La cantante brasileña Miúcha (Heloïsa Buarque de Hollanda, 1937-2018) fue muy popular en la segunda mitad de la década de 1970. Quienes acompañábamos la música popular brasileña en forma superficial la teníamos como “la hermana de Chico Buarque”, que un día decidió cantar y, con una voz preciosa y un estilo peculiar, catapultada desde esa conexión familiar superpoderosa, se le dio muy bien. Quienes sabían un poquitito más, podían identificarla como la voz femenina que contrapunteaba con João Gilberto en “Izaura” en su mítico “álbum blanco” de 1973. Este documental narra una historia mucho más compleja y detallada.
Todos los textos hablados que escuchamos son de Miúcha. Algunos los escuchamos en su propia voz, cálida, expresiva e irreverente. Otros derivan de diarios y cartas, y están leídos por su sobrina, la actriz Silvia Buarque. Como a Miúcha le gustaba dibujar y pintar acuarelas, buena parte del visual consiste en animaciones sobre ese material y sobre los manuscritos, que además remiten a cierto estilo experimental característico de los momentos que la película enfatiza (entre 1962 y 1980). Hija de un historiador notable, nieta por parte de madre de un político inminente, pareja (1963-1976) de João Gilberto y después cantante famosa, Miúcha tuvo el privilegio de tener toda su vida muy bien registrada en fotos y filmaciones, de modo que el material audiovisual es abundante. La película, realizada con buenos recursos y una enorme dedicación, complementa ese material específico con imágenes de archivo diversas, que figuran a modo meramente ilustrativo: se nombra, aunque sea al paso, por ejemplo, a Edith Piaf, y aparece una preciosa filmación de la cantante francesa; Miúcha se muda a Nueva York y vemos imágenes de la ciudad en la época correspondiente. Si bien ese criterio, en otras manos, puede resultar medio emperifollado y traducir cierto horror vacui, en este caso está realizado con mucho ingenio y buen gusto visual.
Algunos de los materiales inéditos son aptos a hacer babear a cualquier melómano, muy especialmente los referidos a João Gilberto. Hay abundantes imágenes en 16 mm y en colores de la vida de la pareja, incluyendo varios momentos con Bebel Gilberto, hija de ambos y futura gran cantante, cuando era todavía una niña. En el audio, podemos escuchar abundantes ensayos e interpretaciones caseras increíbles, entre ellas João Gilberto interpretando una canción de Chico Buarque (un autor que nunca apareció en su discografía oficial), Sérgio Buarque (padre de Miúcha y Chico) cantando mamado en una fiesta –en alemán e inglés–, y la propia Miúcha en unas interpretaciones maravillosas de canciones de Caetano Veloso, João Donato y Duke Ellington.
Además de la factura extraordinaria, la película funciona, entonces, como un paseo por el sector brasileño del Olimpo cultural. Quien le enseñó los primeros acordes a Miúcha fue Vinícius de Moraes, y ella luego se los retrasmitió a su hermanito, Chico. Cuando Sérgio Buarque y Maria Amélia (madre de Miúcha, luego cofundadora del PT) se preocuparon de que ella se iba a casar con João Gilberto, que tenía fama de volado, quien intercedió con una carta recomendando el cantor fue Jorge Amado (y vemos el documento en la pantalla, mecanografiado y firmado por el gran escritor bahiano). Cuando ella se separó de João y regresó a Brasil, la albergó en primera instancia la pareja Chico Buarque y Marieta Severo (una excelente y conocida actriz). Luego decidió cantar, y quien se ofreció para acompañarla fue Tom Jobim.
