A comienzo de agosto, Cinemateca Uruguaya programó la primera parte de un ciclo en el que homenajea a su fundador fallecido hace diez años, Manuel Martínez Carril, cuya labor como crítico fue relegada por sus responsabilidades como gestor. Durante una entrevista al respecto, la actual coordinadora de Cinemateca, la periodista cultural María José Santacreu, se refirió a la situación actual de la institución, complicada por el atraso en el pago de fondos estatales y por las amenazas a su autonomía que supone un proyecto impulsado por el presidente de la Agencia del Cine y el Audiovisual (ACAU), Facundo Ponce de León, que no tendría en cuenta la historia de Cinemateca como principal archivo uruguayo de cine.

¿Cómo eligieron las películas para homenajear a Martínez Carril? ¿Qué tuvieron que dejar afuera?

Era obvio y a la vez difícil resolver cuál era la manera adecuada de recordar a Martínez Carril. Obvio porque íbamos a poner películas del archivo, pero difícil de resolver cuál sería el eje. Estuvimos conversando con Guillermo Zapiola, quien fue por muchos años su cómplice al momento de programar y de escribir los textos del boletín, y una de las ideas era ir por el lado de los comienzos de la nouvelle vague, debido al artículo que Manolo escribió cuando tenía 24 años y que fue elogiado hasta por Marcel Martin. De allí podíamos sacar no sólo algunas de las películas que le gustaban sino también señalar el ojo que tuvo para algunas cosas que otros no veían. Otras ideas eran centrarse en su larga pelea contra la censura o sus polémicas sobre el cine latinoamericano de los 60, que defendió con más criterio que muchos y hasta se permitió discutir con La hora de los hornos. Finalmente, decidimos reconocer la faceta que Manuel sacrificó para dedicarse a dirigir la Cinemateca, es decir, la de crítico cinematográfico, tarea que le apasionaba y a la que le dedicó mucho menos horas de las que le hubiera gustado.

Así, recurrimos sobre todo a la que ejerció desde Cinemateca Revista –digamos que encontró la manera de seguir trabajando para Cinemateca mientras escribía crítica– y nos encontramos con, al menos, un ciclo en dos partes. Se programan no solamente las películas que le gustaron, sino también las que no tanto, y al estar disponible su reseña original en la página web de Cinemateca, el espectador de hoy tiene la oportunidad de saber si hubiera estado o no de acuerdo con los juicios de Manuel.

Cinemateca se mudó a su local actual pocos años después de la muerte de Martínez Carril, que había estado casi cuatro décadas al frente de la institución, con un enorme esfuerzo personal y, a veces, de manera casi artesanal. ¿Qué creés que habría dicho si hubiera podido ver el edificio nuevo?

El día de la inauguración le hice esa misma pregunta a Cristina Ferrari, Titina, su viuda y compañera de toda la vida, que también trabajó en Cinemateca. La respuesta fue: “No diría nada, pero estaría encantado”. Yo estoy bastante de acuerdo con lo que piensa Titina. Manuel no era de decir lo que estaba bien, sino únicamente lo que estaba mal, ni se distraía enorgulleciéndose de los logros, porque siempre había una nueva batalla en el horizonte.

La última vez que fue a Carnelli a una asamblea, habíamos puesto una pantalla en Sala Dos, cuando hasta entonces se proyectaba en un rectángulo pintado en la pared. Nos la había donado Efecto Cine cuando se le rajó una de sus pantallas inflables. Nos pidieron la medida, recortaron una y la pusieron en un bastidor. Cuando Manolo entró nos dijo que había que seguir pasándole pulidor porque no estaba lo suficientemente limpia. Pero al menos volver a limpiar la pantalla de Sala Dos era mejor que su invitación a perforar toda la pantalla de Cinemateca 18 con un alfiler porque los anteriores dueños de la sala la habían pintado de blanco, tapando las microperforaciones que dejan pasar el sonido de los parlantes ubicados detrás de la pantalla. Yo calculo que, siendo conservadora, en esa superficie había más de 400.000 perforaciones.

