En 1982, para promocionar su álbum Cuerpo y alma, Simone Bittencourt de Oliveira protagonizó uno de los especiales de televisión más espectaculares de los que se tenga memoria. Producido y transmitido por TV Globo, el programa –una mezcla de documental, periodístico y la transmisión de un concierto en vivo para 60.000 personas– fue una apuesta de relativo riesgo, pero de gran puesta en escena, con la que se buscó mostrar un perfil definitivo e íntimo de la cantante más popular del Brasil. A pesar de que el narrador responsable de aquel relato presentaba a la artista como “una mujer segura de sí misma”, Simone escondía su mirada en los rulos de su frondosa melena, como el último resguardo posible ante la explosión de su fama a de alcance mundial.
Para esa fecha ya había editado 11 discos, desde su debut homónimo de 1973, con el que supo conquistar de inmediato a franceses y alemanes; su voz estaba ligada al cine y la tevé –grabó la banda sonora del film Doña Flor y sus dos maridos y un sinfín de canciones para telenovelas, entre ellas Malu Mujer (1979), que ayudó al éxito de su clásico “Comenzar de nuevo”– y era una más entre los grandes de la música de su país que la invitaban a sumarse a sus shows, como Toquinho, Roberto Carlos y Milton Nascimento, a quien le encargó la composición de “Cigarra”, la canción de la que heredaría su apodo.
Hija de un cantante de ópera aficionado y una madre que tocaba el piano y la guitarra, nació el 25 de diciembre de 1949 en Salvador de Bahía, rodeada de música, y pronto también de traumas y miedos que, durante la adolescencia, la obligaron encerrarse en su cuarto, a caminar encorvada para evitar las burlas por su altura, y a evitar que se escuchara su particular voz. Algunas casualidades y, sobre todo, una amistad, permitieron el milagro de que alguien (un ejecutivo del sello Odeón) se diera cuenta de la estrella escondida en la oscuridad.
Asumida cantante y artista, Simone, de fuerte fe religiosa, adoptó el color blanco para su vestimenta de escenario, y llevó adelante una carrera de constante y permanente dedicación por la que recibirá en el próximo noviembre un Grammy Latino como “premio a la excelencia musical”.
A Cuerpo y alma, le siguieron más de 30 discos –entre los de estudio, las bandas sonoras y las grabaciones de conciertos en vivo– y una larga lista de canciones hechas a medida de Aquí está su disco, entre ellas, su versión de “Procuro olvidarte”, “Yolanda”, “Una nueva mujer” y “La distancia”.
Con Tô voltando, la gira que la trae a Uruguay, Simone festeja 50 años en la música y promete estrenar nuevo material en su recital en el Sodre.
Su último LP, Da gente (De nosotros): “Son canciones de compositores del nordeste de Brasil, con excepción de Tiago Torres, que fue mi compañero en esta grabación”, cuenta, en diálogo con la diaria.
“Este disco está dedicado a los pobladores de ese lugar, quienes, a pesar de verse castigados por muchas cosas, no se dejan abatir, sonríen, son cautivantes y comparten entre sí lo que tienen. La idea que quería transmitir es que no se puede concebir un mundo sin una buena convivencia, sin pensar en los otros, es algo que no puedo comprender de otra manera”, explica Simone.
Su motivación para subirse al escenario sigue siendo la misma, asegura: “Soy una apasionada de la música. Si un día pierdo eso, me retiro. Para mí la música es una comunicación directa con el divino, o como sea que se llame, es una fuerza espiritual muy grande”.
Durante la pandemia, confinada en su casa, y sin saber muy bien cómo seguir, se dedicó a fabricar esencias de perfumes (sus preferidos son los cítricos) y a encontrar una manera de comunicarse con los demás: “Quería hacer algo para mí y para las personas que estaban necesitadas de escuchar música y de tener cariño y un abrazo, de una forma diferente”, relata.
“Todos los domingos hacía una transmisión en vivo por Instagram y era como si fuera un show cada vez. Canté más de 500 canciones, cosas que nunca había grabado, empecé tocando la guitarra muy mal, pero nada me impedía probar lo que tuviera ganas. Lo hice durante un año, sin tener mucha idea de tecnología. Era una cosa de mirar el teléfono e imaginar que estaba entrando en muchos hogares, de aquí y de afuera, y eso me hacía muy bien, y creo que también les hizo bien a muchas personas”.
Sobre sus viejos y registrados miedos, reconoce que todavía le quedan algunos, aunque muchos menos: “Sigo teniendo miedo a morir. Quizás el más grande sea el de perder la voz, que es mi herramienta de trabajo. Sueño con seguir siendo una persona buena. Dicen que cuando uno envejece se puede convertir en alguien muy controlador, muy mezquino, o, al contrario: pierde sus miedos, se convierte en una persona de manos abiertas, de mucha generosidad”, dice. “Yo quiero quedarme de ese lado, como ‘Maluco Beleza’ [personaje de la canción homónima de Raúl Seixas], quiero quedarme muy tranquila, sencilla, para abrazar a la gente y mirarla a los ojos. Todo lo que hice en mi vida lo hice por y con amor”.
Simone, Tô voltando. Martes 8 de agosto a las 21.00 en el Auditorio Nacional del Sodre (Mercedes 823). Entradas desde $ 1.800 a $ 3.500 en Tickantel.