Una playlist que va de Los Iracundos a The Velvet Underground ambienta la previa a la escucha colectiva del tercer larga duración de una banda que en diciembre cumplió una década sobre los escenarios y aún es capaz de sorprender a sus seguidores, que no vacilan en asistir al evento en el patio de una cafetería de Palermo, durante una fría noche de martes invernal.
No siempre la novedad trae algo nuevo, pero Los Nuevos Creyentes reverdecen su sonido bendito, ahora más predispuesto al pop y el baile. Se nota desde el comienzo del álbum con el groove de “Atrapamosquito”, donde la base rítmica de Diego Prestes en batería y Rodrigo Gils en bajo le da un espesor y swing inédito para este grupo, afín al rock de garage y la psicodelia. Suman a este propósito las guitarras de Matías Singer y Zelmar Borrás, que además del toque funky, incluyen un pasaje instrumental con sabor a “Oye cómo va”, bajo el intermitente zumbido simulado por un solo de sintetizador interpretado por Santiago Bogacz.
Esta dinámica brinda otro protagonismo a los contrapuntos instrumentales, algo insinuado en Planta musical (2021), pero más perceptible cuando el teclado Hohner Pianet distorsionado y la batería de “Haciendo como un loro” dialogan durante la composición y protagonizan varios momentos. Allí el bombo tiene un lugar destacado y el sintetizador dibuja sinuosos paisajes –alguno evoca a “Twin Peaks”- hasta despedirse con una melodía sincopada del teclado.
Los cambios tienen un correlato en las letras de Singer, que elige vocablos con gracia y musicalidad; por caso, en ese tema: “No me trancancan, sigo trancancan, trancancancancan”. En otras ocasiones es cacofónico al borde del trabalenguas (“tu hechizo no hechiza”), pega palabras (“melancolamento”), silabea y recicla frases populares a las que les encuentra la vuelta para que suenen distinto. Parece más suelto, sin que eso implique abandonar las complejidades existenciales, cuando canta al filo del rapeo: “Que todo con el tiempo cambia si te tengo / Que mañana quiera también” (“Insecta”).
Singer se adecua con naturalidad y gracia al ritmo zigzagueante que predomina en este disco, donde esgrime su versatilidad para bajar un cambio en “Aleteo con la música” y llevarla a puro candor “con la musiquita, corazón contento”. Otra novedad es su apelación al universo simbólico que brinda la naturaleza para contar historias con mosquitos, loros, colibríes, vuelos y panales.
Más allá de estos cambios, hay continuidades temáticas que pasan por el cannabis, menos explícito que antes, pero “mandale, mandale ahí” como estribillo en “El zen momento” es suficiente para activar los reflejos condicionados ante un tópico frecuente en la banda. Es la canción más (p)optimista de su historia, con coros, vocales estiradas al final de algunos versos y el saxo de Cecilia Rodríguez, instrumento ajeno a la paleta sonora del grupo. Hasta ahora, lo más parecido a un hit que hayan compuesto.
Otro tópico que continúa es la vida extraterrestre que inspira (tanto como el futuro) algunos temas, el arte del álbum con un ovni de portada y hasta su nombre. “Es por la teoría de que en los objetos voladores viajan humanos del futuro hacia el pasado para ver cómo era, onda museo. Quizás en millones de años volvés atrás en máquinas así que hoy se ven como luces. Cuando tenés una idea de algo, un texto, una canción, eso capaz que en el futuro ya está, como dice ‘Divinorum’: 'Si lo ves en algún lado, debe estar'”, comenta Singer, en referencia al tema de Reyes Estallar que aparecido en el disco La muerte en una buena.
De bichos y flores
“Estilos nuevos siempre en canciones” (“El cielo a pie”) promete y cumple la banda, que según Bogacz encontró el horizonte para grabar este álbum durante una estadía en, para mayor mística, Villa Serrana: “Teníamos que sonar bajito porque no se podía tocar fuerte ahí. Dejamos todo armado y tocábamos, cortábamos, alguno retomaba, y de repente estábamos los cinco otra vez. En eso de tocar bajito y estar mucho tiempo colgados se daba que nos íbamos escuchando”.
Si bien el objetivo era sacar temas, ninguno quedó en este álbum, pero Bogacz subraya que sí afinaron la manera en que debían tocar y trabajar la música. En esa línea destaca que la producción de Mariano Gallardo Pahlen y la mezcla de Mateo Flores descomprimieron algunas lógicas vinculares: “Digo algo y sale un automatismo de 'Santi está diciendo esto porque...' y no se escucha lo que quiero expresar. Ellos venían de afuera entonces tiraban cosas que si a alguno le rechinaba, igual les seguía la cabeza. Después de esto tengo fe de que en el próximo disco pasen cosas más radicales y diferentes, algo se descomprimió y nos vamos a escuchar sin prejuicios. Rodrigo y yo somos hermanos, con más razón hay pica”.
Ese clima relajado se transmite en el tema que da nombre y cierre al disco, una composición mayormente instrumental con algunos coros de Lucía Romero intercalados y la onomatopeya final del “pim pum pa”. Así, esta secta de melómanos concreta su objetivo: que cada tema sea diferente, imaginando el álbum como una rockola que reúne los distintos sonidos de la historia del rock y el pop. Conviven The Stranglers, Wu Tang Clan, LCD Soundsystem, Bernie Worrell, The B-52's, Devo y un montón más.
Recuerdo del futuro es un disco distinto de una banda que siempre fue diferente, y seguro que alguien, ahora mismo, siguiendo la hipótesis extraterrestre detrás del título, en otra dimensión espaciotemporal sonríe mientras tararea sus canciones. Es el momento.
Recuerdos del futuro, de Los Nuevos Creyentes. Butterfly Records, 2024. Presentación: hoy 7 de setiembre a las 21.00 en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Adela Reta (Mercedes y Andes). $ 700 en Tickantel.