Este viernes los festejos por los 300 años de Montevideo comenzarán con un espectáculo musical único. Por primera vez en la historia, la Banda Sinfónica y la Orquesta Filarmónica de Montevideo tocarán juntas, con 170 músicos en escena. La cita será en la rambla del Cerro frente al parque Vaz Ferreira, a partir de las 20.00, con transmisión en vivo de TV Ciudad.

El lunes se realizó el primero de los ensayos de ambos elencos, hecho que también fue histórico, y en una pausa la diaria pudo conversar con Martín García, director de la Filarmónica, y Martín Jorge, director de la Sinfónica. Juntos compartieron sus sensaciones de cara al encuentro y los desafíos de una presentación de esas características.

¿Cómo surge esta idea del espectáculo en conjunto?

Martín Jorge: A finales de 2022 llegó el pedido de las autoridades de la Intendencia de Montevideo de elaborar, de elucubrar un gran espectáculo sinfónico musical que coincidiera con el inicio de la celebración del proceso fundacional de Montevideo.

Martín García: Desde un principio, la idea que nos plantearon, sin tener clara ninguna otra coordenada, era que querían que estuvieran los dos elencos. A lo largo del año pasado le avisamos a la gente que el verano iba a ser inusual porque habría un concierto en enero; creo que nunca en la historia debe haber habido uno. Desde que avisamos, en mayo de 2023 o por ahí, siempre preguntaban: “¿y cómo va a ser?”.

MJ: Llegar a esto requiere tiempo. Pero también, como no tiene antecedentes, había una incertidumbre muy grande que teníamos que manejar artística y musicalmente, además de aportarles a los equipos técnicos potenciales soluciones que fueran artísticamente viables. Hasta que empezamos a hacerlo hoy, no sabíamos si iba a funcionar, porque nunca había pasado.

MG: Hay obras sinfónicas que requieren de dos directores. Cuando éramos estudiantes presentamos una obra de Charles Ives que se llama La pregunta sin respuesta, para una orquesta más chica, y hay distintos grupos, cada uno con un director. Después en la ópera, por ejemplo, hay una orquesta en foso y una banda fuera del escenario. Pero esto es distinto. Es un concierto a dos elencos.

MJ: Y a dos escenarios, lo que es todo un desafío técnico. Un primer paso lo dimos hoy (en el ensayo) y otro lo vamos a dar allá. Porque los músicos ahora están enfrentados, se ven, se miran, van coordinando; después van a estar en dos escenarios enormes. Eso sí es un despliegue que supera incluso cosas que se han hecho en el estadio Centenario. Y creo que hay un valor, la palabra que me sale es jerarquización, pero no es exactamente eso: que hayan optado por que este comienzo de celebraciones sea con música, el 19 y el 20. Podría haber sido deporte, una maratón. Se decidió que sea con arte, con cultura, con música, y que sea con los elencos sinfónicos.

MG: Buscando antecedentes, lo único parecido son las celebraciones del centenario del país en 1930. La Banda existía y participó, la Filarmónica todavía no existía. Era la Banda y una cantidad de músicos, una especie de orquesta ad hoc con un espectáculo en la rotonda del Palacio Legislativo. Así que esto, si nos miramos un poco al ombligo, es también la celebración de una ciudad que en menos de 100 años tiene los elencos sinfónicos que tiene. Ahora, además de la Banda, tiene una gran orquesta sinfónica. Es digno de celebrar.

¿Y en materia internacional encontraron algún espectáculo similar?

MJ: No. El maestro tuvo una idea inspiradora, que fue estructurar una propuesta que dialogara con la forma sinfonía, con el allegro de sonata.

MG: En ese ida y vuelta pensamos en una propuesta que tuviera un discurso musical parecido al de una sinfonía, con una introducción, una primera parte sinfónica potente, una parte más lenta y reflexiva, una parte entre comillas bailable, y un final apoteósico. Y quedó así, estructurado de esa manera. El discurso del espectáculo se montó sobre esta estructura musical.

MJ: Creo que fue una gran idea de Martín. ¿Por qué esa estructura musical y no otra? Porque está probado que funciona hace 300 años. La sinfonía es una obra que dura de 45 minutos a una hora, que generalmente pasa por esos momentos, conduce un estado de ánimo, genera una conexión en la audiencia, y el desafío acá era conectarlo con obras separadas y dos elencos que pudieran interactuar. Teníamos la receta y había que ver las cositas que había que colgar.

MG: Ahí entran a jugar las características de los elencos. Agarramos repertorio sinfónico específico para cada elenco: la Banda toca una obra de Robert W Smith muy lúcida, muy honda, nosotros tenemos música de Richard Strauss. Después tenemos música sinfónica a la que le agregamos esa dialogística. Y también la versatilidad, en el caso de la Banda, de incorporar los distintos ritmos populares, y el trabajo nuestro con el legado de Zitarrosa y el diálogo con el tango.

MJ: Algunas de estas obras, de Verdi o Tchaikovski, vienen medianamente planificadas, pero la dimensión que nosotros les hemos dado es colosal. Y rescatamos dos obras importantes: “Variaciones sobre un tema de Rada”, que es la primera obra sinfónica murguística, aparte compuesta por Federico García Vigil, que fue el primer ganador de la calle con la música sinfónica en los 90. Y una obra emblemática de Lamarque Pons (“Candombe”), otro compositor de música clásica, vinculada con el candombe. Después “La cumparsita”, que resiste todo; la versión de Toto D’Amario es una versión referencial de la Filarmónica.

