Taller para no actuar fue el nombre que Oscar Estévez y Cecilia Caballero dieron al taller-laboratorio que abrieron en 2013 para investigar y desarrollar la actuación ante cámaras. La experiencia les mostraba cierta debilidad en ese contexto de actuación, y en el living de su casa comenzaron el taller con la idea de trabajar para superarla. El taller se llenó de estudiantes y desbordó la capacidad del hogar de la pareja, por lo que pocos años después se instalaron en la calle Rivera 2477, espacio devenido con los años en estudio y sala teatral además de escuela.

Algo que caracteriza a La Escena como espacio de formación es el lugar central de la práctica. Y el poner en práctica el oficio que se va aprendiendo tiene como correlato producciones de la escuela que se nutren de estudiantes y egresados. De esa forma se generan producciones como Amores pendientes, Pan rallado o Iguales o parecidos, en las que también se va conformando un equipo de producción que pasa naturalmente del lenguaje teatral al audiovisual. A modo de ejemplo, en 2016 se estrenó la obra teatral Cenizas del autor catalán Llàtzer García, que dirigía Cecilia Caballero y en la que actuaban Andrea Rodríguez, Miguela Giménez y Gonzalo Varzi. Siete años después, los tres integrantes del elenco y la directora forman parte de la película Amores pendientes, de Oscar Estévez, rodada en gran medida en La Escena y que se nutre de estudiantes y docentes de la escuela. Sobre esta particularidad, Caballero reflexiona: “Creo que desde el inicio pensamos que la formación tiene mucho que ver con la experiencia. Experiencia en horas de rodaje o en horas de entrenarte para estar en un escenario. Y eso creció cuando tuvimos este espacio. Así que siempre apostamos a poder dar ese lugar de la experiencia para que vayan adquiriendo herramientas en rodajes y en teatro. También pasa que confiamos en nuestra formación, conocemos a nuestros estudiantes, sabemos lo que pueden dar, sabemos que pueden trabajar en equipo, que pueden ser solidarios. Para nosotros eso es fundamental a la hora de crear un proyecto audiovisual o de hacer una obra de teatro”. Y sobre este punto, añade Estévez: “En nuestros proyectos nos pusimos una regla, que no está escrita pero que cumplimos, que es que tengan al menos un 50% de integrantes que sean alumnos, egresados o docentes de la escuela. Incluso somos bastante selectivos sobre lo que presentamos en el espacio, son muy poquitas cosas y tienen que tener un mismo encare de actuación, o un gusto similar. Y yendo a lo que decías de Amores pendientes y Cenizas, casi todo el elenco de la película, salvo Fernando Dianesi, estaban haciendo teatro con nosotros. Incluso Iñaki Moreno, que es docente de la escuela, cuando se integró como docente, decidió tomar la formación también. Y es lindo verlos, no sólo en nuestros proyectos. Vas al cine y te encontrás con muchos egresados en muchas pelis. En Togo, de [Adrián] Caetano, había varios. En El pozo [de Bernardo y Rafael Antonaccio] dos de los cuatro actores son de la escuela. Ahora se va a estrenar Todos quieren dominar el mundo, que fue un proyecto curricular de la escuela que dirige Adrián Garza Biniez, que es profe de acá, y tiene más de 20 actores de la escuela. El secreto de Sarah Reyles (del propio Estévez) es otra peli que hicimos como curricular y estuvo en cartel”.

En algunos casos hay cierta continuidad entre el lenguaje teatral y el audiovisual. Han contado que Amores pendientes surge de una visión de Oscar viendo una obra de microteatro que se hacía en La Escena.

