El 29 de febrero murió David Bordwell a los 76 años. Es posible que nadie, en lo que va de la historia del cine, haya hecho una contribución tan amplia y tan sólida como la suya a los film studies o estudios cinematográficos (el término en español es ambiguo, porque podría referirse también a los complejos donde se ruedan películas, y por eso algunos prefieren el no menos ambiguo “educación cinematográfica”. James Naremore, del British Film Institute, escribió que Bordwell fue “el Aristóteles del estudio del cine”, y no fue una hipérbole.

Bordwell se doctoró en 1974, pero ya en 1973 había editado su primer libro (La Passion de Jeanne d’Arc, de Carl Dreyer, 1928). No hacía mucho que los estudios cinematográficos se habían convertido en una disciplina académica (ocurrió, en Estados Unidos, hacia 1960). En todo caso, la inteligencia sobresaliente, la prosa fluida, la agudeza analítica y el rigor, rasgos distinguibles ya en ese librito escrito por un veinteañero, pudieron florecer en el ámbito académico estadounidense, lo que implica unas condiciones materiales inigualables en cuanto al acceso a bibliografía, copias de películas, la posibilidad de estudiarlas en detalle e intercambio con especialistas en otras disciplinas afines.

En el correr de su extensa carrera como docente, teórico y divulgador hizo comentarios detallados de varios cientos de películas. Buena parte de esos comentarios se basaba en el examen de las películas completas en una mesa de montaje, consignando cada plano y cada corte, y en algunos casos los análisis son tan detallados que deben haber requerido decenas de visionados. Tanto en sus publicaciones como en su blog Observations on Film Art, varios de esos comentarios están ejemplificados con series de fotogramas de las películas.

Bordwell se apoyó en un dominio asombroso de la literatura existente sobre cine y de saberes que excedían en mucho los dominios del cinéfilo común: aspectos tecnológicos, prácticas de producción, historia, economía del cine y avances en la psicología experimental que pudieran repercutir en una mejor comprensión de los procesos mentales de los espectadores. Es de esos raros pensadores que nos dejan preguntándonos cómo pueden dar las horas de los días para ver tantas películas, leer tantos libros, organizar la información de alguna manera recuperable en ocasiones futuras, reflexionar sobre todo eso y todavía cumplir con las rutinas inherentes a la docencia universitaria, y, por si fuera poco, hacer muchos amigos y hacerse querer por un montón de gente –basta mirar el acopio de comentarios personales sensibilizados por su fallecimiento, a consecuencia de una enfermedad pulmonar–.

La neoformalista

Buena parte de las investigaciones de Bordwell fueron realizadas en rica interacción con Kristin Thompson, su compañera durante casi 50 años y, ella misma, una figura destacadísima en los estudios cinematográficos. Escribieron algunos textos en coautoría, y pudieron contar con la lectura crítica el uno del otro en sus muchos trabajos individuales.

Thompson bautizó neoformalismo al acercamiento de ambos al análisis cinematográfico. Como indica su nombre, ese acercamiento se amparó en los trabajos de teoría y crítica literaria del llamado formalismo, que floreció entre 1910 y 1930 entre lingüistas y teóricos literarios eslavos (Víktor Shklovsky, Iury Tïniánov, Borís Eijenbaum, Román Jakobsón y Jan Mukařovský fueron quienes ejercieron mayor influencia sobre Bordwell y Thompson). El formalismo encaraba las obras de arte como artefactos aptos para propiciar estímulos de extrañamiento (o desfamiliarización) con respecto a nuestras percepciones cotidianas condicionadas por funciones prácticas o por la rutina.

Varias de las características del formalismo ruso y checo aparecen en los análisis de Bordwell y Thompson: la tendencia a examinar la película detalladamente en su materialidad, y a sus distintos componentes (formales, estilísticos) como sistemas relativamente autónomos (aunque integrados), así como la resistencia a reducir los rasgos intrigantes de la obra a simplificaciones omnicomprensivas, prefiriendo en cambio llamar la atención a su función de extrañamiento. Sus apreciaciones obvian cualquier diferencia de valoración entre un arte elevado y otro vulgar (es más: siento en muchos pasajes de Bordwell, por detrás de su cautela de estudio riguroso, cierto tufillo de menosprecio por el cine que se vende como más artístico, sea Ingmar Bergman, Stanley Kubrick, James Ivory o mucha de la producción indie).

La impronta formalista está también en conceptos y expresiones como poética, motivación o desnudar el dispositivo. Y el principal agregado a los precedentes formalistas, que justifica el prefijo de neoformalismo, es el enfoque cognitivo-perceptual basado en una teoría constructivista de la actividad psicológica, según la cual la posición del espectador siempre implica operaciones mentales complejas y nunca es pasiva. Con ese enfoque, Bordwell buscó comprender y tener en cuenta la actividad espectatorial en la experiencia del cine. En su defensa del neoformalismo, se opuso al cuerpo teórico que él llamó SLAB (por Saussure, Lacan, Althusser y Barthes).

Obra vasta

Por lejos, el libro más difundido de Bordwell es El arte cinematográfico, en coautoría con Thompson. Es esencialmente un libro de texto, que busca ser una introducción al cine, sin presuponer ningún conocimiento previo más que haber visto alguna que otra película en la vida. Está escrito en un lenguaje archisimple y pedagógico, sin por ello declinar en el rigor conceptual. Aborda los aspectos creativos, tecnológicos y económicos del arte cinematográfico, así como la forma, la narración, la puesta en escena, la fotografía, el montaje, el sonido, el estilo, los géneros y su historia. El acopio de ejemplos incluye tanto el cine de autor (consagrado o no tanto) como el más popular (“comercial”), ficción y documentales, animación, cine experimental, y abarca desde los inicios del cine hasta la actualidad, con materiales oriundos de todos los continentes.

