Cantante, guitarrista y compositora, Clara García lleva más de un lustro en la tarea de revivir el repertorio de su colega centenaria Amalia de la Vega, una de las figuras más trascendentes del canto criollo.

En ese recorrido, entre otros mojones, editó el disco tributo Como si llorar fuera qué, grabado en estudio y tocado en vivo –en busca de aquel sonido de las fonoplateas–, junto con los guitarristas Sebastián Rey, Javier Alves Bellini y Jacinta Bervejillo como invitada. El trabajo rescata y pone en valor las canciones, el canto y el legado guitarrístico, ese sonido que es parte de la identidad musical del país, al que solemos definir como “las guitarras de Zitarrosa”, pero que viene de más lejos y pareciera estar otra vez en flor.

El jueves 11, en La Galponera, la bienvenida peña folclórica que funciona en el espacio Sociedad Urbana Villa Dolores, se llevará a cabo una velada dedicada a “la calandria oriental”. El programa incluye una charla a cargo del Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán y diferentes propuestas musicales que visitan este cancionero, entre ellas, la actuación de Clara García, junto a la guitarrista Jacinta Bervejillo, en lo que anuncia como la última oportunidad en la que interpretará el homenaje.

¿Por qué el último recital sobre Amalia? ¿Tenés la necesidad de cerrar?

Sí. Hace más de cinco años que estoy interpretando a Amalia y una corre el riesgo de que te empiece a comer el personaje, además de las ganas de hacer otras cosas. Es un estado de ánimo, un repertorio de letras y una forma de tocar y de cantar que a lo largo de los años empiezas a bajar la curva de energía, de entusiasmo. Antes de que muera del todo, mejor cerrar y usar ese entusiasmo para hacer otras cosas, que vaya para donde tenga que ir.

¿Y cómo surgió ese entusiasmo? ¿Qué encontraste en su obra?

Arranqué en 2017, aunque ya había sacado algunas canciones hacía más tiempo, que las cantaba y tocaba. Escuchar a Amalia y encontrar esa mujer, uruguaya, con ese vozarrón, con esa potencia, con esa presencia musical y vocal, esa presencia expresiva, me enamoró, como me ha pasado con muchas otras músicas y cantoras. Me prendió algo ahí que me dio muchas ganas de sacar temas en su momento, y en 2017, cuando estuve en Brasil viviendo [y estudiando música popular en la Universidad Federal de Río de Janeiro], hice un repertorio de cosas de acá.

¿Como una manera de presentar música uruguaya?

Como una manera de mostrar. Quizás porque me sorprendió, pero allá no existe Uruguay, en Río de Janeiro, sobre todo, que es donde yo estuve. Es como que con toda la música que tiene Brasil ocuparse de qué hacen los uruguayos musicalmente no es ni ahí una prioridad ni se conocía mucho entre mis compañeros de la universidad. Entonces fue “esto yo sé que lo puedo hacer bastante bien, me gusta y me parece que puede aportar”. Ahí empecé a sumar más repertorio de Amalia de la Vega. Cuando llegué a Uruguay en 2018 empecé a tocar algo de eso, en plan telonera de colegas, y sin querer queriendo llegó el año del centenario [de Amalia de la Vega, 2019]. Fabrizio Rossi me vio tocando y me invitó a grabar en el disco tributo del MEC. A partir de ahí, de ese homenaje, es como que se abrieron un montón de intereses, de lugares y de la gente en general de conocer la obra de Amalia, de escuchar, y más posibilidades para tocar.

¿Qué te parece que pasó en el público para que resurja el interés?

La posibilidad de escuchar eso en vivo, lo mejorcito que uno puede acercarse a lo que era esa forma de tocar: más bien acústico, con guitarras de cuerdas de nailon, varias, tres o cuatro, o dos guitarras y un guitarrón. Hacerlo en vivo y que se escuche ese sonido. Me parece que fue parte de lo que fuimos buscando y es parte de lo que atrajo.

