En el camino de regreso a sus raíces salteñas, Felicitas Colina encontró las décimas, el bombo, la zamba, los caballos, un ejército rebelde, el agua de los ríos, una religión, el carnaval y su propia poesía. Tuvo que pasar una pandemia para extrañar su casa materna más de la cuenta, encerrada en Buenos Aires, adonde había ido a parar, destinada a seguir una carrera universitaria que luego abandonó para probar suerte con su música.
Hoy resulta difícil imaginarla en su rol de trovadora urbana, amenizando a la masa apurada del subte porteño. Igual de ajenas pueden sonar las canciones de su disco debut. En Amores gatos (2015) su voz virtuosa se infla con reverb, para melodías de pop y jazz inofensivo, con trompetas y petulante sonido de bajo, pero, atención, la artista todavía no ha dicho nada.
La cosa se pone rara con Feroza (2019), su segundo LP. Grabado en Abbey Road y producido por Juanchi Baleirón, fue aclamado por la crítica y el público argentino más avispado, que percibió una voz singular y, algo más, menos descifrable.
Un desengaño amoroso inspiró “Sagitario”: “Ciega caminando, con un pie a la vez/ El efecto en la piel de un momento exacto/ Pareciera siempre que no es de ripio el camino/ Yo soy mi propia piedra”, comienza el recitado que va a dar a un estribillo que evoca, desde el espanto, algún tipo de ternura. La canción es lenta, y sus arreglos buscan el reflejo de una ensoñación pesadillesca. En “¿De dónde salió todo eso?”, otra de las mejores músicas de Feroza, la cantautora argentina juega con unas pocas notas de piano, abrigada en las hazañas de la estadounidense Fiona Apple, y todavía atada a las convenciones instrumentales del rock sesudo.
“La última canción que publiqué trata de estar enamorada y sentirse en casa, porque a través de enamorarse de alguien también te podés enamorar de cómo estás. La última canción que escribí creo que trata sobre esos lugares de la personalidad que uno encierra bajo llave, pero que igual, por algún lugar, se escapan”, dice, desde Barcelona, en diálogo con la diaria.
A España fue con su numerosa banda y con su vestimenta escénica más conocida: unos trajes oscuros de patas anchas y peludas, que podrían recordar el mundo de El señor de los anillos, o el de Spike Jonze, cuando escribió Donde las cosas se ponen salvajes.
Lleva consigo dos discos parientes que gritan su mutación: El valle encantado (2022) y Lxs Infernales (del valle encantado) (2023). El primero es su obra más trascendente, y el segundo, una expansión que incluye parte del cancionero latinoamericano.
El valle encantado tiene el hallazgo de su poesía y una sonoridad inquietante y original. En “Diabla”, la artista confiesa su pérdida de fe, en un ritmo que camina por el medio de una zamba y una cumbia 420. “El valle encantado” es una chacarera sobre estados divinos y valentía de guerreros. En “La llave maestra” declara: “Esta vez no voy a enloquecer”.
“Desde muy chica escuché hablar de Los Infernales”, cuenta a propósito del título de su disco más reciente. “Cuando te empiezan a contar un poco de historia argentina, Martín Miguel de Güemes es un personaje súper reivindicado, ahí de donde soy. Él comandaba un ejército improvisado, valiente, pícaro, ingenioso y con un nombrazo, Los Infernales, y que además tenía un uniforme con unos colores increíbles”, apunta.
Lxs infernales fue hecho con la materia prima de El valle encantado. Podría haber sido sólo otro disco de covers -con versiones de “Chakaymanta” de Los Hermanos Ábalos y “Trigal” de Sandro, entre otras- si no fuera porque Feli Colina, en su vigente estado de encanto, devuelve estas canciones convertidas en una versión aún más salvaje de su personaje de fábula, ahora de plena juerga.
“No tengo deidades humanas. Siento que mi dios, lo que yo le llamo Dios, es la creación en constante acción. Esto que hace que la flor brote, que el planeta Tierra exista, como esa fuerza creadora. Y después, siento que muchas personas canalizan esa fuerza creadora. Esa gente son mis santos”, dice. “Pueden ser artistas, deportistas, no sé, una tía, un niño, figuras de todo tipo”.
“Yo te quiero querer/ Vos te hacés rogar/ Pero bajo la higuera/ en una siesta me encontrarás”, arranca “Carnavalito del duende”, otra de Lxs Infernales, una tradicional canción del Dúo Salteño, rescatada en la boca de la artista, en su naturaleza de canción profana.
Feli Colina. Jueves 13 de junio a las 20.00 en Sala del Museo (Rambla 25 de Agosto y Maciel). Entradas a $ 870 en Redtickets.