Algunos clichés del cine tienen la finalidad de ayudar a que como público incorporemos conceptos de la trama en muy poquito tiempo. Si nos muestran filmaciones caseras de una familia, o escenas que nos hacen acordar a filmaciones caseras, deduciremos que entre los figurantes hay mucho amor, y podremos prever que alguno de ellos está por abandonar este plano de existencia, si es que no lo ha hecho ya. Cuando la que muere es la pareja del protagonista, por alguna razón siempre aparece riendo bajo sábanas blancas.
Amigos imaginarios, la película escrita y dirigida por John Krasinski (Jim en The Office), comienza con papá, mamá y la pequeña Bea en situaciones tan cariñosas que es obvio que a uno de los progenitores le queda poco tiempo. Eso se confirma en los siguientes minutos, en una concatenación de escenas que recuerda el resumen de la vida en pareja de Carl, el veterano protagonista de Up: una aventura de altura.
No será la última similitud con historias del estudio de animación Pixar. De hecho es como si IF (título original, por las iniciales de “amigos imaginarios” en inglés) quisiera ser una película de Pixar, pero con actores de carne y hueso intercalados entre personajes animados por computadora. Y al mismo tiempo se diferencia lo suficiente como para que no se cumpla esa fórmula que el estudio dejó un poco gastada y que podría resumirse en “un montón de cositas que ocurren en los primeros 15 minutos tienen un montón de resoluciones en los últimos 15”.
Tampoco hay aquí una preocupación por establecer reglas estrictas de cómo funciona el mundo. En Monsters, Inc., otro de los títulos que sobrevuela esta historia, el guion se encargaba de explicar cómo los monstruos generaban energía a partir de los gritos de los niños a los que asustaban, y cómo funcionaba la UTE de ellos. Intensa-Mente (tercer título de Pixar espolvoreado en la trama) tenía que explicarnos cómo las mentes de las personas eran una construcción compleja con mundos y submundos, y cómo un puñado de sentimientos lo comandaban todo.
Aquí la cosa es más sencilla. No solamente porque se trata de amigos imaginarios y el funcionamiento se decanta por lo obvio (los tenemos de niños, pero cuando crecemos dejamos de verlos), sino porque la aventura está antes que la construcción de un universo. Por ejemplo: los AMI (como los llaman para hacerlo más breve) viven debajo de un antiguo parque de diversiones en una comunidad de retiro a medio camino entre un geriátrico caro y el estado de Florida. ¿Por qué ahí? ¿Por qué con esas características? Es lo de menos. De hecho Bea es capaz de modificar el entorno con el poder de su imaginación.
Hablando de la jovencita, parece haber una decisión de Krasinski de no dejar que la protagonista esté definida solamente por sus traumas. La actriz Cailey Fleming debe atravesar un montón de emociones, casi como la Riley de Intensa-Mente, pero su arco de aceptar que los amigos imaginarios existen y aprender a darles una mano (un poco como ocurría con los fantasmas de Sexto sentido) no le lleva tantos minutos como uno esperaría.
Mientras Bea atraviesa un nuevo drama familiar y comparte apartamento con su abuela (Fiona Shaw) se cruzará con estos seres generados por computadora que, sin la complejidad de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, comparten pantalla con los actores. Y que en la versión original tienen las voces de famosos como Steve Carell, Phoebe Waller-Bridge, Matt Damon, Emily Blunt, Jon Stewart, George Clooney, Bradley Cooper o Sam Rockwell, aunque algunos solamente pronuncien tres o cuatro parlamentos.
Junto a todos estos AMI, intentando sin éxito sacarlos de su retiro, se encuentra Calvin, interpretado por Ryan Reynolds, coprotagonista de la película. El actor es uno de los productores y ayudó a desarrollar la idea junto al director, pero no parece la elección más adecuada para este papel. Primero, porque le falta gravitas para hacernos creer que está realmente preocupado por lo que ocurre, pero además porque termina teniendo un registro muy parecido al del padre de Bea, que interpreta el mencionado Kasinski.
Si bien el guion tiene un gato encerrado, del que quizás haya dejado alguna pista en los párrafos anteriores, esta no es una película de “¿Qué pasó realmente?” ni de “¿Qué pasará luego?”, sino de “¿Qué está pasando en este momento?”. Encadena momentos simpáticos, como el relevamiento que hace Bea de los AMI, su aprendizaje del oficio de “casamentera” y el uso (limitado) de imaginación a la hora de transformar su mundo. Pero en definitiva lo que la historia busca es acompañar al público menudo durante un poco más de una hora y media y dejarle un buen recuerdo.
Amigos imaginarios. 104 minutos. En cines.