Amalia tiene una extensa obra. ¿Cómo fuiste seleccionando las canciones?

Dentro del amplio repertorio de Amalia tengo como una zona en la que siento que puedo cantarla de verdad.

¿Cuál es esa zona?

Para empezar, no es la zona de contexto tan nativista. La parte del facón y el rebenque plateado me cuesta porque quizás no me identifico con todo ese mundo de las sociedades nativistas. Si uno va a leer Ayestarán se encuentra con que eso surgió un poco de una cosa medio xenofóbica, en momentos de mucha inmigración en Uruguay. Es un grado de exaltación de lo propio, siempre entre grandes comillas, que me cuesta.

Eso está muy presente en Amalia de la Vega.

Sí, es algo con lo que no me identifico tanto. Me gusta ir a buscar las raíces folclóricas, de los géneros criollos, y encontrar esas cosas que tienen sabor, que tienen sangre, con las que todos vibramos un poco inconscientemente.

Lo nativista además se presenta como algo medio aferrado al pasado, sin posibilidad de evolución.

Exacto. Es una exaltación posterior, una romantización de un mundo que ya estaba muerto y que nunca fue así como se describe en esas letras. Ayestarán lo dice muy bien, toda esa idea vino después, la de romantizar al gaucho y de generar una imagen para reforzar la identidad, en esta cosa de generar una idea de Estado. La parte del repertorio con la que me identifico está más viva, tiene como esos dejos de tradición oral, tiene un tinte humorístico. Canciones como “La carrera” o algunas otras grabadas por Amalia como “Mata de arrayán florido”, que es de origen chileno, pero tiene un humor muy pícaro.

Pienso que parte del legado de Amalia fue armar ese repertorio.

Cuando uno empieza a ver las cosas que ella elige grabar, parece haber un aura en común. Hay varios casos en los que elige interpretar canciones que fueron grabadas o fueron compuestas por mujeres latinoamericanas, como [las chilenas] Margot Loyola y Clara Solovera o [la argentina] Ana Schneider de Cabrera. En el caso de Uruguay también, escritoras como Sylvia Puentes de Oyenard y Juana de Ibarbourou. Y hay, en esa parte del repertorio, como un estado de ánimo, unas imágenes poéticas que tienen un factor común. A mí me hace pensar que elegía muy a conciencia, porque además una lee algunas notas de prensa y ella tenía una opinión muy tajante, como un criterio estético muy claro de lo que le parecía que sí y lo que le parecía que no.

No era que le decían cantate esta y aceptaba.

No. De hecho es sabido que no cantaba cualquier cosa y no aceptaba cualquier propuesta. Ella decía que había aprendido muchas melodías y muchas milongas de escuchar a su madre cantando en la casa. También recibió, por lo que se sabe, mucha información del propio trabajo de Ayestarán. Él, seguramente, le mostró más de lo que hoy tenemos registro. Cosas que él grababa por todos lados y que ella algunas las tomó luego para incluirlas en su repertorio.

¿Por qué te parece que se dio eso con Amalia de haber quedado un poco al margen de la escena?

Por suerte ahora ya no tanto, pero sí. Creo que son diversos factores, probablemente un poco las idas y venidas de su carrera, como que aparecía y desaparecía, después dejó de cantar joven. O que no era muy del autobombo, era más de cantar en radios y no tanto del show en vivo.

También está todo el tema del que se ha hablado, y quizás se debería investigar un poco más, de que en época de la dictadura hay quienes dicen que Amalia no tomó una postura, no se posicionó, y el asunto de que su grabación aparece en uno de los discos del Año de la Orientalidad. Eso es un tema para investigar, porque no creo que todas las canciones que están en esos discos hayan sido puestas ahí con consentimiento. No creo que le hayan preguntado a Amalia si quería poner esas canciones allí. De hecho, es sabido que cuando Sondor decidió reeditar el disco El lazo de canciones de Amalia de la Vega en CD, no sólo no se le consultó, sino que no se le avisó que se iba a reeditar y esto ya era en plena democracia, ni siquiera le dieron cinco discos para regalarles a los familiares. Entonces me cuesta creer que, en dictadura, un disco hecho de la forma en que se compilaron esas canciones haya sido con la voluntad de ella de que esas canciones estuvieran ahí. Tampoco he investigado profundamente, no estaría mal que se hiciera.