Oscar: Tengo muchos trabajos abiertos, y más que tener un origen teatral, pasa que en algunos casos surgen del trabajo con los actores, que es un poco lo que dijo Ceci... A mí la instancia del casting no me gusta mucho, desde que soy docente cada vez hago menos, porque conozco un montón de gente con la que trabajo, y conozco las potencialidades, los posibles desafíos y puedo escribirles a medida. Es lo que hacemos tanto Ceci como el Garza y yo: escribimos para ellos en las etapas en que tienen que realizar proyectos finales. Y eso está buenísimo porque del actor surge el personaje, y ahí uno puede trabajar sobre las virtudes del material.

Cecilia: A mí me pasa lo mismo en teatro con los alumnos del entrenamiento escénico. Más allá de las temáticas, empiezo a trabajar con sus particularidades, que me dicen que un determinado personaje es para tal persona. Puede ser por su forma de hablar, por su forma de expresar sus emociones, por su forma de caminar en escena. Una forma de estar en el grupo puede ser también un disparador para que se me ocurra escribir algo para ese actor. Y otra cosa que me parece que está vinculada a todo esto es que siempre concebimos a la escuela como una escuela de actuación, sin diferenciar entre audiovisual o teatro. Hay una idea en muchos lugares de que se estudia teatro, y no, se estudia actuación, y lo que más consumimos en nuestras vidas como actuación es lo que vemos en cine y televisión. Para ver teatro tenés que moverte de tu casa, no siempre llega al lugar donde estás, sea por el barrio o la ciudad en que vivís. Así que nosotros lo que hacemos es actuación, y las herramientas que les damos son válidas para los dos lugares. Es como que los lenguajes están súper cruzados acá.

Oscar Estévez y Cecilia Caballero.

Oscar Estévez y Cecilia Caballero.

Foto: Mara Quintero

También hubo un cruce de lenguajes entre la obra de teatro El tiempo sin libros y la película Camino a casa.

Cecilia: El tiempo sin libros surge del encuentro que tuve con la dramaturga noruega Lene Therese Teigen, con otro proyecto (Square) que hicimos en el sótano de Perillán. Ahí tuvimos muchísima química, vino a Montevideo y nos hicimos amigas. A ella le interesaba saber sobre los años de dictadura, yo le conté que mi padre estuvo preso en Punta Carretas, donde hoy hay un shopping, se interesó y empezó a trabajar en esa obra (El tiempo sin libros se estrenó en Montevideo en 2018). Ella estuvo acá y después fuimos a Noruega, y ahí Oscar me acompañó y llevó una cámara [risas]. Él ya había empezado a registrar el workshop que hicimos en Montevideo y también hizo registros allá. Yendo a Noruega pasamos por Inglaterra a visitar a una amiga [Elin Moe], documentalista, que fue compañera mía de escuela en Noruega [donde Caballero vivió con su familia exiliada]. En la casa de ella, Oscar le dice: “¿Qué pasa si hacemos un documental sobre esto que está haciendo Ceci?”. Y claro, ella entró el mismo día que yo a la escuela en Noruega, conocía mi historia, y se enganchó con la idea. A partir de ahí nace Camino a casa, que más allá de que es una película, tiene al teatro adentro, y no sólo por los registros, en la narrativa también. Hay pasajes de la obra o pedacitos de ensayos que dicen cosas que van narrando, me parece que eso es muy interesante.

En 2023 estrenaron Pan rallado, que surge del trabajo de formación, pero que terminó estando en cartel todo el año y que trajo a la sala a un público que no frecuenta el teatro.

Cecilia: Sí, sale de la órbita teatral por distintas razones, en este caso, es una obra que trata de personas que trabajan en un supermercado. Vinieron docentes que hablaban de que era importante que estudiantes la vieran, porque en el supermercado muchas veces tienen su primera experiencia laboral, pero también vino gente con muchos años de trabajo, en la construcción, por ejemplo, que nos contaban cosas increíbles. La verdad es que Pan rallado ha sido un fenómeno. Fue un proceso que nace de ejercicios en las clases de entrenamiento. Yo les pido que traigan temas que les interese trabajar, y en el caso de Pan rallado fue una anécdota real de vínculos laborales. Después de hacer algunos ejercicios con el cuerpo, empecé a visualizar la automatización, y eso llevó a la rutina y al supermercado. Visualizo eso y me acuerdo de ese caso del accidente que hubo en un supermercado en Uruguay, tan mal resuelto, y ahí surge la obra [el accidente le costó la vida a un trabajador y el supermercado permaneció abierto con el cuerpo en el piso]. Me parece importante que el teatro también se ocupe de hablar de esas realidades; muchísimas obras o textos tienen más que ver con la clase media o la clase media alta, y qué sé yo, está buenísimo cuando el teatro revuelve otras zonas.

