“Hoy es el último programa de Cha Cha Cha. Si bien hay algunos que... bueno, lo ignorarán, hay otros para los cuales este programa era importante. Importante porque era el programa con el que se reían. A mí me daría pena que lo levantaran. Incluso me dio pena que se levantara algún programa que yo quería. Sabemos que hay mucha gente que nos quiere y mucha gente que no nos ve, por eso hicimos una serie de reformas, pero la gente no vino. Sería mentiroso si les echara la culpa a cuatro o cinco infradotados, mente corta que mandan cartas a los anunciantes. Quedaría bárbaro, quedaría como: ‘¡Ah, mirá! ¡Levantaron el programa por la censura, loco!’. No, eh, no es así. No les voy a regalar tan fácilmente a estos señores esa bandera que después enarbolan, los cuatro que son, porque de alguna manera esta gente me hace un gran favor, son los que nos obligan a rebelarnos y los que nos ayudan a encontrar el horizonte, ¿quién es la gente que nos hace sentir mal? A la gente que cristianamente perdonamos. Porque la idea nuestra es, con este programa, construir. Y sabemos que hay mucha gente a la cual este programa le hacía bien, una caricia en el alma. Con las guarangadas que a veces decíamos y con esa mitad y mitad, como hablábamos el otro día con Capusotto. A nosotros nos gusta la cosa refiné y también esa cosa graciosa que tiene meter los dedos en la mayonesa para buscar una aceituna. Bueno, a todos los que nos siguieron, para los que fue importante este programa, les agradecemos mucho y les mandamos un beso de parte de Fabio, de Capusotto, de la Pipi, de Moshner, de Marín, de Lito, de Céspedes, de la Sznaider y mío. Otra de las cosas que quería decirles es que es comprensible que no estemos más en la televisión. Ustedes ven que no hay lugar para nosotros. Este programa no tiene un lugar en la televisión, es excesivamente caro, excesivamente poco comercial. Este programa es como fue al principio y como termina siendo. Este programa termina siendo como empezó siendo. Bueno, chau”.

De esa forma, Alfredo Casero se despedía de Cha Cha Cha tras cuatro temporadas. En su adiós resumía el espíritu del programa y aludía a las presiones que recibieron por parte de la fundación católica Argentina del Mañana, que instigó a las empresas para que no anunciaran allí, molestas por el personaje del pastor Peperino Pómoro que interpretaba Fabio Alberti en el sketch “Todos juntos en capilla”.

Hasta entonces Cha Cha Cha había sido un espacio humorístico de inusitada libertad donde confluía un conjunto de artistas con un tránsito en común por la escena teatral alternativa. Casero, Alberti y Diego Capusotto son los únicos actores que participaron en todos sus capítulos, mientras que el resto del elenco fue mutando a través de los años, a la par de los directores y productores que alternaron temporada tras temporada, entre los que pasaron Nicolás Repetto, Néstor Montalbano y Sebastián Borensztein, hijo del actor Tato Bores.

Peronismo y psicodelia

Desde su refundación en 1991 hasta fines de esa década, el canal abierto América fue un inmenso jardín de producciones televisivas inusuales para la tevé argentina. Durante aquellos años debutaron Caiga quien caiga, de Mario Pergolini, Día D con Jorge Lanata, El rayo, que formatearía la estética de los magazines para jóvenes montado a ediciones vertiginosas, además de la llegada a la pantalla chica de Las patas de la mentira con Lalo Mir, que fue la primera producción audiovisual centrada en archivos televisivos.

Foto del artículo 'Todo lo que necesitas es humor: la historia de Cha Cha Cha'

Antes del arribo de esas realizaciones surgió De la cabeza (1992), un programa humorístico que reunía a una selección de artistas del under porteño, entre los que se destacaban Alfredo Casero, Favio Posca, Mariana Briski, Fabio Alberti, Sandra Monteagudo, Pablo Cedrón, Rodolfo Samsó (Alakrán), Vivian El Jaber, las conductoras del programa radial Locas como tu madre, el grupo teatral La Cuadrilla, Diego Capusotto y Mex Urtizberea, entre otros. El director era Mariano Mucci, más reconocido por su trabajo como realizador de videoclips, además de dirigir la serie lisérgica Boro Boro (1993), de Pipo Cipolatti, que tuvo un pasaje fugaz por Telefe. Montalbano, el realizador de exteriores, continuaría su trayecto televisivo codirigiendo junto a Jorge Katz la primera temporada de Cha Cha Cha y años después acompañó a la dupla Capusotto-Alberti en Todo x 2 pesos, además de dirigir varias películas como Soy tu aventura (2003) y Pájaros volando (2010).