¿Y qué problemas “de antes” permanecen aún, a pesar de la obvia mejora locativa?

La financiación de Cinemateca sigue dependiendo en un porcentaje abrumador del resultado de nuestras actividades de exhibición y de otros emprendimientos de venta de servicios, con un apoyo por ley de presupuesto que es claramente insuficiente y que, para peor, estando ya en agosto no hemos empezado a cobrar la correspondiente a 2024. Para peor, el MEC sigue adeudando una partida de 2019 que, cuando comenzó esta administración, el ministro Da Silveira, que conoce perfectamente a la Cinemateca porque fue socio por muchos años, nos dijo que no iba a poder pagar ese año porque la anterior administración los había dejado con déficit, pero que no tenía vocación de deudor. En esa reunión estuvieron presentes también la directora de Cultura, Mariana Wainstein, y el subsecretario Pablo Landoni. Evidentemente, no poder cobrar los pocos apoyos con que se cuenta impacta directamente en cualquier planificación.

Por otra parte, [el cambio de gobernanza del cine al pasar de instituto [ICAU] a agencia ACAU encendió alarmas sobre el peligro que podían llegar a correr algunas dimensiones más relacionadas con lo cultural. Lamentablemente, la redacción del proyecto de la agencia, referido al patrimonio audiovisual, no ha hecho sino confirmar aquellos temores.

¿Qué propone ese proyecto de la ACAU respecto al patrimonio?

Cinemateca siempre celebra que el tema del patrimonio audiovisual esté en la agenda, y es por eso que desde la creación de la agencia asistimos regularmente a las reuniones de la Mesa de Patrimonio. Sin embargo, estamos sorprendidos y alarmados por el proyecto llamado “Creación del Patrimonio Audiovisual Uruguayo” que –a pesar de que la agencia afirma que “recoge el trabajo de los últimos meses” de la mesa– ignora olímpicamente todo lo que Cinemateca viene planteando en este año y medio. No sólo eso: el proyecto directamente propone, en un solo pase de magia, la intervención de Cinemateca y la apropiación de su patrimonio cuando sea pasado a formato digital.

Este documento, que se afirma que está “vivo y abierto a discusión”, en realidad, nació muerto, porque refleja no solamente una ignorancia supina respecto al manejo de archivos y su naturaleza, sino que trasunta el poco respeto que le merecen a la agencia las instituciones y su autonomía, no solamente Cinemateca, sino también la Udelar, al crear un organismo interinstitucional presidido por la agencia que tendría injerencia en asuntos que, en el caso de Cinemateca, no puede delegar sin desaparecer.

Para peor, si los fondos para la creación del nuevo depósito proviniesen, como se ha dicho, del PUA [Programa Uruguay Audiovisual], se corre el riesgo de generar una tensión innecesaria entre dos actores fundamentales para el cine uruguayo: aquellos encargados de producirlo y aquellos encargados de guardarlo.

Sin embargo, y a pesar de todo lo anterior, de manera muy atrevida ya se ha empezado a sugerir –aunque no directamente por la agencia–, que Cinemateca debe plegarse a este proyecto porque el patrimonio no es de Cinemateca “sino de todo el pueblo uruguayo”. Por supuesto que lo es, pero si todavía se conserva es gracias a Cinemateca, una asociación civil sin fines de lucro, y no gracias al Estado, que recién en 2005 comenzó a colaborar parcialmente con su preservación. También se ha sugerido que este proyecto es equivalente al de salas nuevas, pasando completamente por alto que ni la Intendencia de Montevideo ni el ICAU esbozaron jamás la posibilidad de que existiera un organismo que tuviera la potestad de decirnos cómo hacer lo que hemos dado sobradas muestras de saber hacer muy bien desde hace 72 años. Si así hubiera sido, tené la seguridad de que seguiríamos en Carnelli. Cinemateca se ha ganado a fuerza de seriedad, trabajo y trayectoria el derecho a ser autónoma y respetada y tiene, ella misma, un valor patrimonial. Es triste que cuando aparentemente hay dinero disponible para la preservación se lo utilice para avasallarla.