Un par de siglos después de que el Imperio Romano intentara conquistar aquella aldea gala que se les resistía (todavía y siempre), sus gobernantes decidieron atacar a pueblos que no contaban con convenientes pociones mágicas. En los últimos años de Marco Antonio, por ejemplo, el ejército liderado por el general Máximo Décimo Meridio derrotó a las tribus germánicas y fue elegido para suceder al emperador. Poca gracia le hizo a Cómodo, hijo de este último, quien lo acusó de traición, mandó matarlo, y terminó encontrándoselo frente a frente en el mismísimo Coliseo.
Todo esto no sucedió en el mundo real, sino en el de Ridley Scott, director de Gladiador, que terminó llevándose cinco premios Oscar en 2001, incluyendo los de Mejor película y Mejor actor (Russell Crowe como Máximo).
Ahora han pasado 24 años en el mundo real, 16 en el mundo de Scott, y volvemos a pensar en el Imperio Romano.
Gladiador 2 no es una de esas secuelas que cuentan la misma historia de nuevo, pero tiene suficientes semejanzas como para levantar sospechas. Otra vez tenemos a un general ganador que queda mezclado entre las luchas de poder, y otra vez tenemos a un gladiador que se va ganando el cariño del pueblo y el odio de quienes ocupan el trono. Pero a falta de una superestrella como Crowe, necesitaron a dos actores para cumplir con ese rol.
Paul Mescal es Hanno, el soldado caído en desgracia que demuestra ser perfecto para las luchas cuerpo a cuerpo debido a su sed de venganza, pero que esconde un secreto (quemado en el tráiler). Pedro Pascal es Acacio, el general que solamente cumple con su trabajo, aunque ese trabajo signifique matar a la esposa de Hanno, Arishat, en los primeros minutos de película. Por si no lo dedujeron, la sed de venganza del primero consiste en matar al segundo.
Tampoco era sencillo sustituir al emperador Cómodo que interpretaba Joaquin Phoenix, así que en su lugar tenemos a dos emperadores que parecen haber llegado del bar Clash sin haber dormido. Joseph Quinn y Fred Hechinguer son Geta y Caracalla, respectivamente, inspirados en las figuras históricas, pero sin el menor rigor (ver recuadro), porque a esta película no le interesa. Para muestra, hay una escena en donde el joven Hanno juega al fútbol con sus amiguitos. Él va al arco (dije “ver recuadro”).
Pero vayamos a lo que la película hace bien, y es la acción. Todo comienza con la invasión romana a Numidia, encabezada por Acacio y en la que Arishat muere en forma un poco aparatosa, pero necesaria para que la venganza quede telegrafiada. Allí tendremos barcos que atacan un territorio amurallado, con bolas de fuego y flechas que surcan el cielo en todas direcciones. Scott, a sus 86 años, sigue sabiendo cómo hacerlo.
Durante las casi dos horas y media, que corren en forma bastante ágil, tendremos peleas mano a mano (o mano a mono) contra babuinos sanguinarios, rinocerontes desbocados e incluso una fascinante batalla naval (naumaquia) en pleno Coliseo, con tiburones al alpiste de cualquier desafortunado que cayera por la borda. Hay suficiente acción para justificar la ida al cine, y en todo momento se entiende lo que sucede. No esperen un ritmo trepidante, no es Rescatando al soldado Ryan, pero funciona muy bien.
Volviendo a la relación con la película anterior, la trama intenta que todo se entienda sin necesidad de haberla visto... pero honestamente les aconsejo que como mínimo busquen un resumen de Youtube, o idealmente la vean en Prime Video. Más allá de los ecos, hay buena parte de la historia (encarnada en el papel de Connie Nielsen, quien repite como Lucila) como para querer llegar con los deberes hechos.
Mescal y Pascal (trabalenguas sin igual) están bien, pero no llenan la pantalla como lo hacía Crowe, lo siento. Por suerte a la cinta no le falta star power: Denzel Washington como Macrino, el cazatalentos de los gladiadores, no solamente es el personaje más complejo, sino que además se devora cada una de las escenas en las que aparece. Macrino es el representante del sueño americano en los pasillos de un Senado tan decadente como el Estados Unidos de la actualidad. Es el Pingüino, si el Pingüino, además de las mañas, tuviera la onda.
Sobre el final se hacen más evidentes los golpes narrativos más obvios, pero es que por algo lo son. Máximo no será el Obi-Wan Kenobi de “Hanno” (nótense las comillas), pero su fantasma estará presente de alguna forma. Y todo se resolverá como podríamos esperar que se resolviese, dadas las circunstancias. Quizás los últimos (pocos) minutos sean algo anticlimáticos, ya que Mescal podrá convencer a sus compañeros gladiadores y a los soldados romanos, pero yo necesitaría que moviera un poco más las cejas antes de entusiasmarme con sus discursos.
La loca historia de Roma
Además del picadito en el norte de África, hay un gladiador que usa boleadoras y un romano que toma té mientras lee las noticias en papel, visión aun más imposible que en 2024. Pero claro, si nos ponemos estrictos, habría que sacar a los babuinos sangrientos, a los tiburones del Coliseo y quién sabe cuántas otras cosas divertidas. Que los historiadores vengan luego a quejarse; por suerte, Ridley Scott eligió pedir perdón y no pedir permiso.
Gladiador 2, dirigida por Ridley Scott. 148 minutos. En cines.