“Si la canción lo pide, la canción lo tiene. Suena y resuena como un mantra automático cada vez que empiezo el día. Como un llamado divino, como una rutina necesaria, aparece y desaparece y yo tengo que estar, ya sea tarareando una letra recién escrita o repitiéndome sin parar un estribillo que creo que va a ser coreado por miles, o por pocos, hasta que se cansen de cantarlo. Este es mi verso. Este es mi cuento”, dice Diego González a través de la voz de Jorge Esmoris en el EPK oficial de su nuevo y tercer disco solista, un video promocional en el que en poco menos de dos minutos ofrece un manifiesto artístico.

Se puede decir que González recorrió todo el espinel de la canción montevideana: se inició en las tablas de la Movida Joven durante la primera década del siglo y cosechó varios galardones, tanto con su banda Papa Dolce como en la categoría Murga, que casi de inmediato lo catapultó a las ligas mayores. En 2017 editó Uno, el álbum con el que debutó en la fórmula 1 de los cantautores uruguayos y que lo llevó a recibir el premio Graffiti a Mejor artista nuevo.

Siete años y una pandemia después ya es parte de una escena de cantautores, junto a un pelotón de artistas con los que comparte, además de generación, una sensibilidad común en este oficio. Algunos de ellos –Fede Lima, Gonzalo Deniz, Paula Go y las Niña Lobo Camila y Chane Rodríguez, entre otros– lo acompañarán este 10 de agosto en Magnolio Sala cuando presente con banda completa La canción pide. La canción tiene, el flamante álbum que editó junto con cuatro productores: Guillermo Berta, Luis Angelero, Paul Higgs y Tadu Vázquez.

Días antes, a la salida del turno laboral de su otro oficio, el de sonidista, conversó con la diaria sobre el show, sobre la placa recién estrenada y sobre los hechizos y las pócimas que hacen falta para descubrir los secretos de la canción, ese “vicio circular” del cual se declara devoto.

Foto del artículo 'Diego González sobre su nuevo disco: “La canción es mi norte”'

Foto: Mara Quintero

Repaso invitados y productores del disco y da la sensación de una especie de movimiento.

Creo que hay una cercanía y también hay una naturaleza de cada uno de los actores. Destaco a [Diego] Maturro, Angelero, Papina [de Palma] o Inés [Errandonea], que son personas que están todo el tiempo buscando que el camino se comparta. Hay un camino compartido y hay una tendencia, como una rama de gente que está apareciendo. Es el camino de la canción, del cantautor y la cantautora.

Es un camino que viene de lejos ese. ¿Qué referencias tuviste?

Mi primer acercamiento con la canción de autor fue con Jorge Drexler, de escuchar el Frontera de adolescente y decir “me encantan estas canciones, me gustaría hacer algo así”. Me acuerdo de que se lo mostré a mi padre y no le gustó, y al tiempo me regaló el CD. Empecé a pensar canciones muchos años después, pero creo que lo primero fue eso. Después ya te puedo hablar de escuchar a Rubén Blades, a Zitarrosa y, ya más grande, a McCartney solista, Father John Misty, Calamaro, Charly, Spinetta, Soda.

Una coctelera.

Claro. Todo eso ahí adentro. Y de ahora, de acá, Gonzalo [Deniz] es un faro de la canción inmenso, es imposible que no te toque esa luz porque son canciones que en un momento es como que decís “bo, cómo me hubiese gustado componer esto”. Después escuchás a Papina y también. Son los que te van llevando a levantar tu juego, a tratar de hacer canciones que queden como quedaron esas.

Más allá de la idea romántica de la inspiración y todo eso, me imagino que hay mucho oficio.

Seguro. Este año empecé a leer un libro que habla de cómo componer canciones, es de Jeff Tweedy, el de Wilco. Habla de un oficio, no te habla de esperar a la musa. Después, haciendo talleres, descubrí que ese es el plan: buscar la canción, no esperar que venga. A mí este proceso de canciones me apareció después de terminar el segundo disco, empecé a buscarle la vuelta a empezar a tocar mis canciones saliendo del fogón y la guitarra y la voz y empezar con un secuenciador a hacer arreglos para acompañarme en el viaje. Eso me ayudó pila; alejarme del fogón, también porque tampoco es que me sienta un gran guitarrista.

De todas maneras, te vi tocar estas canciones de manera más despojada y, más allá de la vestimenta, la canción se defiende.

