Antes de iniciar su carrera como solista, Fernanda Giménez (Fer O-Smith) se fue tan lejos como a Nagawki, un pequeño pueblo ubicado en el centro de Polonia, con jardines soñados y casas grandes y antiguas reformadas. Allí, junto a artistas de todo el mundo aprendió canto en el European Vocal Camp 2015 y comenzó a trazar las coordenadas de su gran anhelo.
La ficha que le faltaba la encontró en Irlanda en 2017. “Cuando vuelva, por fin voy a emprender mi carrera solista. Es el momento de hacer lo mío”, se dijo. Un amigo le había comentado sobre las ventajas que ofrecía el país isleño para los músicos, juntó plata y se tomó otro avión. “Fue una experiencia divina. Tocaba versiones de Guns N' Roses y The Cranberries, primero en la calle y después también en pubs, y como la gente se daba cuenta de que era latina, a veces también me pedían que cantara tangos”, relata.
“Acá en Uruguay, tocar en la calle es un trabajo que está denigrado. Allá es todo lo contrario, hay una gran cultura de esa práctica, con músicos de la puta madre. Ed Sheeran, por ejemplo, arrancó así. Había hasta spots de promoción y los lugares donde podías actuar estaban marcados en las plazas, todos los días pasaba una persona que regulaba los volúmenes y a través de un grupo de Facebook te podías organizar con tus colegas para ver a qué hora iba cada uno a tal lugar. Irlanda es muy amigable en ese sentido”, afirma.
“Siento que por mucho tiempo me escondí en los proyectos de los demás. En Uruguay no estaba acostumbrada a tocar sola con la guitarra. Cuando estaba en Irlanda fue tipo ‘dejate de pavadas y encará’. Esa estadía fue como subir diez escalones de golpe. Llegás, tocás y no te da tiempo ni para que te dé vergüenza”, cuenta.
De ese viaje regresó a su patria decidida a afrontar las canciones de No más lobby (2020), su primer disco, por el que fue nominada como Mejor artista nueva en los Premios Graffiti en 2021.
Oriunda de la ciudad de Tarariras, en Colonia, desde muy chica quiso probar cómo sonaban los teclados de una profesora de música que daba clases en su casa. Cuando su madre la escuchó cantar por primera vez, le pareció que su hija tenía un talento especial y comenzó a llevarla a todo tipo de castings de talentos, incluido el del programa argentino Popstars, del que salieron grupos como Bandana y Mambrú.
Fernanda no tiene un buen recuerdo de esa etapa ni de las pruebas a las que iba un poco a regañadientes. De hecho, sabe que ahí comenzó su decepción con la industria musical y su deseo de tomar un camino independiente. “Ahora, cuando me dicen que me presente en alguno de los concursos de cantantes que hay en la tele, digo ‘ni loca, prefiero quedarme en mi casa haciendo lo mío y no participar en ese tipo de programas en donde lo último que importa es la música’”, confiesa, desde un sofá en el que está instalada en su sencillo apartamento.
En el piso hay dos pilas de discos que comparte con su pareja. Entre sus preferidos se destaca: uno en vivo de Simply Red en Australia, el Houses of the Holy de Led Zeppelin y el Raising de Rainbow. A su banda, integrada actualmente por Diego Bonomo en guitarra, Tote Fernández en batería y German Rodríguez en bajo, ya no le quedan ensayos previos al show, y Fernanda todavía teme qué pasará en el momento en que se siente al piano para interpretar una de las canciones del repertorio previsto para este viernes.
“Es como que me parece una falta de respeto con otros músicos”, dice, al mando de todos los detalles de su proyecto, incluidos los relacionados con la promoción de Morir en el 2006, su nuevo disco.
Fernanda aprendió a tocar la guitarra escuchando The Cranberries y desde sus años liceales ha sido parte de diversos proyectos musicales. En Colonia integró una banda de covers de rock argentino que tocaba en bares y clubes locales. En Montevideo, ciudad a la que se mudó en 2008, fue la voz líder del grupo de heavy metal Fuego Fatuo y más tarde, en 2018, la convocó Fixion.
En la capital, desencantada de su acercamiento al mundo de las estrellas pop, se puso a estudiar producción musical y a componer canciones que fue guardando.
Morir en el 2006 es lo más parecido a lo que estaba buscando desde hace mucho tiempo: un disco de pop rock que resume todas sus influencias y en el que cuenta, sin demasiados filtros, su mirada algo melancólica del pasar de los días.
“Siempre tuve la fantasía de haber nacido en otra época y, por ende, haber muerto en otro momento”, explica sobre el título de la canción que le da nombre a su segundo disco solista. “Para mí la música es lo más importante en la vida, de eso es de lo que estoy hablando con un poco de humor. Siento que en esa fecha [2006] comenzó la decadencia que sufrimos hasta ahora. Hay un montón de colegas que están haciendo cosas buenísimas, pero lo que la industria te muestra todo el tiempo es basura: letras que denigran a la mujer, hombres llenos de cadenas y rodeados de autos, como si eso tuviera alguna importancia. Es como vivir en una cultura sin cultura”, dice, y reivindica el pop de los 80, el rock de los 90 y rescata a Linkin Park, System of a Down, Paramore y Abril Lavigne, de los primeros 2000.
“Si hay algo bueno de este momento, es que tengo muy claro lo que quiero seguir haciendo con mi música”, asegura. A su espalda, sobre el respaldo del sillón, una fila de pequeñas lápidas hechas de madera y pintadas por ella misma simulan su muerte, junto a un código QR que permite acceder a sus nuevas canciones.
Fer O-Smith. Viernes 15 de setiembre a las 21.00 en Magnolio (Pablo de María 1015) Entradas a $ 500 en Tickantel.