Pero el valor cultural que tiene todo lo que hizo Amalia desde el punto de vista musical, el valor que tiene como referente mujer con esa voz, esa presencia que tiene, esa claridad de pensamiento y de criterio estético cuando uno la escucha y la lee en las notas de prensa que hay, a mí me parece que va más allá.

¿Y cuánto pudo tener que ver su condición de mujer?

Sin dudas, me faltó mencionar ese punto, no menor. Me parece que uno lo ve cuando se pone a estudiar un poco la historia femenina en todo. Cuántas protagonistas que estaban ahí atrás haciendo lo que no salía a lo público, pero que era fundamental para que todo lo otro sucediera, están ahora siendo revalorizadas. Entonces sí, lo femenino, sin dudas. Uno mira las revistas Cine Radio Actualidad de esa época y no es la única que estaba regularmente cantando en radio, hay un montón de nombres, el de Amalia no es el único. He visto otras mujeres que estaban ahí sucesivamente año a año y que poco conocemos. Entonces, cuántas Amalias más o menos destacadas hubo. Hay un montón de mujeres que estaban marcando su presencia o su lugar en la cultura.

Algo de eso germinó. Ahora hay muchas mujeres con destacada presencia en la música popular. Incluso como instrumentistas, algo que no era tan común.

Eso está pasando. Las mujeres, por suerte, cada vez nos estamos apropiando de más espacios en la cultura, en la música, en las diferentes tradiciones y estilos musicales. Y hay gente muy capaz y muy talentosa como Jacinta Bervejillo, que tiene 24 años, como otras y también otros varones jóvenes que están en esto, por suerte. Eso creo que es un plus y es lindo, como esta cosa de ser portadora de algo que también hizo una mujer.

Como un paso de posta.

Sí, tiene algo de eso. Como en una familia puede ser la abuela que te dejó ciertas habilidades, conocimientos, y entonces ¿qué hago con eso?

Hace unos meses editaste un libro cancionero sobre Hombres de nuestra tierra, el segundo disco de Daniel Viglietti con textos de Juan Capagorry. Otro proyecto arqueológico.

La investigación sobre esos temas me apasiona. Creo que es más un entusiasmo por ese lado y una cosa un poquito obsesiva, de detective; me gusta llegar al fondo. Por ejemplo, cuando veo estas canciones como “Mata de arrayán florido” o “Pa’ qué me está mirando”, de compositoras mujeres grabadas por Amalia, pienso: ¿quién es esta mujer? Empiezo a encontrar cosas, como que [la música y recopiladora] Margot Loyola estuvo más de tres veces en Uruguay y tenía un vínculo con Ayestarán, probablemente se conocieron con Amalia, no lo sabemos. Creo que hay muchísimo por hacer acá, hay muchísima información que no está organizada, no está sistematizada, y eso es una motivación fuerte. Veo que si no se hace eso, cierta conservación y difusión, la información queda perdida entre los estantes húmedos de archivos y nunca más. Y esa información es parte del sedimento que nos enriquece para plantar lo que viene después.

Edición especial de La Galponera dedicada a Amalia de la Vega. Charla de Javier Cabrera y Federico Sallés del CDM-MEC, recital de Clara García y Jacinta Bervejillo y peña abierta con Guadalupe Calzada, Sofía Zorrilla, Yisela Sosa y quienes gusten. Jueves 11 de julio a las 21.00 en el Espacio Cultural Sociedad Urbana Villa Dolores (Alejo Rossell y Rius 1483). Reserva de mesa: 099 057 459. Entrada libre, colaboración consciente.