Cuando se piensa en lo que suele llamarse “adaptación” de un texto a cine, suele darse por descontado que, si un texto cuenta una historia, la película debería contar la misma historia. No queda claro qué significa “contar la misma historia”. Hay amplio consenso en la opinión de que contar una historia no es sólo hacer un recuento de unos hechos; el mundo emocional de los personajes, la voz que cuenta los hechos y el punto de vista desde el que se cuenta son esenciales para definir el carácter de la historia que se cuenta. Es frecuente que, aunque un texto y su adaptación al cine cuenten los mismos hechos, los lectores y los espectadores sientan que no se ha hecho justicia a una cierta esencia.

En cualquier caso, la trama de una ficción es uno de los componentes que con mayor facilidad se reconoce en una adaptación o transposición de texto a cine. Pero ¿qué ocurre cuando el punto de partida, el libro, tiene muy poco texto y se compone casi exclusivamente de imágenes? ¿De qué clase de transposición hablamos?

La historieta Aquí, de Richard McGuire, se publicó originalmente en 1989 en Raw, una revista editada por dos personas muy influyentes en el mundo del arte gráfico, Art Spiegelmann y Françoise Mouly. El primero, historietista underground, autor de Maus, la historia de un sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz; la segunda, editora de larga trayectoria (por ejemplo, como editora gráfica de The New Yorker).

La historieta de McGuire tiene seis páginas, cada una con seis cuadritos, todos con el mismo punto de vista: un encuadre que representa la esquina de una sala de estar de una casa. Unos cartelitos en un rincón de cada cuadrito informan el año de la acción que se está representando. Así se recorren muchos años de la vida de unos personajes dentro de ese rincón de una casa. Pero dentro de esos 36 cuadritos, hay insertos cuadritos más pequeños, con cartelitos que indican otros años. Cada uno de esos cuadritos en el cuadrito es como una ventana a otro año. De esa manera, en total uno tiene 84 vislumbres de muchos años. (En algunos casos se muestra, siempre desde el mismo punto de vista, lo que había antes de que se construyera la casa). No hay una historia lineal. Ni siquiera hay una historia, pero al leer la historieta uno siente que ha vivido la larga historia de un grupo grande de personajes.

Foto del artículo 'El punto fijo: Here, de Richard McGuire, y Here, de Robert Zemeckis'

En 2014, McGuire publicó un libro que amplía el alcance de la idea de su historieta. En 304 páginas despliega 152 dobles páginas, en las que incrusta un total de 322 imágenes que van desde 3.000 millones de años antes de nuestra era hasta 22.175 después de Cristo. El punto de vista es siempre el mismo. Aunque el arco temporal es muy grande, la mayor parte de los cuadros representa la esquina de la sala de estar de la casa.

En 1991 se realizó un corto de animación basado en la historieta, y la novela gráfica de 2014 dio origen a tres adaptaciones: un e-book interactivo, un video interactivo de realidad virtual (que se presentó en el Festival de Cine de Venecia de 2020) y, en 2024, recién estrenada en plataformas, una película de Robert Zemeckis. Y uno se pregunta cómo es posible que un libro que nace de una premisa tan dura y formal —dibujar los cuadritos de la historieta sin cambiar jamás el punto de vista— haya podido servir de punto de partida para una producción de Hollywood, y, para mayor sorpresa, de Robert Zemeckis, que nunca ha parecido muy ansioso por escapar del surtido escueto de las recetas tradicionales del cine masivo.

Paredes y puertas

Toda la obra de McGuire se caracteriza por la firmeza de su fidelidad al sistema que se propone desarrollar. En Aquí se mantiene inmóvil en su punto de vista, y eso es lo que le permite construir una obra trascendente, que sería banal si sólo atendiera a las acciones de los personajes. Porque las acciones son banales: charlar, besar, comer, limpiar, morir. Claro que para las personas (y para los personajes) quizá esas acciones no sean banales; pero si no pasa nada (si sólo se charla, se besa, se limpia, se come o se muere), no sirven para construir una historia. En Aquí no son las acciones las que cuentan la historia, sino el punto de vista. Si se obliga al lector a quedarse quieto en el mismo punto durante millones de años, entonces se empieza a construir una historia que incluye la conciencia de que se está contando una historia, y he ahí el interés de Aquí.

Zemeckis convocó al equipo que hace treinta años trabajó en Forrest Gump (el actor Tom Hanks, la actriz Robin Wright, el guionista Eric Roth, el músico Alan Silvestri y el director de fotografía Don Burgess) para hacer una versión cinematográfica del libro de McGuire.

Probablemente, uno de los motivos para la realización tiene que ver con el ensayo de una tecnología de inteligencia artificial que cambia la edad de las personas. Zemeckis se ha caracterizado por poner en marcha artilugios llamativos: en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? hizo interactuar dibujos animados con actores; en Forrest Gump insertó tomas de su actor en metraje documental del pasado; en El expreso polar convirtió a sus actores en dibujos animados en 3D.