Aparecido originalmente en 1979, el libro fue editado en español por el sello Paidós en 1996 y su versión en inglés va por la 13ª edición (recién lanzada). Cada una está debidamente actualizada con ejemplos de películas recientes, cuestiones nuevas (cine digital, streaming) y una constante revisión crítica y de abordaje pedagógico; a partir de la 11ª edición, se sumó a la coautoría Jeff Smith. El texto se convirtió en lectura básica en cuanta institución de enseñanza cinematográfica haya por el mundo, y hay traducciones al turco, vietnamita, checo, chino, además de los más corrientes francés y portugués.

La pareja Thompson-Bordwell tiene otro libro de texto más, dedicado a la historia del cine (Film History: an Introduction, 1994), también planteado para lectores sin estudios previos en el asunto. La versión en inglés va por la cuarta edición (2017) y hay traducciones al chino, polaco, vietnamita, checo y húngaro, por lo menos.

Más allá de la imparcialidad que le impusieron esos textos pedagógicos, Bordwell dedicó algunos libros a algunos de los cineastas que más le interesaban. Los hubo sobre el danés Carl Dreyer (1981), el japonés Yasujiro Ozu (1988), el soviético Sierguiey Eisenstein (1993) y el británico Christopher Nolan (este último un PDF de distribución gratuita, sin edición física, en colaboración con Thompson; la última versión es de 2019). Cada uno de esos libros incluye datos biográficos y semblanza personal combinados con el contexto de producción de las obras, consideraciones generales y análisis de las películas del respectivo cineasta. En conjunto, deben ser el cuerpo de análisis más impresionante en toda la historia de la escritura sobre cine.

El libro sobre Eisenstein se ocupa, además, de su producción teórica y el vínculo de esta con la práctica artística. A esas obras se suman los cuatro capítulos extensos de Figures Traced in Light (2005) dedicados al francés Louis Feuillade, al japonés Kenji Mizoguchi, al griego Theo Angelópoulos y al taiwanés Hou Hsiao-hsien. Hubo además escritos sobre determinadas cinematografías locales: el impresionismo francés (su tesis de doctorado de 1974, publicada en 1980) y sobre el cine de Hong Kong (2000).

Aparte de esas pasiones por cines de territorios lejanos hay en la obra de Bordwell todo un cuerpo de escritos sobre Hollywood. El monumental El cine clásico de Hollywood (1985, coautoría con Thompson y Janet Staiger) describe la conformación del estilo clásico, los sucesivos modos de producción que lo condicionaron, la evolución tecnológica, y ensaya una descripción del funcionamiento del estilo (amparado en el estudio de un conjunto de 100 películas elegidas en forma aleatoria para obviar cualquier tendenciosidad). The Way Hollywood Tells It (2006) complementa ese esfuerzo con apreciaciones sobre el cine estadounidense posterior a 1960. Reinventing Hollywood se focaliza en la década de 1940, enfatizando el gusto de ese período por la experimentación narrativa (un aspecto que había quedado quizá eclipsado por el énfasis del primer libro en el costado “clásico”).

También hubo textos sobre aspectos teóricos, muy especialmente La narración en el cine de ficción (1985), que propone una descripción de cómo el espectador, viendo una película, construye la historia y el mundo en que esta transcurre, incluidos los modos de organizar el tiempo y el espacio. Esa teoría de la narración cinematográfica está luego testeada en análisis de un cuerpo muy diversificado de películas, desde ejemplos clásicos hasta Bresson y Godard. Figures Traced in Light reflexiona sobre un costado bastante desatendido en la teoría cinematográfica, que es la organización de los cuerpos en el espacio con relación a la cámara, a través de las obras de cuatro cineastas que se caracterizaron por dar a ese aspecto un rol preponderante.

Hay otros libros más difíciles de describir; On the History of Film Style (1997) es tanto lo que dice el título (la evolución del estilo) como un recuento de distintos enfoques en la descripción del estilo a través de la historia del cine. El significado del film (1989, mala traducción para Making Meaning) explora, sobre todo, las distintas maneras en que los críticos realizan sus interpretaciones y apreciaciones. Su último libro, Perplexing Plots (2023), estudia las narrativas alrededor del crimen, tanto en la literatura como en el cine estadounidenses.

Desde 2006, Bordwell llevaba adelante, junto a Kristin Thompson, el blog Observations on Film Art, que llegó a reunir alrededor de un millar de artículos y fue la principal vía de salida para la disquisiciones de ambos sobre cine. A ello se suman los videoensayos con el mismo título genérico que el blog, subidos al canal de Criterion Channel (y a los que se debe acceder desde una IP dentro de Estados Unidos).

Si los primeros de esos escritos (los libros sobre Dreyer, El cine clásico de Hollywood, La narración en el cine de ficción) son textos bastante sesudos, con el paso de los años el estilo de escritura de Bordwell tendió a aligerarse, a ponerse más lúdico y sabroso. Además, el rigor y la inteligencia de David Bordwell estuvieron siempre combinados con un indisimulado amor por su objeto de estudio. Su pasión por las películas, su admiración sincera por una enorme variedad de cineastas y cinematografías son conmovedoras y contagiosas. Sus análisis, sugerencias y recomendaciones, sus ricas y sólidas formulaciones teóricas, contribuyen sobremanera a nuestra comprensión del arte audiovisual, volviendo la experiencia cinematográfica más bella, provechosa y placentera. Sus lectores ávidos sólo podemos expresar nuestro agradecimiento infinito por ello.