Hablemos de vueltas de tuerca. Esos momentos de una película que no te hacen saltar en la butaca (o en el sillón, si estás en tu casa), sino que te llevan a replantearte lo que habías visto hasta el momento y/o lo que vendrá a continuación.

Puede ocurrir al final de la película, como la aparición de la Estatua de la Libertad en El planeta de los simios (1968) o cuando el personaje de Bruce Willis se da cuenta de que está muerto en Sexto sentido (1999). En la primera, entendíamos que toda la acción había transcurrido en un futuro posapocalíptico de nuestro planeta; en la segunda, que Malcolm Crowe solamente había interactuado con el pequeño Cole, pero el director M Night Shyamalan había contado la historia de modo que no lo notáramos.

Los finales son el lugar perfecto para dar esta clase de volantazos narrativos, pero también pueden ocurrir más temprano. Un ejemplo claro (y prescripto, igual que los anteriores) es el del director Alfred Hitchcock, que despacha a la protagonista de Psicosis (1960) y deja a la audiencia confundida acerca de lo que seguiría a continuación.

El elemento vuelta de tuerca suele estar en un delicado equilibrio con otros dos: las campañas de marketing y la cultura del spoiler. Revelar la verdadera intención de una película en el tráiler puede llevar más espectadores a la sala de cine, pero ese momento en que la audiencia descubre colectivamente la verdadera intención de la película seguramente quede en el recuerdo. Sin mencionar el boca a boca.

Los responsables de Asesino serial (Strange Darling) optaron por el camino del misterio: hay vueltas de tuerca, pero tendrás que ver la película para descubrirlas. La sinopsis oficial indica que “nada es lo que parece” y en el tráiler se intercalan citas a críticos que advierten “Mirala antes de que te espoileen sus secretos”. El mismísimo Stephen King elogió la película en sus redes sociales, pero evitó hacer más comentarios para no arruinar la experiencia. A mí me queda más de media página, así que intentaré compartir mi experiencia cinematográfica sin estropear la vuestra. De todos modos, la vuelta de tuerca llega bastante temprano y no quedará en el recuerdo, más allá de que la película pueda hacerlo.

Todo comienza con un texto que describe de manera muy vaga lo que estamos a punto de ver, sin aportar mucho y contribuyendo a la atmósfera de “ahora no puedo dejar de pensar en la vuelta de tuerca”, algo que ha perjudicado muchas películas del mencionado Shyamalan. Por eso la primera mitad de La trampa funciona tan bien: porque sabemos desde el comienzo que Josh Hartnett es un asesino en serie.

Hablando de asesinos en serie, volvamos a Asesino en serie, título que me gusta muy poco. La historia, escrita y dirigida por JT Mollner, está contada en seis partes pero desordenadas. Comienza en el capítulo tres, con una mujer (Willa Fitzgerald, identificada como la Dama), que huye desesperadamente de un hombre (Kyle Gallner, el Demonio) a través de escenarios rurales de Estados Unidos.

Lo primero que sorprende (guiño) es la cinematografía. Se nota la intención de elevar la historia que se está contando desde la forma en que la muestra. Una de las últimas sorpresas, revisando los créditos, fue descubrir que el fotógrafo de la película fue el reconocido actor Giovanni Ribisi en su debut en ese rol detrás (o inmediatamente detrás) de la cámara. La película es linda de ver y por momentos adquiere un aura atemporal que, sumada a los temas en cuestión, la terminan de emparentar a la obra de Ti West, sobre todo X (2022).

Mollner maneja muy bien la tensión. Los primeros dos episodios (tres y cinco) nos hacen preguntar cómo escapará la presa de su depredador circunstancial, con terceras personas que se meten en la trama y difícilmente pueden escapar con vida. De ahí vamos hacia atrás, a la noche en que ambos protagonistas se conocieron, y que incluye juegos de roles sexuales que en este contexto solamente aumentan la incomodidad (buscada) de los espectadores.

Para cuando llega la vuelta, es posible que las stakes (lo que está en juego) disminuyan sensiblemente, pero de todos modos nos interesará saber cómo termina. Y al menos en lo personal el verosímil de serial killer imposible de atrapar se me cayó tantito, aunque tanto Fitzgerald como Gallner lo dan todo en todo momento. Los 96 minutos corren tan rápido como la Dama en los primeros minutos, así que para cuando te querés acordar ya están pasando los créditos, ves el nombre de Giovanni Ribisi como director de fotografía, y salís del cine con ganas de recomendar la película, pero con la dificultad de tener que hacerlo sin hablar mucho de la trama. Podés arrancar divagando sobre las vueltas de tuerca. A mí me sirvió.

Asesino serial. 96 minutos. En salas de cine.