Me ha pasado de descubrir el valor del silencio y de cómo la canción pega igual cuando no tengo al lado otro instrumentista u otro instrumento y tengo que defenderla yo. Antes en mi cabeza era mucho más difícil tocar una canción solo. Estaba Hernán Díaz, que me acompañaba siempre en la guitarra, y era como estar tranquilo. Se fue dando, por una cuestión de pragmatismo y comodidad, ir a tocar solo con la guitarra y empezar a ver cómo defender las canciones de esa forma. Creo que todo este proceso me termina dando la noticia de que la canción se defiende, que mi canción se defiende.

El disco nuevo desde el título plantea un manifiesto. ¿Esa fue la idea?

Fue una cuestión de plantar bandera y decir “esto es lo que soy, vivo para esto”. A mí lo que más me da libertad, lo que más me motiva es hacer canciones y cantarlas. ¿Para qué hago un disco? No lo hago para vender millones de discos porque no los vendo, ni para que lo escuchen millones de personas porque no lo escuchan millones de personas. En verdad, lo hago porque me gusta hacerlo. Creo que a Frank Zappa un día le preguntaron por qué hacía canciones tan orquestadas al final de su carrera y decía: “Porque me gusta escucharlo”. Y ta, en este caso es eso, es un manifiesto, estoy muy cómodo en el rol de cantautor, la canción es mi norte; si escuchás el disco anterior, ya habla del miedo y la canción. También lo escuché en una canción de Florencia Núñez, otro faro que está ahí en la vuelta; habla de lo importante que es la canción para ella. Acá, cuando quise acordar, estaba pensando en un disco cuyo norte era la canción, no quería que importara un concepto general, sólo la canción y que cada canción tuviera lo que iba pidiendo.

El disco tiene una unidad, más allá de que son cuatro productores.

Apareció sin buscarlo, esa es la sorpresa grata. Por más que haya toda una selva de cosas, la lírica está ahí, la canción está ahí y te das cuenta de que es mía, más allá de que está “Tema del hombre solo” y está “Nos ganó el miedo”, que son canciones que no escribí.

¿Cómo entra “Tema del hombre solo” en este plan?

Lo que pasa que lo que dice esa canción, más allá de que Jaime [Roos] tuvo 80 vidas, ese afán de un poco más, quiero un poco más, es algo con lo que me identifico muchísimo, ya sea por la cuestión de que siempre estoy en un plan de pensar en lo que sigue, que quiero más de lo que estoy consiguiendo y también por la cuestión de la trascendencia. Quiero que la canción llegue un poco más. “Tema del hombre solo” fue una cuestión germinal, empecé escuchándola en vueltas de rodajes y cuando quise acordar la estaba poniendo en mi celular y la estaba tocando. Se arraigó y se hizo re importante en mi vida.

¿Siempre fue el plan tener muchos productores?

Sí. Apenas terminamos el segundo disco, dado el buen resultado y el buen relacionamiento con Lucho y Guille, estaba seguro de que quería hacer un disco con ellos dos. Después, charlando con Andrés Sanabria, dijimos: “¿Por qué no acercarnos al Tadu?”. Había escuchado alguna cosa de él y alguna cosa que había hecho con Knak y fue una seguridad. Fue difícil, porque no compartía tanto como con Guille y con Lucho, generacionalmente, porque Tadu debe tener 23 años. Pero al momento de producir fue un gol, lo vi, en ese plan, laburando con un pragmatismo y una velocidad que vos decías “¿cómo hace?”. Son un lenguaje ya adquirido la computadora y la producción.

¿Hubo pautas de para dónde querías ir?

Cada uno tuvo su iniciativa. Hubo pautas tipo que en “Montevideo” estaría bueno que hubiera unos vientos, nada más. Les conté lo obvio, que era una canción pop, nada más. No hubo pautas, fue lo lindo de laburar con los cuatro.

Puede ser que parte de esa unidad sea lo lúdicas que son tanto las melodías como las líricas, el disco está lleno de giros, sorpresitas o frases que piden remera.

Creo que toda buena canción tiene que tener una frase potente, por lo menos una, y ahí ya es el punto de partida. Eso lo estoy buscando todo el tiempo. “Rehén de tu vaivén”, “Tanto drama para qué”, ese plan. Siempre trato de buscar un estribillo o una frase que me gatille todo. Con “Milagros”, por ejemplo, pasó que había una persona de la vuelta que estaba en el CTI y empecé a pensar “cómo no creer en los milagros” si no había otra forma de que se salvara. Ta, esa frase gatilló todo.

