“Estar aburrido hoy es un reclamo importante / Estar deprimido no es un proyecto que aguante”. Así comienza “Todo está hecho”, la canción que abre Infiel, uno de los cuatro discos que el prolífico cantante y compositor argentino Lucas Martí lleva editados en lo que va de 2024.

Sus antecedentes más inmediatos eran otro montón de extravagancias: música para su banda de heavy metal Atentado Legal, dos excelentes discos solistas, La ausencia (2021) y La memoria de un Kiss (2022), y otro, Salero malero, grabado junto a su colega Pfango. En Infiel los fanáticos del músico van a encontrar renovados motivos para revalidar su título de maestro de la canción, a la altura de los más grandes de la patria de Spinetta y Charly García.

Inquieto, algo incomprendido y a contracorriente, Lucas Martí sigue deformando su pop compulsiva y levemente, pero rara vez lo abandona. En “Todos con todos” se pitchea la voz y suena como el Charly del 83. Para “Anaconda” arma una cumbia, con Juana Aguirre y Manu Eguía, con capas de electricidad y unas trompetas totalmente descolocadas, y “Condéname” es una de esas canciones épicas, con sonido de sintetizadores y en estribillo de falsete, que le salen con facilidad.

Más temprano este año, Martí había editado los dos primeros volúmenes de El sonido de lo que nadie quiere ver, una serie de discos temáticos, a la que acaba de sumar una tercera parte, titulada Narcotráfico, crimen y discriminación: ¡así los vencimos!

En otra sintonía, el músico experimenta con sus instrumentos y herramientas digitales, para fabricar la banda de sonido de hitos no del todo heroicos de la historia argentina reciente, munido de un buen archivo de fragmentos de audio, en su mayoría, recortados de la cobertura periodística televisiva de cada época.

Así, el primer volumen revive el asalto al regimiento de La Tablada, de enero de 1989, el segundo cuenta parte de la Operación Algeciras, durante la Guerra de Malvinas, en 1982, y en el tercero Martí juega con la paranoia posdictadura y las notas del periodismo más amarillista, abocado a descubrir droga en los lugares más disímiles y pintorescos.

El Vol. 3 es un delirio absoluto y la música no desentona, en sintonía con los sonidos ochenteros más recordables. La mezcla resulta en piezas entretenidas y hasta humorísticas, con voces anónimas impredeciblemente rescatadas, profesionales de la locución de América Latina y la participación de cronistas nunca del todo reconocidos.

El disco incluye “Me dicen negra”, un candombe sobre discriminación. En “La quema final” alguien menciona “los clásicos ravioles” y la droga aparece por todas partes, entre ellas, el reverso de unos discos compactos. En “Travestis (Cariño más de hombre)” Martí usa un valsecito alucinado de novela de las tres de la tarde para intercalar muestras de ficción y periodismo salvaje sobre una homosexualidad absolutamente prohibida. La música de “Figuritas con droga” es jazz para policiales, al estilo de Lalo Schifrin, y con “Disco, noche y drogas” se puede bailar al son de un techno rústico que luego muta en un viaje interestelar en la nave de Buck Rogers.

“Si estás en dificultades, si tu vida va perdiendo el sentido, si con tus padres la relación está rota, si no podés dejar de consumir drogas, vení, acercate. Frente a la droga, hay esperanza”, avisa una locutora profesional, en “Bien constituido”, el más intenso de todos los tracks, hecho con pura tele argentina.

El sonido de lo que nadie quiere ver, volumen 3: narcotráfico crimen y discriminación: ¡así los vencimos!, de Lucas Martí. Los Años Luz Discos, 2024. En plataformas.