Debo confesar que hasta hace un par de meses era virgen de chicos malos, cinematográficamente hablando. No había visto ninguna de las tres películas del dúo de policías de Miami conformado por Will Smith y Martin Lawrence, pero la cercanía de este estreno, sumada al pluriempleo (comento películas noventeras en la radio), se convirtieron en la oportunidad perfecta para debutar con ellos.

Fue así que en pocos días me puse a tiro. Vi la primera entrega de Bad Boys, que marcó el debut de Michael Bay como director y en la que se empezaban a ver elementos que luego lo llevarían al Olimpo del cine de acción, aunque el presupuesto reducido y una tonta subtrama de identidades cambiadas no facilitaban el disfrute. La segunda sí, es una película de Michael Bay, con irrupción en ceremonia del Ku Klux Klan, tiroteo con ametralladoras y escena final en Cuba. El humor se mantenía, pero la acción coreografiada la volvía ineludible.

Aquellas aventuras fueron en 1995 y 2003, pero hubo que esperar hasta 2020 para convertirlas en trilogía. Esa vez quienes estuvieron en la(s) silla(s) de mandar fueron la pareja de directores Adil el Arbi y Bilall Fallah, más conocidos como Adil & Bilall. En esa ocasión la trama iba de narcos cobrando venganza y cargándose a alguna figura querida del reparto mientras Mike (Smith) y Marcus (Lawrence) se enfrentaban a la vejez con mucha más gracia que Danny Glover cuando interpretaba a Roger Murtaugh en la saga de Arma mortal y decía: “Estoy demasiado viejo para esta mierda”.

Pese a las buenas ideas, el guion tenía demasiadas piezas móviles y las escenas de acción claves, que son las que pueden decidir el éxito de una película de este género, no terminaban de estar a la altura de las circunstancias. Fui con moderado entusiasmo a ver Bad Boys: hasta la muerte (Bad Boys: Ride or Die) y que me perdonen los michaelbayeros, pero creo que fue la que más disfruté de las cuatro. Es cierto que es la única que vi en pantalla grande, y ese es otro factor fundamental de esta clase de entretenimiento.

Dicho esto, y si tienen la oportunidad, vean Bad Boys para siempre (disponible en alquiler digital) porque por momentos la recién estrenada funciona como una Bad Boys 3,5. El guion se encarga de ponernos al día, es cierto, pero son numerosos los elementos de la anterior que ponen en movimiento la trama de esta. Como la muerte del capitán Howard (Joe Pantoliano), quien aquí aparece desde el Más Allá en videos o visiones, o Armando (Jacob Scipio), el hijo recién reconocido de Mike que esta vez coqueteará con el bien.

Como sucedió con la saga Duro de matar, el elenco estable de los chicos malos ha crecido, pero se mantiene manejable. Y todo sigue girando alrededor de las dos estrellas, que parecen estar siendo filmadas por dos directores distintos (¿uno Adil y el otro Bilall?). Smith tiene 55 años pero no quiere que se noten, mientras que a Lawrence le estampan una lente a milímetros de su cara para hacer humor con todas sus imperfecciones. Como Dean Martin y Jerry Lewis pisteando por las calles de Miami.

En las entregas anteriores el Marcus de Lawrence era el modoso y su colega el arriesgado, pero dos experiencias traumáticas los harán invertir los roles, aunque con más efectividad que en la primera entrega. Y mientras que Lawrence le saca jugo a su nueva valentía, la resistencia del personaje de Smith a la acción solamente suena como algo necesario para que Mike tenga una subtrama.

Como toda aventura, necesita un villano poderoso, y el McGrath que interpreta Eric Dane cumple sin deslumbrar. Su villanía está en sus acciones y no en lo que transmite: hace un montón de cosas malas, pero en última instancia es intercambiable.

Su plan implica enchastrar, empezando por el difunto capitán Howard, y aprovecharse de una red de corrupción enquistada en la Policía y en la que el capi estuvo investigando mientras vivía. Estas maquinaciones llevan a que la pareja protagónica termine en cierto momento como fugitiva, lo cual funciona bien, pero las revelaciones sobre personajes traidores son pocas y se ven venir a kilómetros (o millas) de distancia.

¿Y las escenas de acción claves? Gracias por preguntar. Están y funcionan bien. Los directores parecen haber aprendido la lección y plantan mucho mejor a sus figuritas antes de gritar “¡Acción!” y dejar que las figuritas se baleen entre sí. Con algún intento de filmar fuera de la caja (la pelea a domicilio que se ve por las cámaras de seguridad), pero sobre todo permitiendo que los espectadores entiendan lo que está ocurriendo, que no es poco. Ahora muchos se preguntan si la película de Batgirl que dirigieron y Warner decidió jamás estrenar sería tan mala después de todo.

Con esta clase de entretenimiento el disfrute está asegurado. Se nota demasiado que quieren redimir a Armando, y las excusas para cantar “Bad Boys” son cada vez más ridículas, pero estos chicos malos ya son señores malos y saben bien cómo hacer sus maldades.

Bad Boys: hasta la muerte, de Adil & Bilall. Con Will Smith y Martin Lawrence. 115 minutos. En cines.