Quien especuló sobre el nuevo álbum de Idles basado en los antecedentes de la banda, seguramente perdió la apuesta. Los originarios de Bristol patearon el tablero de lanzamientos alternativos 2024 con un disco casi enteramente compuesto por canciones de amor.

Brutalism, su éxito de 2017, era una catarsis de duelo, construida en torno a la muerte de la madre de Joe Talbot (cantante y principal compositor de la banda), el brexit y la crisis social que acechaba Inglaterra. Joy as an Act of Resistance (2018) llegó luego del fallecimiento de la hija mayor de Talbot, Agatha, mientras que Crawler (2021) se presentó como una obra introspectiva enfocada en las adicciones de Talbot, que se refirió posteriormente al proceso del álbum como “un desgaste emocional muy grande”.

Reacios a identificarse como una banda punk, Idles construyó su sonido sobre influencias hardcore, pospunk y garage-rock, sin temor a experimentar con sonoridades radicalmente diferentes, como el glam-rock o el dance, a la vez que forjaban una imagen contestataria, abiertamente política, pero también cruda y vulnerable. O al menos así fue hasta la llegada de Tangk.

“Quiero hacer a la gente sentir el amor que necesito en mi vida” fue la premisa con la que Talbot presentó el más reciente material de la banda el 16 de febrero.

Tangk debe su nombre a una onomatopeya alusiva al sonido que hacen las guitarras en este disco, gracias a la técnica tape loop que el guitarrista Mark Bowen tomó prestada de Nigel Godrich, productor del álbum e histórico colaborador de Radiohead, banda reconocida por el uso de este recurso. Pero esta no fue la única novedad musical de Tangk.

Si bien la banda ha perfeccionado una fórmula cuidadosamente curada en torno a una base rítmica contundente, el acercamiento a un sonido más sónico o “noise” que comenzó tímidamente en Crawler se afianza en Tangk, incorporando también pianos, arreglos de cuerdas, programaciones, loops y hasta un saxofón en el cierre del álbum. La instrumentación se complementa con un gran protagonismo de las voces, que presenta a Talbot más confiado en su registro e interpretación.

“IDEA 01” abre el disco a puro golpe de bombo, contrastado con un teclado algo haraposo que remite a un flashback cinematográfico. “Estas son las cosas que perdiste en el fuego”, canta Talbot en un guiño a la película Things we lost in the fire (Susanne Bier, 2007) –y también podemos pensar en el libro de cuentos de la argentina Mariana Henríquez Las cosas que perdimos en el fuego–, aunque en este caso no alude a la limpieza del fuego sino a cómo su incendiaria crisis personal opacó la serie de sentimientos que Tangk intenta sacar a flote.

“Gift Horse” es el track más similar al sonido insignia de Idles, un pos-hardcore de base concisa. Aquí se introduce por primera vez un concepto reiterado a lo largo del álbum: Talbot canta “¡Que le den al rey! ¡Él no es el rey, ella es el rey!” antagonizando la figura del rey Carlos III para afirmar que sólo su hija merece una reverencia. Esta postura antimonárquica clásica de Idles, en paralelo a la paternidad del cantante, también está presente en “Monolith” y “Grace”, donde la banda corea “No hay dios, no hay rey, dije que el amor es lo que importa”, la frase inscripta en las redes sociales y el merchandising de la banda para promocionar el álbum.

“Roy” y “Gospel” son dos caras del amor romántico: la primera un enamoramiento intenso y arrollador, la segunda una conversación que pone fin a ese amor de forma resignada. En cambio “Dancer”, con un Talbot de voz áspera y coros de James Murphy y Nancy Whang de LCD Soundsystem, describe la seducción previa al romance, marcando los pasos de una coreografía en el estribillo, parodiando populares canciones de fiesta de antaño.

El tema “Hall & Oates” reaviva las raíces protopunk, con un riff que suena a The Kinks y The Stooges, para adentrarse en una oda glam-rock a la amistad, mientras que “Jungle” le da el toque oscuro al álbum con el relato de un asesinato.

Quizás la mejor forma de entender los matices líricos y sonoros de Tangk sea tomar el título del segundo disco de Idles como un mantra: “la alegría como acto de resistencia”, el amor, la amistad, Freudenfreude (encontrar felicidad en el éxito de otras personas, un término en alemán que utilizan en “Pop Pop Pop”) e incluso los temas bailables son las banderas de rebeldía que la banda elige en esta nueva etapa para hacer frente a lo que reconoce como erróneo.