George Miller es un hombre universal. No habrá pintado una sonrisa inmortal o creado un helicóptero primitivo (que yo sepa), pero el cineasta australiano es capaz de contar la historia de un chanchito que aprende a pastorear ovejas (en las películas de Babe), un pingüino que baila tap (Happy Feet 1 y 2) o un futuro posapocalíptico tan violento como ridículo (la saga Mad Max), dicho esto en el mejor de los sentidos posibles.
Su trilogía original del guerrero del camino me observó durante años desde los estantes del videoclub (así de old), pero mi bautismo oficial de las aventuras del loco Max Rockatansky llegó en 2015 con el estreno de Mad Max: furia en el camino, una hermosa persecución de dos horas a través de ese mundo devastado en el que el agua, la gasolina y las balas son igual de necesarias para la supervivencia, e igual de escasas.
La película fue un suceso global y logró diez nominaciones a los Premios de la Academia, algo no tan común para el cine de género (y un poco degenerado), y ganó seis Oscar: Mejor edición, Diseño de producción, Vestuario, Maquillaje y peinado, Mezcla de sonido y Edición de sonido. Si la vieron, sabrán que puntuaba altísimo en estas categorías técnicas.
También trajo por primera vez a otro actor en el papel protagónico, ya que Mel Gibson estaba demasiado viejo y demasiado misógino y demasiado antisemita para volver a ponerse detrás del volante del Interceptor. Tom Hardy, acostumbrado a papeles con poco diálogo o con elementos que le dificultan el habla, aportó lo necesario y suficiente para quedarse con el rol, mientras que Charlize Theron fue la verdadera catalizadora de la historia en el papel de Imperator Furiosa, quien rescataba a las esclavas sexuales del villanísimo Immortan Joe.
No era necesaria una precuela, pero hablar de necesidad en el cine es una conversación para otro día. Lo cierto es que George Miller decidió regresar a una de sus creaciones más queridas y contar cómo llegamos a la Furiosa de Furia en el camino, con Anya Taylor-Joy en el papel protagónico, al menos en la segunda mitad de la película.
Motoqueiros otra vez
Todo comienza un poquito más cerca del apocalipsis que habilitó un posapocalipsis. Hay píldoras de un futuro demasiado cercano, para después centrar la acción en la Australia golpeada por las calamidades que hicieron que su interior profundo se volviera incluso más peligroso que en la actualidad. Por allí sobreviven bolsones de esperanza, oasis literales en el desierto, en uno de los cuales creció nuestra protagonista (Alyla Browne durante la infancia del personaje).
El guion coescrito por Miller y Nico Lathouris, los mismos de 2015, no pierde el tiempo antes de comenzar con las persecuciones, ya que unos motociclistas salvajes se la llevan como evidencia de que todavía quedan rincones verdes prontos para ser arrasados y arruinados. Así arranca el derrotero del personaje, que irá cambiando de manos (y de cantidad de manos) durante 148 minutos que mantienen el ritmo veloz de la entrega anterior, aunque no todo el tiempo.
Furiosa. De la saga Mad Max es una historia más clásica que la anterior. La heroína epónima tiene un arco con varias idas y vueltas, mientras intenta ganarse un lugar en la sociedad, sobre todo después de haber perdido otro. Hay grandes momentos a granel, dentro de una estructura predecible desde el punto de vista narrativo.
Hay una decisión muy interesante respecto del antagonista de esta aventura, por más que Immortan Joe asome su piel blanquecina de vez en cuando, porque esta es una aventura que prácticamente se solapa con la anterior. El villano de turno es Dementus, líder de los motoqueros, interpretado por Chris Hemsworth. Acostumbrados a verlo en el papel de Thor, es una bocanada de aire fresco tenerlo en un papel tan diferente.
Y, sin embargo, todavía mantiene algunas características similares. Porque Dementus se toma demasiado en serio a sí mismo y suele quedar como un estúpido. Esto lo diferencia de Joe, a la vez que deja en forma más explícita que nunca que la mayoría de los personajes que vemos son personas jugando a la guerra, haciendo cosplay de soldados y combinando atuendos ridículos con nombres ridículos para obtener un resultado, bueno, ridículo.
Si será así, que por momentos Dementus y los suyos recuerdan a la tripulación del capitán Héctor Barbossa (Geoffrey Rush) en la saga de Piratas del Caribe. Eso no impide que sea capaz de arruinarle la vida a Furiosa de varias maneras a lo largo del film, lo que lo convierte en el primer nombre de su lista de pendientes, cual Arya Stark en Juego de tronos.
Hablando de la protagonista, en la comparación entre ambas actrices, Theron corre con ventaja. Taylor-Joy tiene que hacer que sus ojos expresen poco, lo cual es bastante difícil, y le tocan los momentos más calmos (o menos furiosos) de una montaña rusa que termina en el film de 2015, además de que por un momento su historia se vuelve casi un revenge porn, y Furiosa no es la Novia de Kill Bill.
De todas maneras, será fundamental para el disfrute el componente espectáculo, y Miller vuelve a regalarnos grandes escenas, menos conectadas que en la entrega anterior pero igual de efectivas por separado. La estrategia militar da lugar a asaltos como el que incluye un ataque aéreo, embellecido por la combinación de la fotografía y los efectos especiales. Alguien decía en las redes sociales que podés poner pausa en cualquier escena de Furia en el camino y el resultado será bello; acá ocurre lo mismo.
El director hace todo tan bien, que hasta le perdonamos cuando aumenta la velocidad y convierte a los guerreros del camino en personajes de Benny Hill. Así de buenas están sus películas.
Furiosa. De la saga Mad Max. 148 minutos. En cines.