Abril de 2022: AFC toca en vivo por última vez. A plena luz del día, en un escenario instalado en la vieja terminal Goes, la banda suena aceitada y certera, munida de un repertorio de clásicos y versiones ruidosas de las canciones de Murgang (2018) ideales para hacer pogo. Los seguidores del grupo copan el barrio con gorras con visera y lentes negros, ropas de cuero y tachas, cortes de pelo punks, camperas de motociclistas con el logo del grupo, en una escena que mezcla los frames de Blade Runner con los de 8 Mile, cerca de la esquina del bar Vaccaro, en la avenida General Flores.
La foto siguiente: aromas de comida casera, silbidos de pájaros y la serenidad de una plaza de un pueblo pequeño a la hora de la siesta. Han pasado dos años enteros sin novedades.
“Nuestra sala de ensayo, la Z Records, está en la casa de mis viejos”, cuenta Joaquín Martínez, alias Hurakán, en diálogo con la diaria. “Al lado vive mi hermano”, agrega. Se refiere a Vicio Martínez, guitarrista de la banda. “Ese lugar sigue siendo nuestra base”. El músico y compositor habla de San José o, en el lore del dúo, La Zanja. “Cuando estamos allá hacemos todo lo relacionado con nuestras grabaciones. Además, me traigo unos táperes con comida de mamá”, comenta risueño Felipe Cracel, alias Donfelipe.
“Yo estoy instalado en Montevideo hace prácticamente 15 años y creo que vos también, ¿no?”, charlan entre ellos, sentados en un bar de Parque Rodó. En un rato partirán de nuevo hacia la ciudad maragata. “Ahora terminaron la ruta y la hicieron doble vía, entonces es mucho más fácil ir y volver”, explica Felipe sobre una costumbre de viaje semanal que acaban de retomar, de la mano de sus compromisos con la banda.
“Acá estamos de vuelta”, lanza Joaquín, “corriendo el bondi, el reloj”, con el entusiasmo de un nuevo comienzo. “Llegás allá y están los pibes tomando mate al sol. Extraño eso, pero yo sé que voy a terminar allá”, confiesa Felipe.
AFC, o Arrajatablas Flow Club, acaba de lanzar Eterno retorno, un EP extraño, oscurísimo y en contra de todo lo que rige el mundo presente, en cinco tracks entre los que se destacan “Komo keda” y “The Last Dance”.
Otro baile
Sobre las razones de la prolongada pausa y las de este regreso, Joaquín admite: “Acá estamos, llevándola. No es fácil, después de tantos años laburando juntos”.
“El fondo de esto es que somos amigos”, señala Felipe. “Si fuéramos nada más que una banda, no sé si estaríamos acá juntos de vuelta. Yo estuve dos años en los que no existía. En algún momento comprendí que sufría de problemas de salud mental. Por suerte, tengo amigos acá que me aguantaron la cabeza y me ayudaron a mejorar”, cuenta Cracel.
Joaquín habla de “un proceso muy largo y tedioso”, de muchas conversaciones entre los dos, de idas y vueltas, que concluyó en el acuerdo sobre unas pocas, pero potables, ideas musicales.
El yin y el yang de la banda se ubica entre el campo de remanso y encuentro familiar como espacio compositivo y la ciudad de postales nocturnas de los personajes de sus canciones. También se lee en un zoom de sus personalidades y consumos culturales, que no podrían ser más diferentes.
“Siempre fuimos una banda de rock”, dice Joaquín para arrancar con las coincidencias. “Sí, para mí también, siempre nos identificamos más con eso, por más que rapeamos y hablamos de hip hop”, acota Felipe. “En lo personal me sigue resultando raro pertenecer a la escena hip hop porque nunca me sentí identificado con el rapero clásico. Siempre me consideré un rockero que rapeaba bien, pero este sí que es el propio rapero”, dice apuntando a Joaquín. “El propio rapero que escucha a Tüssi Dematteis", contesta este, mostrando la hilacha.
En su caso, 2024 lo encuentra especialmente interesado en la política y la historia y metido en los estudios de la carrera de comunicación social. Además, como habitual y desprejuiciado lector que alguna vez compró los horóscopos de Ludovica Squirru, hoy recomienda la novela Sivainvi, de Philip K Dick, y las conversaciones de Fe, esperanza y carnicería, de Nick Cave: “Es lo que estoy leyendo ahora; me parece muy interesante, habla de composición y de duelos, basado en la pérdida de un hijo. Este año a mí me tocó perder a mi vieja”, cuenta Martínez, y reconoce que no abandonó su interés por el misticismo.
“En mi caso la música es el lugar en donde más disfruto a nivel expresión”, afirma Felipe. “Como te contaba, estuve dos años en los que no quería saber nada con la música y mucho menos con el hip hop, me ponía podcasts. Un día un amigo logró sacarme de casa, salimos a dar una vuelta, nos comimos un combo, abrí Tinder, y ahí entendí todo. Volví a casa y de un tirón escribí tres raps en una noche”, cuenta. “Puede sonar a cliché, pero lo cierto es que la música me salvó la vida. Fue como un puente para salir del pozo”, relata. “Ahora encontré otra versión de mí mismo, en las letras estoy tocando cosas más personales. Sigo siendo el mismo personaje de siempre, pero puedo reconocer que estoy más viejo”.
Durante la pandemia Felipe profundizó su gusto por el black metal y se metió de lleno en los videojuegos hasta convertirse en un experto en Fortnite, y menciona otro juego de supervivencia: “Ahora estoy con el Rust. Es como Minecraft, pero realista. Cuando juego en línea me ganan siempre. Te quedás solo en una isla con una piedra y un palo y tenés que armar tu base. Reconozco que es mi debilidad”.
Luego, en un tono prudente, admite que puede embarcarse en la lectura de teorías conspirativas como la de los “guardianes del cielo” que protegen a Donald Trump y que no fue una buena idea instalarse Tik Tok. “Son demasiadas distracciones. En un momento les dediqué mi vida a los videojuegos, hasta que comprendí que tengo que generarme una vida en la que me quede algo de tiempo libre para poder jugar, que no es lo mismo”, reflexiona.
Sobre sus próximos shows, Joaquín dice que tendrán “la energía y la intensidad de siempre” y que los seguidores del grupo “saldrán satisfechos”. Felipe concluye: “Ahora somos un hermoso ave fénix”.
AFC, Eterno retorno. Jueves 21 y viernes 22 a las 21.30 en Inmigrantes (Juan Paullier 1252). Entradas a $ 800 en Redtickets.