Como todos los años pares, el viernes se realizó la inauguración y divulgación de resultados del Premio Nacional de Artes Visuales, el tradicional concurso del arte contemporáneo uruguayo, organizado por el Instituto Nacional de Artes Visuales de la Dirección Nacional de Cultura.

Se trata de un premio que mantiene expectante a toda la comunidad artística, ya que es uno de los pocos espacios expositivos en el que muchos creadores acceden a un reconocimiento económico por su trabajo, además de ser una instancia de validación.

En esta edición, el jurado estuvo integrado por el pintor Ignacio Iturria, la curadora argentina Analía Somonoloff y la artista Guadalupe Ayala, ganadora del Premio 2022. Según las bases del concurso, el tercer jurado debe ser elegido por quienes se postulan, pero debido a que no hubo un mínimo de votos, la ganadora del último premio cumplió el lugar de representante de los artistas. Se recibieron 334 postulaciones, de las cuales se seleccionaron 35 para exponer y se premió a cinco.

El Gran Premio Adquisición MEC fue para la obra Envueltos, de Francesca Casariego. El Primer Premio Adquisición MEC lo recibió Escucha radical, de Aníbal Conde y Magdalena Leite, el Segundo Premio Adquisición MEC fue para la obra FADE Drama de época, de Fernando Sicco, y el Tercer Premio Adquisición MEC fue para El hambre, de Magali Milkis. A ellos se suma el Premio de Pintura Julio Alpuy para Folded Landscape #1, de Myriam Zini.

En la entrada al museo, como texto explicativo, junto a la lista de los 35 artistas en exposición, se puede leer: “Este conjunto de obras se caracteriza por una fuerte presencia de trabajos planos (mayormente pintura e ilustración), volúmenes e instalaciones, que representan distintas generaciones y escuelas de las artes visuales de nuestro país, independientemente de la trayectoria de los artistas del circuito local”.

En esta edición, además de incrementar la cantidad de propuestas seleccionadas, el jurado permitió el uso de herramientas de inteligencia artificial, “dentro del marco jurídico vigente en derechos de autor”, según se aclara allí.

Secuestro y secuelas

Envueltos , la obra ganadora del Gran Premio, es una propuesta autobiográfica: Francesca Casariego narra y comparte su experiencia como víctima de terrorismo de Estado, cuando fue secuestrada en Brasil junto a su hermano Camilo. Con su madre, la activista feminista Lilián Celiberti, ambos niños fueron víctimas de una operación clandestina de secuestro y traslado a Uruguay por una coordinación de militares brasileños y uruguayos. Francesca entonces tenía tres años y, según el relato de su hermano, fueron trasladados, escondidos, envueltos en alfombras.

La instalación comprende tres alfombras grandes, en las que las personas pueden acceder y escuchar relatos de la artista sobre su experiencia como hija de una presa política. “Cuando tenía tres años, fui secuestrada junto a mi madre y mi hermano en un operativo del Plan Cóndor”, comienza diciendo Casariego, hoy docente de Bellas Artes, en su texto.

La exposición es abundante, quizás hasta apretada. Hay quienes plantean que el Espacio de Arte Contemporáneo (la excárcel de Miguelete) no es el lugar para el Premio Nacional, ya que si bien desde hace años es un espacio de referencia del arte contemporáneo uruguayo, no dejará nunca de ser una cárcel.

Hay obras de gran tamaño, como por ejemplo, el maravilloso mural de más de nueve metros de largo de Leandro Bustamante Reina, Título: Yacaré Cururú, donde con el uso de carbonillas, pastelones tiza, tierras de colores, nogalina, mate y café sobre lienzos intervenidos y cosidos, investiga y recuerda cómo luego de la matanza de Salsipuedes, Bernabé Rivera persiguió a otros grupos de charrúas liderados por el caciqué Sepé, hasta la batalla de Yacaré Cururú. Así, el muralista fusiona imágenes contemporáneas de sus mellizas con recuerdos de su abuela, la mancha mongólica de su hermana al nacer o los métodos que usaba su abuela para curar el empacho.

Las fake news están presentes en la obra de Dani Scharf, quien presentó un proyecto de activismo social desarrollado en Bilbao, en el que aborda ese problema político-comunicacional a través de la representación ilustrada de noticias ficticias positivas para generar reflexión sobre temas actuales.

Otro de los temas que timidamente plantea el salón es el del ambientalismo. La contundente obra de Sofía Cordoba, Fábulas transespecíficas, invita “a pensar en ecologías contemporáneas desde la multiplicidad transgénica”, según explica. La artista propone una obra que reflexiona sobre las diferencias entre lo humano y lo natural planteadas por el sistema productivo actual.

En la muestra colectiva hay algunas ausencias importantes. Entre ellas, la política internacional: es curioso que no aparezcan el conflicto entre Israel y sus vecinos, la guerra de Rusia en Ucrania o las diversas crisis regionales. En realidad, no se trata de una edición del premio que exponga demasiadas controversias. Si bien el tercero es un díptico de pintura titulado El hambre, se trata de una obra que reflexiona sobre la “ambición voraz artística”.

Además, a pesar de su presencia cada vez menos silenciosa, no obtuvo premios el trabajo de artistas afrodescendientes. Mayra Da Silva y Alejandro Cruz presentaron obras que cuestionan el colonialismo, el racismo, el patriarcado, pero aún siguen sin recibir reconocimientos oficiales.

Cruz, que trabaja el tema de la afrodescendencia desde 2006 y tiene varios salones nacionales en sus espaldas, realizó esta vez una obra a partir de su propio cuerpo: creó tres figuras humanas bañadas en dorado, cada una en una caja de acrílico de 16 x 16 x 23 centímetros. Golden Dream, según explicó el artista, es ese “sueño dorado” que cuando niños creemos poder alcanzar, pero que al crecer deviene estereotipo, generando profecías que, de forma intrínseca, hace que las personas afrodescendientes sean tamborileros, presos o barrenderos, siempre con su cabeza sesgada.

Por su parte, Mayra Da Silva, con un video performance titulado Destierro, cuestiona el mito de la blanquitud en la construcción de Uruguay, con el agregado de una mirada feminista.

Por su parte, Escucha radical, la performance de Aníbal Conde y Magdalena Leite, se trata de un ejercicio de atención y narración en el que ambos artistas habitan los corredores de la excárcel y relatan lo que escuchan, agachados, trotando, moviéndose lentamente. Ojalá algún día la escucha sea más inclusiva y la afrodescendencia deje de ser sólo parte de la selección para ocupar un lugar reconocido en nuestra historia artística contemporánea, de la que tanto es parte.

61 Premio Nacional de Artes Visuales. En el Espacio de Arte Contemporáneo (Arenal Grande 1930), de miércoles a sábados de 13.00 a 19.00 y domingos de 11.00 a 17.00.