Vieron que hay personas que si empiezan a leer un libro lo tienen que terminar. No importa qué tanto estén sufriendo la lectura, no importa si podrían estar dedicando ese tiempo a actividades más placenteras como el senderismo, la filatelia o la lectura de un libro más adecuado a sus gustos. Simplemente no pueden dejar algo por la mitad.

En el otro extremo estoy yo, que empiezo a leer un libro, lo disfruto genuinamente, me interesa saber lo que les ocurrirá a sus personajes o lo que les ocurrió a sus sujetos de estudio (en el caso de la no ficción) y de un día para el otro lo abandono para jamás retomarlo. O casi, pero no me quiero adelantar.

Más de una vez intenté comprender la razón de mi comportamiento. Creo que llegué a buscar artículos médicos que definieran mi condición, aunque no pude terminar de leerlos. Supongo que el problema es tener tantos libros más que todavía no empecé, que me esperan apilados por todos los rincones de la casa, incluyendo el horno. Por suerte cocino poco o ya hubiera ocurrido una tragedia.

Al comienzo de los libros todo es nuevo, todo es fresco. Descubrimos el tono de la voz narrativa, conocemos a los protagonistas de la acción. Notamos la combinación única de tipografía, tamaño de letra y otros elementos del diseño editorial de esos que un ebook no puede replicar, porque todo lo deja en el mismo formato. Por eso es que prefiero los libros en papel, pero ustedes hagan lo que quieran, no van a seguir consejos de la persona responsable de la escasez de marcalibros en el mundo.

Es necesario aclarar que, pese a esta conducta, terminé de leer un montón de libros. Incluyendo todos y cada uno de los que fueron reseñados en las páginas de este diario, por si estaban poniendo en tela de juicio mi ética reseñística. Al mismo tiempo, los libros leídos por la mitad ya ocupan espacio en el freezer, delante del televisor (obstaculizando el visionado) e incluso sobre la cama (obligándome a dormir en posturas antinaturales y dolorosas).

Por eso, como primer gran proyecto de este 2024 y aprovechando que algunos de mis empleos se habían tomado un descanso, decidí forzarme a reducir las pilas y pilas de lecturas incompletas. En los ratos libres que antes hubiera destinado a otras actividades (incluyendo dormir, pero se me hacía cada vez más complicado, como expliqué en el párrafo anterior), empecé a terminar libros.

Un elemento fundamental para el éxito en esta tarea fue (y es) intercalar libros de las temáticas más diversas. Empecé terminando la historia oral sobre un programa de televisión, seguí terminando el road trip de una comediante que recorrió Estados Unidos comienzo panchos, y después llegaron cuentos espantaviejas, ensayos sobre el humor, microcuentos de ciencia ficción, poesía y narrativa infantil. Porque leer dos mitades seguidas de algo parecido sería como leer un libro completo, y ya les dije que mi cerebro tiene problemas con eso.

El otro elemento que me ayudó, y pido disculpas de antemano, fue compartir mis logros en las redes sociales. Después de terminar de terminar cada volumen, le tomé una fotografía y la subí como quien sube una selfi frente al espejo del gimnasio. Pero yo dejé de ir hace años, hasta podríamos decir que dejé mi cuidado físico por la mitad. Sin embargo, esto de mostrar lo leído (sin un solo comentario al respecto) me impulsó a continuar leyendo.

La actividad me resultó enriquecedora tanto en lo intelectual, por el ingreso de nueva información, como en lo espiritual, por sentir que finalmente estaba logrando algo en mi vida. Exagero, pero no tanto. Encontré que se necesita menos fuerza de voluntad para leer medio libro que para leer uno entero, algo que tiene bastante lógica pero que me costaba ver, especialmente con tantas pilas de libros delante de los ojos.

Al momento de escribir estas líneas todavía sigo completando lecturas, aunque el ritmo bajó un poco porque se me están terminando los libritos cortos que intercalaba con otros más voluminosos para así poder disfrutar de pequeñas victorias diarias. De todas maneras, mi principal problema es otro y me gustaría contar con vuestra ayuda. ¿Alguien sabe dónde puedo reciclar toneladas y toneladas de marcalibros?