Durante más de medio siglo, Jorge Batlle Ibáñez (1927-2016) fue un protagonista de primera línea en la política uruguaya. Jorge Batlle, entre el cielo y el infierno, como sugiere su título, prioriza el abordaje de los años en que fue presidente –el “cielo” al que accedió en 1999 después de intentarlo en cinco elecciones– y debió afrontar una acumulación de graves problemas –es decir, el “infierno”–. Al igual que la mayoría de sus defensores, la película sostiene que esos problemas, que desembocaron en la mayor crisis social y económica de los últimos tiempos, tuvieron origen externo, y eximen de responsabilidades al mandatario. Si se suspende el cuestionamiento de ese relato, hay momentos atractivos en esta producción dirigida por Federico Lemos (Gonchi: la película, Marama-Rombai: el viaje, 12 horas 2 minutos).
Como el foco está puesto en los años finales de la carrera de Batlle, la película debe pasar veloz por lo biográfico y lo contextual. Se explica la tradición política familiar de la que proviene, se sugiere, sin caer jamás en el psicologismo, por qué adoptó definiciones ideológicas casi opuestas a las de su padre (Luis Batlle) pero no abandonó su sector político (la Lista 15), se repasa la década de 1960, en la que luchó por el dominio del Partido Colorado (PC) y contra quienes buscaban representarlo como el político corrupto paradigmático, evitando profundizar en su enfrentamiento con la casta militar (sí se menciona su denuncia del pacto entre las Fuerzas Armadas y el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros).
La narración corre por cuenta del historiador y politólogo Gerardo Caetano, que es el único de su campo académico que aparece en cámaras. Abundan, en cambio, los testimonios de figuras políticas notorias como los expresidentes Lacalle Herrera, Sanguinetti y Mujica, y el exvicepresidente Danilo Astori, entre otras, así como economistas de la órbita de Batlle (Carlos Steneri y Alberto Bensión). Del ámbito familiar, aparecen sus hijos Raúl (reciente senador) y Beatriz, así como su viuda, Mercedes Menafra. No impresiona, en cambio, el uso de imágenes de archivo.
En esas coordenadas, hay por lo menos cuatro puntos destacables. Uno: los testimonios del precandidato del PC Gabriel Gurméndez y el abogado Jorge Barrera echan un poco de luz sobre los años de la dictadura en que Batlle, impedido de realizar actividad política pero sin padecer prisión, organizaba reuniones de formación en su apartamento pocitense; específicamente, explican algunas de las razones de su ascendencia sobre los jóvenes, basada en la seducción del conocimiento y la mirada a largo plazo.
Dos: cuando se aborda la crisis que sufre la Lista 15 en 1989 (Sanguinetti bien podría haber sido el villano en otra versión de esta misma historia), Batlle explica por qué va a ganarle la elección interna a Enrique Tarigo: a él le gusta recorrer el país durante la campaña, y a su rival no. Es un pasaje breve, pero lo pinta como un auténtico político uruguayo en un rubro –la cercanía con el electorado del interior– tan candente en este 2024.
Tres: aunque el documental evita toda presentación polémica, se permite deslizar dos pequeñas críticas al protagonista. Una, por derecha: Lacalle Herrera afirma que el primer año de su gobierno, en que todavía no habían ocurrido el brote de aftosa ni la corrida bancaria, Batlle no presentó proyectos de reforma importantes. Viniendo de un gemelo neoliberal que había encontrado dura oposición a sus propias iniciativas privatizadoras –es gracioso cómo en un momento se busca separar a los quincistas jorgistas de los herreristas en plan “liberales progresistas” y “liberales conservadores”–, la observación resuena hacia el presente, hacia los límites al antiestatismo que ha encontrado el actual gobierno. La película deja un poco en offside tecnocrático a Lacalle padre, porque dedica un buen tiempo a mostrar el impulso que dio Batlle a la investigación sobre el pasado reciente apenas asumió la presidencia con la creación de la Comisión para la Paz, y tienen bastante destaque las palabras de Juan y Macarena Gelman.
La otra crítica, más sutil y propia del estilo calmo de su autor, proviene de Astori, quien, en lugar de sumarse a la opinión de que Batlle era un entendido en economía, dice algo así como que tenía ideas sobre medidas económicas. Ya que mencionamos a estas figuras, digamos que la película enfatiza el apoyo de Astori a la salida de la crisis pero diluye la lealtad institucional del Frente Amplio en su conjunto, mientras que hay que aguzar bastante la vista para entrever una alusión a la falta de apoyo a Batlle por parte del Partido Nacional, que en los hechos abandonó la coalición de gobierno en medio de la crisis.
Cuatro: el documental cambia de ritmo durante la visita de Batlle a Washington, donde está a punto de conseguir una mayor cuota de exportaciones cárnicas cuando le avisan de los primeros casos de aftosa en el ganado uruguayo. Pasamos a un intenso minuto a minuto en el que, gracias a los testimonios, llegamos a empatizar con ese presidente y su entorno, que debían comunicar una noticia que trastocaba todos los planes. La derrota a último momento es tragedia pura y uno lamenta que ese núcleo dramático esté tan cerca del final de la película, en el que, por otra parte, adquiere protagonismo Alejandro Atchugarry, el ministro de Economía que encabezó las negociaciones políticas durante la crisis de 2002.
También en ese tramo “estadounidense” se ilustra la sintonía entre Batlle y el expresidente Bush, que aporta a la noción de que la relación entre George y Jorge fue clave para salir de la crisis. Parece que Batlle se refería a su par norteamericano como “el cowboy”, y, aunque no se cita, viene a la memoria aquel famoso titular-operación de La República “Mi amigo Jorge no va a caer”, que adelantaba la llegada de un préstamo excepcional desde Estados Unidos.
A pesar de su natural exposición, el último Batlle presidente es todavia una figura enigmática y su trayectoria resulta, en varios aspectos, una singularidad dentro de las convenciones locales. Este documental se focaliza en determinadas decisiones que tomó y no se mete mucho con sus características personales ni con su pensamiento, pero consigue alumbrar algunos aspectos de su larga y contradictoria carrera política, que sigue pesando mucho –pensemos en la situación actual del Partido Colorado, en los incrementos de los controles financieros o en la oleada migratoria– en la sociedad uruguaya.
Jorge Batlle, entre el cielo y el infierno. 90 minutos. Estrena este jueves en salas.