Los pactos de silencio que imposibilitan que la Justicia avance sobre algunos hechos vinculados al pasado reciente son noticia regular en nuestro país. Pero la impunidad se tornó casi absoluta si hablamos no sólo de enjuiciar a los asesinos de Fernando Morroni y Roberto Facal, sino simplemente de recordar esos “crímenes de la democracia” acontecidos hace 30 años.

Más allá del núcleo militante que marcha cada 24 de agosto acompañando a Norma Morroni, la mayor represión policial desde la vuelta de la democracia se ha intentado invisibilizar.

Gustavo Zidán, director de la sala Verdi, ofrece algunas claves al respecto en el programa de la obra Filtro, estrenada el 31 de agosto: “Quienes desde diferentes lugares tuvieron responsabilidades políticas sobre lo ocurrido en el entorno del hospital Filtro hace 30 años han intentado silenciar este episodio. Como país hemos sistemáticamente evitado abordar aquellos sucesos del pasado reciente sobre los cuales hay posturas discordantes. Estas constantes evasiones fortalecen la cultura de la impunidad que ha regido al Uruguay posdictadura”.

Luego de que la compañía La Dramática Errante pasara por la Verdi el año pasado con Altsasu, Zidán vislumbró que María Goiricelaya, directora y dramaturga de Altsasu, podía ser la creadora indicada para trabajar sobre los hechos del Filtro. El relato “poliédrico” que articula Goiricelaya en sus trabajos parece ofrecer una forma de erosionar las razones que impiden hablar de hechos que tienen “lecturas discordantes”. Luego de conocer la historia, la directora vasca no dudó y la coproducción entre la Verdi y La Dramática Errante empezó a tomar forma.

Goiricelaya tiene formación en comunicación audiovisual, y al ver su trabajo da la sensación de que su experiencia periodística se integra naturalmente a la dramaturgia. La investigación que realizó para documentar la obra es monumental y busca no sólo presentar los sucesos, sino ponerlos en contexto. Para entender las razones de la impunidad, por ejemplo, escenifica, casi al comienzo, el discurso con el que Julio María Sanguinetti, uno de los artífices del “dejarles el pasado a los historiadores”, asumía su primer mandato como presidente en 1985. Así, la sombra de la dictadura se instala desde el inicio de la obra y la oscurecerá en cada escena.

El trabajo de Goiricelaya se apoya en documentos de diversa índole y perspectivas, como la investigación periodística realizada por María Inés Obaldía, las grabaciones de CX 44 que recuerdan la beligerancia del dirigente tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro al convocar a concentrarse en torno al Filtro para impedir la extradición de los ciudadanos vascos detenidos, el documental de Guillermo Torija Norma: el valor de la memoria, o el libro póstumo del exministro Antonio Mercader, _El último golpe tupamaro: el MLN y los etarras del Filtro. Con ellos, Goiricelaya arma un relato en el que escenifica versiones discordantes de los mismos hechos, incluyendo la versión taquigráfica de la interpelación al ministro del Interior del momento, Ángel María Gianola.

En el contrapunto, resulta clara la irracionalidad de una represión que no encuentra asidero para justificarse. Pero también aparecen los intereses políticos que desde diversos ángulos empiezan a tejerse para ocultar a quienes reprimieron, por un lado, y algunas organizaciones sociales y políticas que convocaron, por otro. La lucha contra esa impunidad oculta queda ejemplificada en la dignidad de Norma, la madre de Fernando, que en una escena aparece encabezando una manifestación frente a la casa del asesino de su hijo en Durazno.

Terrorismo de Estado

La obra aborda los hechos desde diversos ángulos, y en la elección está implícita la postura del equipo artístico. Pero hay dos momentos en que sí parece haber una lectura casi “editorial”, explícita. Las ejecuciones de Roberto Facal, por parte de la Policía, y del concejal del PP Miguel Ángel Blanco, por parte de la ETA, quedan vinculadas mediante la canción “¿A dónde van?”, de Silvio Rodríguez. Parece claro que la intención es señalar la perspectiva de las víctimas, pero inevitablemente también quedan igualados el accionar de ETA y el del Estado (cualquier Estado).

Sin embargo, nunca puede igualarse el accionar de una organización que ejerce la violencia política, por más errada que se considere, con la de un Estado que viola las propias leyes que dice defender. Es como si se igualaran la ejecución por parte del MLN del peón rural Pascasio Báez con el accionar de los escuadrones de la muerte, conformados clandestinamente por oficiales de policía, o con el terrorismo de Estado durante la dictadura. De hecho, quienes se han dedicado a igualar esas dos situaciones con la teoría de los “dos demonios” siempre han sido quienes pretenden consagrar la impunidad. El expresidente Julio María Sanguinetti o el desaparecido dirigente del MLN Fernández Huidobro son dos ejemplos de ese discurso.

Más allá de esta puntualización, Filtro ofrece más preguntas y argumentos para el debate que respuestas unívocas. La proliferación de personajes aporta a esa multiplicidad de lecturas, que se suceden con un ritmo por momentos vertiginoso. Los integrantes del elenco se mueven en un escenario dividido por paneles de vidrio que, mediante el diseño de luces, permanentemente juega con la idea de que algo ha sido tramado en las sombras y permanece oculto. El trabajo actoral impresiona globalmente: son cuatro artistas que multiplican en decenas las voces de los protagonistas. Merece un destaque especial el trabajo de Camila Parard, quien interpreta, entre otros personajes, a Norma Morroni y a la entonces diputada frenteamplista Carmen Beramendi, responsable de interpelar a Gianola.

Aunque los nombres de los protagonistas están modificados, pudimos escuchar a Norma Morroni el día del estreno referirse a sí misma representada sobre el escenario como si fuera ella quien estuviera allí. Estamos ante esas actuaciones que invitan al teatro por sí mismas. Sólo queda un fin de semana, no se las pierdan.

Filtro. Con Marcos Valls, Luis Pazos, Agustín Urrutia y Camila Parard. De miércoles a sábado a las 20.30 y domingo a las 18.30. En la sala Verdi. Entradas $ 500. la diaria 2x1.