Da la sensación de que la obra trasciende al supermercado y termina hablando de la dinámica social en general.

Cecilia: Sí, del consumo, de la libertad. Te sentís identificado con un personaje que cuestiona al gerente que mantuvo abierto el supermercado, pero después, cuando el gerente le pregunta, ¿y vos qué vas a hacer?, se da cuenta de que él mismo no pudo hacer nada. Por eso la bolsita que repartimos con la leyenda “¿Qué parte del sistema sos vos?”. Este año hicimos otras dos obras en esa línea con los grupos de entrenamiento: una sobre la crisis de 2002 que se llama Lo transitorio se convirtió en eterno y la otra sobre el trabajo en los call centers que se llama Tripalium.

¿Sentís que esas obras de alguna forma surgen como consecuencia de lo que pasó con Pan rallado? En Lo transitorio se convirtió en eterno parece haber un trabajo similar en lo formal, más allá de la temática.

Cecilia: Totalmente. Porque Pan rallado me ayudó en la forma de estructurar y llegar a algo con un grupo grande en el que todos cuenten parte de la historia. En estos dos trabajos Pan rallado está re presente, sin duda. Tripalium va de un call center, un trabajo que se ha impuesto ferozmente desde hace unos años y también es de las primeras experiencias laborales. Es un trabajo muy ingrato, con cosas que no se saben, como por ejemplo, que hasta hace unos años sólo tenían siete segundos entre una llamada y otra, lo cual es la nada, y tienen que cumplir con 1.200 llamadas por día. Hoy por hoy lograron un convenio y pasaron a 16 segundos, en algunos lugares están en 25. Pero igual hablamos de segundos, pensá para lo que da. Y trabajan conectados a un cable que tiene una capacidad máxima de extensión, es como que están atados. En Tripalium volvimos a trabajar un poco esto del sistema en sí mismo, de los tipos de trabajo y sobre cómo estamos totalmente inmersos.

Foto del artículo 'Diez años de La Escena'

Foto: Mara Quintero

Amores pendientes fue otra experiencia muy buena de público, estuvo varias semanas en cartel y obtuvo premios y nominaciones en festivales.

Cecilia: El primer día que vimos la película con público, en el festival de Punta del Este, fue una experiencia muy linda. Antes la habíamos visto entre conocidos, pero en el festival empezamos a ver cómo funcionaba la película con un público que no nos conocía. Nos encontramos con que no sólo la gente se reía, sino que tenía reacciones muy espontáneas que nacían de estar muy metidos en la trama, fue muy hermoso. Todo lo que pasó después fue absolutamente inesperado. Los festivales a los que fuimos, el premio en el festival de Cuenca en España. Y acá estuvo entre 11 y 13 semanas en cartel, en varias salas. Ahora va a estar en cines en Ecuador, tuvimos varias nominaciones de ACCU y Santi Musetti ganó el premio a mejor actor. Estamos muy contentos con todo lo que pasó con Amores pendientes. Creo que un poco tiene que ver con lo que decía Oscar, que escribió el guion conociéndonos mucho, y los personajes tienen mucho de nosotros, de nuestros vínculos, y eso la gente lo sentía. Porque para nosotros la actuación tiene más que ver con conocerte vos y trabajar con eso en escena que con, como muchas veces se dice, “ponerse en los zapatos de”.