El tema de McGuire es el tiempo, ese instante fugaz de la eternidad que es una vida humana. Es difícil imaginar una mejor idea para ilustrar el paso del tiempo, en una historia sin trama, que dejar quieta una cámara de cine para que pasen delante de ella dinosaurios, aborígenes americanos, familias de clase media y turistas del siglo XXIII.

El software empleado cambia la edad de los actores sin necesidad de colocar marcadores en sus cuerpos. Esto, según dicen los involucrados, facilita el trabajo de actuación, ya que los actores no deben estar pendientes de dispositivos auxiliares y pueden concentrarse en el trabajo de composición de los personajes. Al mismo tiempo, el software ofrece una versión primaria inmediata del proceso de rejuvenecimiento de los actores, lo que les sirve para ajustar su partitura gestual y repetir tomas con una mayor conciencia del efecto que están produciendo. Esto es posible en buena medida gracias al enorme archivo de imágenes de los actores involucrados.

Zemeckis es fiel a los contenidos del libro de McGuire (los personajes, sus circunstancias, las épocas), pero hace tres cambios: uno, obligado por el cambio de medio; los otros, porque trabaja en Hollywood.

El primer cambio que hace el director tiene que ver con el encuadre de la habitación. En el libro de McGuire se muestra una esquina de una habitación: sólo dos paredes. En la película, el encuadre muestra tres paredes: las dos de la esquina del libro de McGuire y una más, en la que hay una puerta. Este cambio tiene que ver con el carácter del encuadre de cine, que es esencialmente distinto al encuadre de fotografía o de pintura (o de historieta). Cuando en una fotografía hay un personaje, está adentro del espacio que se representa; cuando no está, uno no siente que ese personaje tiene una presencia, porque simplemente no se ve. Pero en el cine, si un personaje sale del encuadre, permanece una presencia latente; está ahí, no lo vemos, pero sigue ahí, fuera de los límites que toma la cámara. Para que un personaje realmente salga de escena, debe atravesar una puerta; debe realizar el acto de salir del espacio de la acción.

Era imprescindible que Zemeckis pusiera una puerta para que la acción resulte clara y sepamos siempre cuántos personajes están participando.

Los otros cambios no tienen una justificación tan clara. La propuesta de McGuire exige un punto de vista fijo. Pero ya se sabe que Hollywood no puede dejar quieta una cámara. El motivo es simple: tenemos carros, grúas, steady-cams, drones, y si eso no alcanzara, también tenemos animación 3D. Podemos mover la cámara; por tanto, ¡movámosla! En una película de Hollywood siempre se mueve la cámara, sea cual sea el contenido de la toma. Despacio o rápido, unos metros o unos centímetros, con suavidad o temblorosa, pero siempre, la cámara se mueve. Hacer una película en la que la cámara no se mueva es una ruptura tan enorme para el canon de Hollywood que eso basta para honrar el atrevimiento de Zemeckis al proponerse hacer la adaptación de Aquí.

La crítica de Variety muestra perfectamente lo que se espera de una película masiva: “Si Zemeckis hubiera construido esto como una instalación de museo en lugar de una película, el punto de vista fijo probablemente habría tenido sentido. Pero hemos venido para conmovernos, y para que eso funcione, la cámara también debería moverse”.

Es difícil saber qué vio el crítico de Variety, porque la cámara sí se mueve. La ansiedad del director de Hollywood por conmover (o mover, como dice Variety, ya que en inglés ambos significados se expresan con la misma palabra) pudo más que el propósito de cumplir con la premisa: aguantó un buen rato, pero la movió.

Otra diferencia notoria entre el libro y la película es el tratamiento visual: el libro exhibe una estética de ilustración didáctica en la que predominan los colores planos sin rastro de mano humana; en la película, la textura visual es la de comedia de televisión norteamericana. En este caso, el medio impone su realismo de una manera que no ocurre con la ilustración, que tiene una mayor latitud de estilo visual. El director usa un par de trucos más para eludir la dureza del planteo del libro, pero no son tan gruesos como el movimiento de cámara.

Robert Zemeckis y Tom Hanks suelen noticiarnos de una cantidad de asuntos que, si hemos visto suficiente cantidad de películas estadounidenses, ya sabíamos: que es mejor ser buenos que malos, que los sufrimientos de esta vida se recompensan con un más allá con buena tapicería (si usted es ateo, no importa: en ese caso la recompensa es una muerte serena y sonriente), y, sobre todo, que la familia es lo más importante.

El peso del buenismo de Hanks y de Zemeckis contribuye a bajar la expectativa acerca de lo que va a pasar en la escena siguiente, pero la pintura de época y el tono desencantado acerca del sueño americano le dan a la película un cierto espesor dramático que sigue la tradición del teatro crítico estadounidense de mediados del siglo XX.

No es fácil para quienes han leído el libro evaluar la película, que quizá resulte decepcionante si se mira sin tomar en cuenta las obras que la inspiraron. En todo caso, el conjunto de las tres —la historieta, el libro y la película— crea una cuarta obra que necesita de la totalidad para poder ser evaluada.

Here. 104 minutos. En Mubi.