múltiples representaciones de la “República” (una mujer con gorro frigio), o los banqueros obesos y ojerosos con sombrero de Tío Sam del FMI, que daban testimonio en cada publicación de los riesgos que corrían la democracia y el empleo (y el salario y las jubilaciones), y caricaturas de políticos y sus anuncios coyunturales que alimentaban trazos de humor repentista, vale la pena detenerse a disfrutar joyas de humor perenne, como las páginas de absurdo con exploraciones del arte abstracto de la historieta de Blankito “La nada”.

Pero La Bocha llegaría a existir en 1972, igual que La Chacota. Los humoristas gráficos y escritores uruguayos sumaron en la primera a Fontanarrosa de Argentina y Ziraldo de Brasil, y en la siguiente a Quino, así como a colaboradores de México, Perú y Chile.

Tras pasar revista a La Pipeta y el humor de Marcha, sobre el final del corredor aparece El Dedo con historietas del originalísimo Fermín Hontou (Ombú) en colaboración con el guionista Carlos Di Lorenzo (Dilo), del “rioplatense” Tabaré (el creador de Diógenes y el Linyera estaba entusiasmado con cruzar el charco para recorrer esta exposición en su país natal cuando murió), Miguel Casalás y los agudos y valientes escritos de Elina Carril con hermosas y siniestras ilustraciones de Pilar González (textos y dibujos humorísticos de mujeres sobre la vida de las mujeres: algo sin precedentes en las otras revistas expuestas).

Dicen presente

En el primer semestre de 2023, en paralelo a esta recuperación de la tradición y la memoria, Torena seleccionó obras de cinco historietistas que trabajamos en la actualidad. Fuimos junto a Matías Bervejillo (Mat), Federico Murro (Murro), Andrés Farías (Andrés Alberto) y María Alcorta (Maco) a reuniones en un estudio de la calle Ejido con una mesa donde entre las migas de galletas caían libros, impresos y originales nuestros junto a aquellas revistas con las que reían cómplices y esperanzados los coetáneos de nuestras madres, padres y abuelos/as. Muy pronto se sumó el escritor (porque toda revista debe contar con al menos uno) Ignacio Alonso (Nacho). De la selección de historietas y viñetas previas de estos autores y de guiones, dibujos y escritos creados expresamente para esta exposición bajo el concepto de la revista La Rendija es que se nutre la muestra de la producción contemporánea de humor gráfico.

Allí está el humor sutil y la depurada sensibilidad para el retrato de vivencias cotidianas de Maco, humor que se expresa incluso –acaso a su pesar– cuando nos dice “yo no sé si soy humorista”. Las simplemente deliciosas delirantes categorizaciones en las que nos encierra (y nos libera en la misma celda o viñeta) Andrés Alberto. El trazo grueso, experto, paradójicamente cariñoso, salvaje y provocativo de Mat. El humor y la maestría gráfica de Murro. Y el juego de textos iconoclastas de Nacho. Y allí están también algunas de mis historietas (Eyhe) y, sobrevolando todo, la selección y puesta en escena de Denisse Torena (dibujante y docente).

¿Se ha perdido aquello?

Nos advierte Umberto Eco que la censura ya no consiste en el burdo acto de prohibir, eliminar y pretender ocultar (lo cual, en el juego democrático, bien puede ser una oportunidad de mayor difusión), sino que se da por la vía de la sobreinformación: aquello que merecería una mejor atención desaparece entre la hojarasca de mensajes. Por otro lado, el filósofo Emile Cioran nos revela que las grandes religiones e ideologías no son otra cosa que cruzadas contra el humor.

¿Dónde está la censura ahora? ¿La tenemos incorporada? ¿Se ejecuta disfrazada de “tolerancia” o “respeto” en este fascismo light (pero fascismo al fin) proclamado “políticamente correcto”? ¿Las oficinas de censura de los gobiernos se han privatizado en millares de cancelaciones en redes sociales? Torena relata que durante el proceso de armado de la exposición este grupo de historietistas habló sobre el tema. “Nos vimos censurados, pero por una censura propia, de adentro, y también nos preguntamos ¿qué tenemos para decir?”. Entonces, se abrió La Rendija.

Surge un angustiante malestar cuando se pone en tensión histórica el humor gráfico de hace 50 años y el actual, al constatar el quiebre de la tradición provocado por la acción destructiva de la dictadura. La clausura de revistas y suplementos de humor gráfico y la diáspora de los artistas (Blankito y Pancho se exiliaron en Europa, Tabaré se radicó en Buenos Aires) dejaron un vacío. Una desertificación de la creación y un quiebre en la natural herencia cultural y profesional que se practicó hasta 1975 con cierta continuidad en las redacciones y los cafés montevideanos.

Los nuevos brotes que nacieron (tras esos siete nefastos años sin publicaciones) con El Dedo y luego se extenderían a Guambia, entre otros medios que surgieron fuera del período contemplado por la muestra, también desplegaron genio (o al menos ingenio) y ricos y variados talentos en ideas, textos y dibujos. Pero simplemente ya no serían los mismos de la etapa previa al corte de la dictadura en sus estilos, temáticas y ciertas exploraciones artísticas de rabiosa libertad y espíritu transgresor, acaso no agotadas en su momento.

Y sin embargo algo de lo que nos parece desaparecido o inconcluso acaso vive (transformado) también ahí, en papeles amarillentos y también aquí, en pantallas luminosas.

Hay una tradición, que se remonta en línea directa a aquella publicación casi unipersonal que tuviera el nombre del afamado personaje que también era apodo de su autor (Peloduro), de proyectos eminentemente colectivos como El Dedo, dirigido por Antonio Dabezies, al frente del colectivo que sería más adelante “la patota” de Guambia.

El filósofo catalán Eugenio d’Ors aborda el tema de la originalidad en la creación como un fenómeno que no se trata del surgimiento de algo completamente nuevo, o nunca visto, lo cual eventualmente no podría siquiera ser decodificado, como si de un mensaje extraterrestre se tratase. Él prefiere dividir la creación artística en dos posibilidades: o es parte de la tradición, o es plagio.

Esta exposición es “pasar revista” a un interesante eje de espejos entre dos capítulos de una misma tradición: lo que el humor gráfico uruguayo era hace 50 años y lo que es hoy.

Pasar revista, en el Espacio de Arte Contemporáneo (Arenal Grande 1930), de miércoles a sábados 13.00 a 19.00 y domingos de 9.00 a 20.00. Entrada gratuita.