¿Y “Montevideo”? ¿Por qué escribirle a la ciudad?

"Montevideo" fue re paulatino. Hacía pila que quería escribirle a la humedad de Montevideo, a esa sensación del piso mojado cuando hace calor y esa locura.

La vinculo mucho con “Amo este lugar”, de Níquel, por esa cosa de celebrar pero a la vez mostrar las sombras.

Estaba decididísimo que no iba a ser una canción de amor puro, idílica. Iba a ser una cuestión medio contrapunto, porque si bien es un hermoso pañuelo en el que nos encontramos todos, también no está tan bueno encontrarse con todo el mundo todo el tiempo. A la vez, la humedad y todo ese viaje. Me pasó que lo quería escribir, lo tenía en la cabeza, pero no salía nada, y un día caminando me encontré un ramo de flores que estaba tirado y pisadito, tipo en el Gaucho de 18 [de Julio]. Ahí arrancó.

Hiciste todo el proceso que exige la industria: singles, videos, EPK, etcétera. ¿Cómo te llevás con esa parte del oficio?

Son las reglas que nadie votó. Me llevo como puedo, como un tipo ansioso que un poco sufre con esa cuestión de ver qué va pasando. La previa de la canción, un adelanto para que la gente vaya viendo… Sé qué son las reglas, no me gustan tanto, pero también, con el tiempo, aprendí a disfrutarlas un poco. Tiene un qué sé yo, tenés que hacer un video para la canción porque supuestamente pega mejor, pero en realidad nadie sabe y ta, yo qué sé, me gusta más cuando las cosas son más orgánicas.

Pero igual estás en tu ambiente, no son lenguajes desconocidos.

Me encanta que salga la canción con su video, con su lyric video, con la foto de portada, pero lo que me pasa con los videos puntualmente es que prefiero hacer uno cuando hay una idea que está buena, en lugar de hacer un video porque tenés que hacerlo. También estoy en el medio, no soy de la generación de los 2000, soy del 86, por ende, lo disfruto pero lo sufro, tipo: “Hacete un Tiktok y promocioná por ahí”. ¿Por qué? Ya tengo Instagram, Twitter, tengo coso, ahora me tengo que hacer un Tiktok para hacer un baile.

Pero te planteás en algún momento vivir de la música.

Mi cabeza se plantea eso cada tanto, pero estoy abocado a un mercado que es chico y la oportunidad que me da es esta; la busco con la energía que me queda de los otros laburos, pero tendría que hacer un repienso de todo que hoy no me sale. Como tampoco me sale aceptar esos cuartos de Diego, el sonidista, el cantautor… Es algo que me gustaría, pero sobre todo por el tiempo. Lo que me pasa es que estoy en un lugar y siento que no estoy usando ese tiempo para hacer canciones o estudiar un teclado.

Tenés un recorrido en la murga también. Sin embargo, pareciera que esos universos creativos no se tocan…

Capaz que en el primer disco hay alguna cosita, pero esa fue la idea siempre, no pasar por el género murga canción.

¿Por qué?

Pasa que cuando empecé a componer lo hice desde la murga canción, por ende, todo lo que hacía era murga canción. Habré hecho 15 canciones que eran así. Me encanta el género, Jaime Roos me lo sé de memoria. Hubo una época de mi vida, del 2000 al 2010, que escuchaba mucha murga, me sabía los arreglos que hacía [Pitufo Lombardo. Pero cuando llegó el momento de hacer canciones, previo a todo el tema del viaje solista, me acuerdo de ir a clases con Fredy Pérez y que la premisa fue intentar componer otras cosas, porque pasaba que eran los mismos acordes siempre, la misma rítmica. Me encanta el género, lo respeto, el canyengue murguero, esa llevada… Últimamente me encuentro tarareando una melodía de murga y grabándola por las dudas, por si un día pasa, pero siempre me sentí mucho más cómodo con el género pop.

Pero me da la impresión de que si bien el asunto es el pop, allá en el fondo resuena una milonga.

Sí. “La canción pide. La canción tiene” es un tango milonga. El año pasado, en los premios de música estuvimos a nada de presentarla en tango, a una manija. Yo compongo y eso está en la oreja. En verdad está ahí, es algo que escucho. Creo que la milonga está ahí, en este disco más que en otros. Zitarrosa decía que todo es milonga.

Diego González presenta La canción pide. La canción tiene. Sábado 10 de agosto a las 21.00 en Magnolio Sala (Pablo de María 1015). Entradas en Redtickets.