El dibujante japonés Akira Toriyama, creador del manga Dragon Ball que luego se convertiría en varias series de animé, murió el pasado viernes 1º de marzo, según se dio a conocer en las últimas horas. La información fue confirmada por el sitio web oficial de Dragon Ball: “Con profunda tristeza les informamos que el creador de manga Akira Toriyama falleció el 1º de marzo debido a un hematoma subdural agudo. Tenía 68 años”.

“Lamentamos profundamente que todavía tuviera varios trabajos en medio de su creación, que llevaba con gran entusiasmo. Además de que hubiera logrado muchas cosas más”, continúa el comunicado. “Sin embargo, le dejó al mundo muchos títulos de manga y obras de arte. Gracias al apoyo de tanta gente alrededor del mundo, fue capaz de dedicarse a las actividades creativas por más de 45 años. Esperamos que el universo de las obras tan únicas de Akira Toriyama siga siendo querido por todos durante mucho tiempo”.

Toriyama nació en 1955 y en 1978 comenzó a publicar de manera profesional. Su primer éxito fue Dr. Slump, serializado entre 1980 y 1984, que también tuvo su serie animada. En 1983 publicó la historia unitaria Dragon Boy, inspirado por el cine de Hong Kong y especialmente por las películas de Jackie Chan, que luego reimaginó como Dragon Ball y se convirtió en uno de los mangas más vendidos de la historia.

Dragon Ball constó de 519 capítulos publicados en la revista Weekly Shōnen Jump y luego recopilados en 42 volúmenes. Contaba la historia de Goku, quien junto a Bulma se embarcaba en una de esas clásicas aventuras en las que los rivales se van volviendo cada vez más poderosos. En este caso, el objetivo eran siete bolas de dragón que podían invocar a Shenlong, el dragón que concede deseos, mientras enfrentaban a los saiyanos llegados del planeta Vegeta.

La versión animada, que llegó en los primeros años de la televisión para abonados en Montevideo, fue un revulsivo para toda una generación. Matías Bergara, dibujante uruguayo de historietas reconocido por obras como Coda o Step by Bloody Step, conversó con la diaria acerca de lo que significó ir haciendo zapping y encontrarse con aquella historia. “El caso de Dragon Ball es especial comparado con otros animés que habíamos visto quienes tenemos cerca de 40 años. Habíamos visto Mazinger Z, Kimba, el león blanco, Heidi, Astroboy... eran cosas que se identificaban como que venían de Japón”.

“Pero hay una diferencia esencial y es la dimensión de la ficción. Dragon Ball es lo que se llama un shōnen, una ficción épica para niños y jóvenes. En otras palabras, aventuras de enorme extensión, verdaderas sagas épicas suficientemente pueriles y llenas de acción y de elementos que cualquier niño o adolescente podía consumir, que te enganchaban muchísimo. Dragon Ball funcionó y tuvo ese impacto en quienes lo empezamos a ver a través de canales argentinos allá a comienzos de los 90”, recordó Bergara.

Él, claramente, fue uno de los enganchados, y explicó las razones: “A diferencia de otros animés o series que venían de Japón, en este caso se transmitían los episodios en orden, y eran decenas o cientos. Uno se enganchaba con una épica real, que avanzaba capítulo a capítulo”, algo que en otros casos no ocurría ya que eran series “compradas al azar”, con capítulos emitidos en forma desordenada. “Realmente no te daban esa sensación”.

Dragon Ball, además de ser una épica infinita que te enganchaba con un cliffhanger al final de cada episodio de media hora, también inauguró para el género y para la ficción animada un montón de elementos visuales de acción que hoy ves en cualquier cosa, desde el cine hollywoodense mainstream hasta la animación y los cómics. Toriyama era un tipo que tenía un ojo muy especial para la acción, para el movimiento, y también un sentido del humor muy especial. Y creó una especie de lenguaje visual de la narrativa de acción y aventura que influenció a prácticamente todo lo que vino después”, dijo Bergara, y señaló que muchas veces lo cansa la dragonballización de la acción en las escenas de lucha del cine, animado o no.

El salto “cuantitativo y cualitativo” en materia de acción tuvo un impacto gigante, en palabras del ilustrador: “Pero bajarlo solamente al territorio de la animación es acotarlo. El hombre era un dibujante impresionante, con una creatividad increíble para el diseño, para el color y para la forma de los personajes. Décadas después, cuando ha corrido un montón de agua bajo el puente y hay un montón de herederos estilísticos, parece obvio y uno lo puede dar por sentado. Incluso para un pibe joven la estética de los viejos episodios de Dragon Ball puede atrasar, pero visto en el contexto del momento, para pibes como nosotros que teníamos siete, ocho, nueve años y veníamos de mirar Los Picapiedra, Tom y Jerry, Los osos Gummi y un montón de animación occidental, toparse con eso era una cosa absolutamente increíble. Para mí es un antes y un después”.