El 27 de abril, el Ballet Nacional del Sodre (BNS) comienza su temporada 2024 con Don Quijote. Considerado uno de los grandes clásicos del ballet, tiene música de Ludwig Minkus y coreografía de Raúl Candal y Silvia Bazilis. Bajo la dirección de María Riccetto, el BNS estará acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional del Sodre y el director invitado Enrique Carreón-Robledo.
Si bien Don Quijote da nombre a varios ballets creados por distintos coreógrafos y músicos, actualmente refiere exclusivamente a la versión con coreografía de Marius Petipa y música de Minkus, que se estrenó por primera vez el 26 de diciembre de 1869 en el teatro Imperial de Bolshói de Moscú, a solicitud de los teatros imperiales de Rusia.
La obra de Petipa se basa, por si hace falta aclararlo, en la novela Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes, y en particular en el episodio de las bodas de Camacho, que transcurre en los capítulos XX y XXI de la segunda parte de la obra. Allí se relata el romance entre el barbero Basilio y la joven Kitri (Quiteria en el original cervantino).
La versión presentada por el BNS es una coreografía de Candal y Bazilis, creada especialmente para el BNS y basada en la obra original de Petipa. El cuerpo estable del Sodre cuenta en esta ocasión con dos bailarines invitados: Cassandra Trenary (primera bailarina del American Ballet) y Jeffrey Cirio (primer bailarín del Boston Ballet), quienes se presentarán en las funciones del 3 y 5 de mayo.
Este ballet, que consta de prólogo y tres actos, centra su trama en el amor de Kitri, hija del tabernero del pueblo, y Basilio. El tabernero quiere casarla con el rico noble Camacho, por lo que la pareja debe huir y luchar por su amor hasta que el padre de Kitri admite a Basilio como yerno. Don Quijote y Sancho Panza llegan al pueblo y viven una serie de aventuras en torno a la joven pareja. El ingenioso hidalgo conoce a Kitri y en sus delirios ve en ella a Dulcinea. La obra, de fuerte carácter español, cambia cuando se representa la alucinación de Don Quijote que da lugar al cuadro de las dríadas, el más clásico de la obra.
En la piel de Sancho
El primer bailarín Alejandro González interpreta el rol de Sancho Panza. “Es algo soñado. Soy el fiel compañero de Don Quijote y, aunque sé que está un poco loco y delira, lo acompaño en todo. Al ser su compañero estás a su servicio, lo cuidás y lo llevás; esa unión con el otro personaje es muy linda de interpretar”, dice a la diaria. Con respecto a las características del rol, comenta: “Es un personaje muy simpático, muy picaresco, siempre preocupado por comer, tomar y meterse con todas las mujeres del pueblo. Todos los días hace cosas distintas; hay mucha contraescena, que es lo que enriquece la historia del ballet, la hace creíble. En el escenario se ve todo, y si estás convencido y ofreciendo algo verdadero se nota”.
Sobre su interpretación del personaje, González dice: “Al estar tanto tiempo en la compañía he visto a muchos bailarines hacer estos roles y he ido aprendiendo. El coreógrafo me dejó fluir, siempre me dejó ser, y eso es una libertad espectacular para crear e interpretar”. Si bien aclara que a sus 61 años no se siente desafiado como cuando era más joven, enumera las particularidades de meterse en la piel de Sancho Panza: “Te metés dentro de un traje gigante que parece que pesara 100 kilos. Hay que aprender a moverse, mirás a la gente grande y aprendés. También hay que controlar la energía, porque, de lo contrario, no estás siendo el personaje. Vivo siendo Sancho no sólo durante la obra, sino durante los meses que dure el ensayo; por ejemplo, me tengo que dejar crecer la barba y el pelo”.
Estos personajes, que están en el escenario durante gran parte de la obra, presentan algunas dificultades para los bailarines: “Pueden tener o no coreografía, quizá bailás con la bailarina principal. Hay acentos musicales para determinados gestos que tenés que respetar. Lo más difícil es mantener el personaje durante todo el ballet, porque en el momento en que perdés tu rol, se nota”.
González invita al público a ver la obra porque considera que “es muy buena la producción, es uno de los grandes clásicos, la orquesta suena maravillosa, es muy completa. Cuando levanta el telón y ves esa escenografía, es muy mágico, ves un pueblo, sus habitantes, es muy real y muy entretenido”. En cuanto a la compañía, comenta: “Hay excelentes bailarines que defienden la coreografía, mientras los nuevos se van acoplando”.
Una carrera
Alejandro González comenzó bailando en carnaval con Fernando Couto. A los 22 años ingresó a la Escuela Nacional de Danza y cuenta que a los tres meses logró un giro muy difícil y se enamoró del ballet; egresó en 1984. Ingresó al Ballet Nacional en 1985 y a los cuatro años ascendió a primer solista. En 1991 llegó al puesto de primer bailarín, durante una revisión de cargo, preparado por el maestro Eduardo Ramírez y la primera bailarina Mariel Odera. Desde 2010 es docente en la división Ballet de las Escuelas de Formación Artística del Sodre.
Don Quijote, por el Ballet Nacional del Sodre. En la sala Fabini del Auditorio Nacional Adela Reta, del 27 de abril al 12 de mayo. Entradas desde $ 150 hasta $ 1.800 por Tickantel y en la boletería de la sala.