Al año siguiente, Mucci y parte del elenco, entre quienes estaba Posca, aceptaron la propuesta de Canal 9, que se interesó en replicar este formato para poner en su pantalla Del tomate (1993). Ante esa migración, la segunda temporada de De la cabeza culminó a mitad de año y dio comienzo a Cha Cha Cha, tras el interés del actor y conductor Nicolás Repetto, que era fan del programa y les propuso producirlos.

Alberti sugirió el título tras un viaje a Europa del que regresó con un disco de Boris Vian que incluía “Mozart avec nous”, su versión de la “Marcha turca” de Mozart. Tras escucharla, fue elegida para la apertura del programa, que hasta entonces tenía como nombre El tuco, por sugerencia de Urtizberea. Pero en cuanto escucharon el estribillo de esa canción cambiaron de idea y optaron por Cha Cha Cha.

Por encima de los vaivenes del elenco, hubo una continuidad en la estética y los contenidos a lo largo de sus cuatro temporadas e incluso conexiones con el germinal De la cabeza. Desde la parodia a formatos televisivos y publicitarios, hasta personajes como el sexólogo paraguayo Nelson Carmen Gómez, el poeta, Alakrán, Fatigatti, y todos los Juan Carlos: Petela, Petruza, Palorna, el Ratón, Batman y etcéteras. Mención aparte merece el ministro de Ahorro Postal Gilberto Manhattan Ruiz, inspirado en Domingo Cavallo: “Un vecino suyo venía y nos contaba que se le escapó la perra a la chica que cuida la casa, entonces cuando grababa el sketch yo decía: ‘Ayer a la tarde se me escapó la perra y quiero saber dónde está porque se augura un batacazo económico’. Bastaba con contar su vida para provocar la sensación de absurdo, eran pequeñas cosas que le pasaban al tipo y se enojaba hasta el delirio”,* recordaba Casero hace diez años, cuando lo entrevisté para el semanario Brecha.

Otra notable continuidad entre De la cabeza y Cha Cha Cha es su lenguaje audiovisual veloz y fragmentado, semejante al zapping, además de las referencias peronistas, psicodélicas, futboleras y rockeras, con la participación de músicos actuando en sketches; es el caso de los Illya Kuryaki and the Valderramas, entrevistados como jóvenes problemáticos en “Juzguemos a los otros”, o el de Charly Alberti (de Soda Stereo) interpretando al futbolista Washington Carcazón, la nueva adquisición boliviana del Ballester Molina en “Penal y gol es gol”.

El otro vuelo de Eurnekián

Sorprende la continuidad de Cha Cha Cha durante cuatro temporadas sin haber gozado de masividad alguna; los motivos de su permanencia estuvieron estrechamente vinculados a la buena relación que mantenía Casero con Eduardo Eurnekián, por entonces dueño del canal (y actual propietario de la empresa Puerta del Sur SA, que cuenta, entre otras concesiones, con la del Aeropuerto Internacional de Carrasco). “Eurnekián quería el programa y no tenía nada mejor que poner. Además tiene en la cabeza una locura propia, un tipo muy especial que escuchaba la misma música que nosotros, osado, nos tenía mucho cariño”, evocaba Casero.

Acerca de la continuidad, hoy Montalbano destaca la confianza en Casero por parte de algunos jerarcas: “Ya en De la cabeza cuando grababa Alfredo venía Eurnekián al piso con algún famoso para que le pusieran el ojo. Recuerdo que decía ‘este tipo está verde, pero cuando la agarre y entienda de qué se trata este negocio va a ser el próximo payaso nacional, el nuevo Olmedo’. Había una especulación sobre su trabajo a futuro, y mantener el programa era una forma de invertir en él. De todos modos, nos preocupaba el bajo rating, sentíamos la presión de no poder llegarle a la gente. Luego te das cuenta de que la publicidad adopta tu lenguaje y Tinelli pretende versionar tus sketches haciendo una cosa más berreta y populista”.

En ese sentido cabe recordar que, tras la primera temporada, el programa sufrió otras bajas como las de Cedrón, Alakrán (quien volvería tiempo después), Briski y Monteagudo; todos partieron rumbo a Telefe, donde desplegarían su talento en destinos como Videomatch y Nico, entre otros. Por su parte, Urtizberea comenzaría con Magazine for Fai acompañado por la cineasta Lucrecia Martel y un elenco de niños, entre los que sobresalían su hija Violeta, Julieta Zylberberg, Martín Piroyansky, Laura Cymer y Julián Kartun.