MG: Casi se me aflojan las lágrimas cuando empezaron a aplaudir. Es como escuchar el himno. Y esta versión recoge la tradición de las grandes orquestas de tango, no es una versión sinfónica.

MJ: Esa concepción que tuvo García Vigil de armar esa masa de cuerda con los bandoneones. Es un desafío, una responsabilidad. En estos días nos hemos sacado varias incertidumbres, pero quedan otras.

MG: Cuando vayamos allá y estemos a 50 metros uno del otro, veremos.

MJ: A la gente que esté no le va a dar la vista para ver lo grande que es, y queremos que la gente que reciba la transmisión también pueda ser partícipe de ese sentimiento grande, emocionante, que creo que sentimos.

¿Cuáles son los desafíos técnicos que tienen como directores?

MG: El mismo que tenemos cuando trabajamos solos: que vayan juntos. Concertar.

MJ: Hasta hoy todo esto existía en el papel. En un esquema. Un rompecabezas. Cada uno jugó con sus propias piezas, y ahora nos juntamos a ver si las piezas que Martín pulió y limó de un lado encajaban con las que yo había pulido del otro.

MG: El mayor desafío va a ser lograr la simultaneidad o la alternancia a tempo en el escenario.

MJ: Porque hay una dimensión de sonido, acústico, que no va a existir, va a haber que construirla. Los técnicos están trabajando ganancias, haciendo premezclas, porque van a tener que generar la ilusión de que está pasando en vivo. Y es todo amplificado, evidentemente. Generar la señal para que a través de la televisión también sientas eso. La coordinación que tenemos que hacer entre nosotros es visual, ahora la estamos haciendo mirándonos y adivinándonos. Es muy divertido.

MG: Hubo cosas en las que veía que Martín me seguía a mí, y otras que le decía “la voy a hacer como la hacés vos”. Hay una espontaneidad que en este lugar es posible, porque hasta los músicos se miran y se siguen entre ellos; allá hay que ver qué ocurre. Porque tenés un tipo que le pega al plato en aquella esquina y otro que le pega en aquella otra.

MJ: Y una vez que estuvo el arco musical, hubo que generar un acompañamiento visual plástico, que es donde entra Igor [Yebra]. Más allá de su experiencia como director del Ballet Nacional del Sodre, suma su mirada conceptual y profunda sobre la evolución de Montevideo, poniendo el foco en que sigue siendo un concierto de música sinfónica, que es algo único y que no puede pasar desapercibido.

MG: El trabajo con él ha sido muy fácil y muy bueno. Su aporte es desde la danza e incluso incorporó una música de origen vasco que es un homenaje tácito a Bruno Mauricio de Zabala.

¿Con qué nos vamos a encontrar, entonces?

MJ: Con un concierto sinfónico con música de calidad, también familiar, que está en el oído.

MG: Y un escenario de dos cuadras lleno de músicos.

MJ: Hay que sentirse orgullosos de tener una ciudad con esta capacidad. Los conciertos de la Orquesta Filarmónica están llenos, los de la Banda Sinfónica están llenos, y podría haber más elencos. Con eso se brinda un espectáculo que en otras partes del mundo no podría haber. Hay grandes conciertos, por supuesto, pero si buscás en Youtube, esta dimensión no existe. Capaz que lo patentamos y lo exportamos. Y después el Cerro, de espaldas a la bahía, en el atardecer, viendo la ciudad, con la ladera del propio cerro que se transforma en una especie de Teatro de Verano natural.

MG: Es un lugar muy amable. Creo que la experiencia de disfrutar el concierto en ese lugar, también a nivel sonoro, va a ser muy agradable. Tenemos la mejor gente de sonido trabajando.

¿Cómo se están sintiendo los músicos?

MG: Cuando aparece una idea tan única, que no tiene antecedentes ni referencias, lo primero que genera son preguntas. En la medida en que se visualiza, se empieza a producir el disfrute y la adhesión. El aire de camaradería que se respiró hoy en el sala de ensayo cuando empezaron a tocar ambos elencos y uno aplaudió al otro, esa complicidad entre los músicos cuando están tocando, es representativa de eso. Creo que todo el mundo se da cuenta de que es histórico. Veías las 170 sillas, la orquesta y la banda armadas, y es único. Nunca tanta gente tocó junta en este país.

¿De parte de los músicos hay alguna dificultad extra?

MG: En principio, cada elenco toca en su escenario y la referencia de lo que pasa en el otro la tiene el director. Nosotros escuchamos lo que pasa del lado nuestro y todavía no sabemos bien qué sonido nos va a llegar; ese es el desafío. Del repertorio, algunas cosas están frecuentadas y otras son difíciles. La obertura de Tchaikovski tiene sus dificultades técnicas, la música de [Alberto] Ginastera rítmicamente es bastante exigente porque requiere estar con un pulso muy veloz y es como un zapping, que toca uno y toca el otro. Por último, no menos importante, hay un valor personal y afectivo porque con Martín fuimos compañeros de estudio muchísimos años y compartimos las clases de dirección. Somos compañeros de generación; él es un año mayor que yo, es importante que eso quede. Y estar acá ahora compartiendo el escenario y compartiendo este momento tiene un valor muy importante.