¿Cómo surge Iguales o parecidos?

Oscar: En el segundo año de la escuela durante algunos años trabajé el formato de falso documental, que me parece muy rico porque se trabaja con entrevistas a las que sumás escenas ficcionadas. Un día yendo a tirar a una canchita de básquetbol de mañana, para hacer ejercicio, me di cuenta de que mi hermano cumple años el mismo día que Gustavo Cerati. Ahí empecé a pensar en las vidas en paralelo de mi hermano mayor y de Cerati, que no son comparables [risas], y pensé “cómo sería si en vez de nacer el mismo día, se llamaran igual”. Y empecé a trabajar esa idea con los estudiantes. Hicimos entrevistas para utilizar algunas de las cosas que contaban en las ficciones, cruzamos las historias y así fuimos trabajando en una serie de ejercicios muy descontracturados. Después trabajamos sobre personajes que admiraban, y trajeron un sinfín de personajes muy lindos. Con todo eso fui ideando un periodístico sobre vidas de personas que se llaman igual o parecido a un personaje famoso, real o de ficción, porque hay una Concepción Zorrilla pero también un Francisco Sérpico. Y nos divertimos mucho. En esos casos, trabajo con escaleta, guiono las situaciones, les propongo lo que va a pasar, lo que tienen que responder, pero después cada uno le pone su impronta y sus palabras, entonces los personajes tienen mucho de ellos. Por ejemplo, hay un capítulo que se llama “Revolución y candombaile”, que sale de un grupo en que había dos estudiantes, que tienen más o menos mi edad, que eran muy militantes de jóvenes e iban a los candombailes, y los dos eligieron al Che como personaje que admiraban. Entonces se me ocurrió que él se llamara Fernando Guevara, ella Lucía Castro y que se enamoraran. Cuando tienen un hijo, deciden ponerle, por convicción, Ernesto Fidel [Guevara Castro].

¡Pobre chiquilín! [Risas].

Oscar: El conflicto pasa por ese chiquilín, que ama a sus padres, es un genio de las redes sociales y aparece un hipotético personaje, un uruguayo rico que vive en Inglaterra, que quiere ser presidente y decide contratarlo para manejarle las redes sociales [risas]. Y él les tiene que contar a sus padres que va a aceptar ese trabajo... De eso va el capítulo. Muchas cosas surgían de las características reales de ellos, como en este caso, y en función del material que me iban dando, iba viendo el proceso creativo. Y fue hecha con muy poco presupuesto, para tercer año destinamos un presupuesto para un fotógrafo y un sonidista profesionales, pero para segundo no. Así que yo hice la cámara, que no soy un camarógrafo experto, y los propios chiquilines hicieron el sonido. Después de que la terminamos, le metimos mucha posproducción de sonido y de color, y trabajamos en equipo. De esta forma, todos aprenden todo, es una manera de entender el atrás para estar un poco más relajado adelante.

¿Qué proyectan para 2024 además de la serie?

Oscar: Nuestra intención es estrenar Todos quieren dominar el mundo, la película que te decía que hizo la generación de 2017 con guion y dirección de Adrián Biniez. Es una comedia muy divertida y un trabajo muy lindo que nos llevó como cuatro años poder terminar. Ya estuvo en el festival Detour, como preestreno, y ojalá vaya a algún otro festival y tenga su rodaje.

Cecilia: Lo transitorio se convirtió en eterno y Tripalium van a tener más funciones. Se van a reestrenar El tiempo sin libros, que siempre vuelve, Pan rallado y La desmesura. Y el 23 de febrero se estrena Sería una pena que se marchitaran las plantas, una obra de Ivor Martinić, que es un autor croata que acá conocemos por Mi hijo sólo camina un poco más lento, pero que tiene muchos textos y es muy lindo cómo escribe. Y el elenco es de egresados de la escuela, van a actuar María José Lage, Mario Guerra, Andrea Rodríguez y Cami Torres.