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A raíz de estos cambios, Cha Cha Cha regresó en 1995 bajo el subtítulo Dancing in the Titanic y con varias incorporaciones que reforzaron su elenco. Entre esos ingresos sobresalían las actrices Alejandra Flechner y Gisela Gaeta, además del actor Daniel Marín, que sustituiría a Urtizberea en algunos sketches como “Batman” y “Telescuela técnica”. Aquella temporada tuvo la singularidad de suceder mayormente en vivo por una decisión de Borensztein, quien probó esa modalidad una noche en que coincidía su emisión con un partido entre las selecciones de Argentina y Chile, durante la Copa América desarrollada en Uruguay.

Sobre aquellos episodios en vivo y con una tribuna poblada de fans, Capusotto recordaba: “Fue cuando medimos más, pero no había tiempo de elaboración, resultaba muy desprolijo. Lo hicimos como una prueba en vivo y funcionó, era casi como el teatro, con actuaciones más genuinas, pero no siempre terminábamos de redondear porque había problemas técnicos. En Cha Cha Cha teníamos una idea madre pero no un guion, y cada uno seguía la historia según le parecía, era como un ejercicio de improvisación. Sabíamos dónde empezaba y dónde terminaba, pero a veces la improvisación dispersa la idea. Es un ejercicio peligroso en condiciones profesionales porque te rodea una cantidad de asuntos técnicos, tenés que arrendar el estudio por determinada cantidad de horas, también el tiempo de edición y la iluminación te condicionan”.

Otra característica de esa temporada fue la actuación de artistas como Charly García, quien meses después de grabar el Unplugged para MTV participó de una parodia de aquella presentación, acompañado por algunos músicos de su banda. En dicha ocasión personificaba al líder del grupo Los Puertas, que primero dialogó con el mexicano Edgard Leumann, interpretado por Casero, supuesto hijo del pionero del café concert Eduardo Bergara Leumann, quien además conducía el musical La botica del tango. Tras la entrevista, en un idioma semejante al spanglish, García interpretó una versión inconclusa de “You Really Got Me” de The Kinks.

La culpa fue del cha cha cha

El componente musical del ciclo fue otro factor común entre todas sus temporadas; a veces tocaba La Halibour Fiberglass Sereneiders, integrada por Alfredo Casero y Mex Urtizberea, acompañados por músicos de trayectoria como Lito Epumer, Javier Malosetti y Juan Carlos Mono Fontana, entre otros. Incluso La Halibour, ya sin Urtizberea, cerró varios capítulos de esta temporada, donde también tocaron Los Visitantes y La Mississippi. Varios integrantes del elenco manifestaron su admiración hacia los cómicos uruguayos de Telecataplum, que en algunos casos (Enrique Almada, Berugo Carámbula y Julio Frade) además de actores eran músicos, y apelaban a esas destrezas como parte de su performance televisiva.

El siguiente año transcurrió bajo el subtítulo El estigma del doctor Vaporeso (1996) y tuvo la particularidad de ser repetido entre 2001 y 2006 por la señal I-Sat, aunque entre aquellos capítulos se colaban algunos de otras temporadas como los correspondientes al ciclo anterior y también de La parrilla del Xeñor (1997), que fue la última. Estas emisiones le permitieron al programa llegar a nuevas generaciones y cruzar fronteras a través de la expansión de la televisión por cable. La audiencia fue en aumento desde entonces y tuvo su correlato en páginas web de fans que compartían los capítulos emitidos por I-Sat. Pero ya antes, durante los años 90, los VHS con capítulos del programa viajaban entre sus primeros seguidores y procedían tanto de Argentina como del interior de Uruguay, donde algunas empresas de cable contaban con América entre sus señales.

30 años después, Cha Cha Cha mantiene su vigencia. Está basado en la excelencia de un elenco en el que hasta los extras son carismáticos, pero sobre todo en una dinámica del relato audiovisual que tiene tanto del absurdo de los Monty Python y su Flying Circus como del doble sentido de Benny Hill (con pelado incluido pero sin mujeres semidesnudas). Por encima del tipo de humor, hay una intención de complicidad con el público, que Juan Carlos Batman explicitaba cada vez que rompía la cuarta pared para rematar una escena. Era un ardid frecuente en los capocómicos lo de resolver gags mirando a la cámara mientras ensayaban alguna mueca, pero Casero lo llevaba al límite cuando, por ejemplo, aclaraba “no me digan nada. Yo sé perfectamente que esta escena se hizo larga, pero no me importa”.

Cha Cha Cha establece un pacto distinto, que invita al espectador a ver jugar a la televisión riéndose de sí misma, entre cortinados negros o paredes hechas con cartón pintado y columnas de telgopor. Hay una poesía subyacente en los diálogos, que se manifiesta en la asociación libre, a veces estimulada por la musicalidad de las palabras y otras veces por la mutación de los lugares comunes del lenguaje, hasta devenir en un surrealismo casero, como una gran metáfora del absurdo cotidiano.