El miércoles el Ballet Nacional del Sodre (BNS) estrena La Cenicienta, con coreografía de Marcia Haydée y la reposición a cargo del exbailarín y coreólogo Pablo Aharonian. La música de Serguéi Prokófiev será interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional del Sodre bajo la dirección del maestro invitado Tobias Volkmann. El diseño de escenografía y vestuario estuvo a cargo de Hugo Millán y el diseño de iluminación es de Sebastián Marrero.

Versión regional

En 1697, Charles Perrault adaptó el cuento de hadas La Gatta Cenerentola (1634), escrito por el italiano Giambattista Basile, y transformó a La Cenicienta en uno de los cuentos más populares. Esta historia de amor, magia y transformación de una joven común en princesa ha encantado a generaciones. Llevado al ballet en innumerables versiones, se estrenó por primera vez en 1946 en el teatro Bolshoi. En 1948, Frederick Ashton la llevó al Royal Opera House y fue la primera producción completa con música de Prokófiev en Europa occidental, que introdujo como novedad el papel grotesco de las hermanastras representadas por hombres. En esta ocasión, se estrena en Uruguay la versión de la mítica Marcia Haydée, estrenada en 2018 por el Ballet de Santiago y que por primera vez se muestra fuera de Chile.

Pablo Aharonian.

Pablo Aharonian.

Foto: Rodrigo Nuñez, difusión

Pablo Aharonian, coreólogo oficial de la fundación Marcia Haydée y de la fundación John Cranko, explica de qué se trata la disciplina a la que se dedica y por qué es importante al montar un ballet: “En coreología tú escribes en una partitura, en un pentagrama, con los espacios un poco más separados que los de la música. Escribes la coreografía con toda clase de signos, de forma absolutamente minuciosa: se escribe toda la producción. Esto permite que lo que quiso el coreógrafo quede archivado y documentado: la coreología se propone preservar la idea original del coreógrafo”.

Teniendo en cuenta el grado de minuciosidad de este registro de un ballet, consultamos a Aharonian cómo, en ese marco, un bailarín crea su personaje: “Hay algo que siempre trato de inculcar a los bailarines desde la escuela: la lectura es fundamental. Para un ballet clásico de repertorio lo fundamental es estudiar el protocolo de época, pero también hay una labor del repositor que consiste en transmitirlo, porque hay gente que no lo va a leer. Es muy importante tener en cuenta la musicalidad. Prokófiev es muy difícil, es disonante, uno empieza contando la música para bailarines, la tiene que contar cantándola, y eso va entrando al cuerpo del bailarín, relacionando la melodía con la cuenta. Es fundamental que, una vez que te explican el rol y el período en que se desarrolla la obra, uses tu imaginación y le agregues tu personalidad. En eso es muy importante la labor del repositor, porque vas moldeando el rol y cada uno le va a imprimir, dentro de la estructura que requiere, su personalidad individual. Eso es lo que hace emocionante un espectáculo y para mí es fundamental”.

La brasileña Marcia Haydée es sinónimo de innovación y calidad artística; sus coreografías equilibran la técnica y la expresividad, buscando interpretaciones que van más allá de los pasos de baile. Sobre su versión de La Cenicienta, dice Aharonian: “Técnicamente es una coreografía que exige, pero en ningún momento los bailarines tienen que parar de actuar: tienen que ejecutar la coreografía de acuerdo con el personaje. Creo que eso es lo más desafiante, porque la coreografía tiene mucha exigencia física y mucha exigencia de actuación. Es lo que transforma una obra en una pieza artística que hace vibrar al espectador. Esta versión respeta el cuento, por supuesto, pero está muy relacionada con un mundo de fantasía: hay elfos, hay ninfas. Todo tiene mucha magia, muy cuento de hadas, y hay lugar para mucha participación de hombres. Es una versión muy teatral, los personajes están muy bien definidos para que se diferencien uno del otro en forma clara”.

Foto: Pancho Pastori, Ballet Nacional del Sodre, difusión.

Foto: Pancho Pastori, Ballet Nacional del Sodre, difusión.

Aharonian destaca que es un ballet para toda la familia: “Es una Cenicienta que va a dejar contentos a todos sin importar la edad, porque tiene lucimiento técnico, una escenografía y un vestuario feéricos, y aquel a quien le gusta la actuación va a divertirse y emocionarse. Es algo imperdible, para llevárselo en la memoria y de pronto volver y verlo dos veces, porque hay mucho para ver”.

Pablo Aharonian

Nacido en Montevideo, a los 11 años empieza a bailar danzas armenias. A los 18 comienza a estudiar ballet con el maestro Raúl Severo y al año siguiente entra en la Escuela Nacional de Danzas. Ingresa al BNS en 1976 y en 1978 asciende a primer bailarín. En 1980 es elegido por Rudolf Nureyev y baila tres años en La Scala de Milán. En 1982 viaja a Chile para sumarse al Ballet de Santiago y al año asciende a primer bailarín, donde baila más de 15 años. Al retirarse, viaja a Londres a estudiar coreología y al graduarse se convierte en el único coreólogo latinoamericano.

Vive en Chile, pero no oculta su deseo de retornar: “Ha sido un placer trabajar en una atmósfera tan agradable. Yo disfruto de trabajar en Uruguay, quiero mucho a mi país. Me encantaría cosechar todo lo que sembré y volcarlo acá, entregarlo acá, quizás como director de la compañía”.

La Cenicienta, sala Fabini del Auditorio Nacional Adela Reta, del 16 al 31 de octubre. Entradas desde $ 150 hasta $ 1.800 en Tickantel y boletería de la sala.