Más allá de ese imperdible cholulaje, la película cuenta una historia que tiene su dramatismo y su moraleja. Crecida en ese estimulante ambiente cultural, Miúcha acompañó de cerca la revolución de la bossa nova a partir de 1958 (“El mundo era en blanco y negro y de pronto se volvió colorido”, dice –cito de memoria–). Recibió una beca de estudios de Historia del Arte en Europa en 1962, pero la usó sobre todo para recorrer distintos lugares cantando y tocando la guitarra. En París conoció a Violeta Parra, que fue quien la presentó a João Gilberto y se engancharon (imaginen la significación de esto para una fan de la bossa nova). Cuando João se divorció de Astrud Gilberto, la invitó a unirse a él en Nueva York. Se casaron y tuvieron a Bebel. Sin embargo, ese casamiento ahogó totalmente la faceta artística de Miúcha. João la atrapaba constantemente en la posición de solucionadora de problemas y organizadora, además de cuidar de los menesteres domésticos, y trataba con desprecio o directamente boicoteaba todo intento suyo de levantar vuelo como compositora o cantante en forma separada de él. Miúcha describe en forma vívida esa transición entre la sensación de estar en el paraíso y la asfixia de los últimos años del matrimonio. (Hay un notable y significativo paralelismo entre esta historia y la que está narrada en Priscilla, de Sofía Coppola, de próximo estreno.) Finalmente, Miúcha logró superar esa opresión, se libró de las ataduras y, sin ser joven, con casi 40 años se largó a cantar y alcanzó un éxito espectacular. En todas las muchas fotos de su etapa brasileña se la ve con una sonrisa luminosa. Grabó dos discos a medias con Jobim, un simple junto a Pablo Milanés, hizo un espectáculo memorable junto a Jobim, Vinícius y Toquinho. Fue la única mujer que pudo ostentar en su currículo haber cantado y grabado con la trinidad de la bossa nova (João, Jobim y Vinícius).
El título de la película, sin embargo, induce a error: Miúcha no fue, bajo ningún concepto, la voz de la bossa nova. Acompañó el movimiento como mera espectadora. Ya pasado el impulso inicial de la movida fue que ella empezó a cantar en forma amateur en Europa. Unirse a João Gilberto la puso como una especie de primera dama del estilo bossanovista, pero pasarían varios años antes de que cantara públicamente con el marido, y cuando ese momento llegó la bossa nova como movimiento no existía más. Algunos comentarios críticos sobre esta película, motivados quizá por el título, ponen como si ella hubiera sido la cuarta figura fundamental de la bossa nova reducida al anonimato por el machismo, pero el hecho es que ella no desempeñó papel alguno en la bossa nova propiamente dicha. En tren de generar un relato dramáticamente más potente y con una moraleja feminista más neta, y quizá respondiendo a alguna confusión de memoria de la propia Miúcha, hay alguna alteración importante en la cronología: el disco The Best of Two Worlds, de Stan Getz, João Gilberto y Miúcha (en el que ella figura en la foto de tapa pero su nombre, absurdamente, queda relegado a la contratapa) se grabó recién en 1975, dos años después del “álbum blanco” de João, que no pudo, por lo tanto, ser una consecuencia de los intentos de Miúcha de grabar un disco solista a partir de su aparición en el disco con Getz; y ella tampoco pudo esperar nomás por la grabación de “Izaura” para cortar el vínculo con el marido, porque ya la había grabado hacía mucho cuando se separó del cantor.
Para quedar con el final glorioso, la película omite que la carrera de Miúcha marchitó bastante luego de 1980, en parte debido al relegamiento de la MPB como un todo a partir del período alrededor del Rock in Rio. El documental alemán Wo bist du, João Gilberto? (2018), que contiene entrevistas a Miúcha poco antes de su fallecimiento, cuenta que el vínculo de codependencia entre ella y João persistió hasta el final, bajo la forma de extensísimas conversaciones telefónicas casi diarias.
Más allá de que esta película no cuente toda la historia y no sea meticulosa en lo historiográfico, es deslumbrante para todos quienes sientan interés en uno de los momentos más luminosos de la música del siglo XX, y también una ilustración vívida sobre lo opresivo de la condición femenina y de los avances positivos en ese sentido ocurridos hacia 1970.
Miúcha, la voz de la bossa nova (Miúcha, a voz da bossa nova). Dirigida por Liliane Mutti. Documental. Brasil / Francia, 2022. Cinemateca.