En febrero dejó de dirigir la Comedia Nacional. Antes, en 2005, durante el primer gobierno del Frente Amplio, con 23 años, había sido la mano derecha de Luis Mardones en la Dirección Nacional de Cultura (DNC). Dramaturgo y director teatral, Gabriel Calderón tiene una relación intermitente e intensa con la gestión pública. El lunes el ministro de Educación y Cultura y el presidente de la República anunciaron que a partir de esta semana será el encargado de llevar adelante el proceso de transformación de la Biblioteca Nacional (BN), que mientras Rocío Schiappapietra, directora de la institución, reencaminará su funcionamiento cotidiano.
El proyecto de transformación de la Biblioteca, que será impulsado directamente desde el Poder Ejecutivo, llevará varios años e involucrará el diálogo con actores diversos. Conversamos con Calderón de su rol en el proceso y de lo que puede avizorar desde aquí.
¿Qué significa que seas el referente de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) en la transformación de la BN?
El modelo que encontró el gobierno, y a mí me parece bien, es crear un equipo desde la órbita de la OPP, similar al que asiste a los ministerios en algunos procesos que son importantes para la presidencia. La dificultad que había que resolver, la primera que vi cuando me llamaron, más allá de que la BN estaba “cerrada” –en realidad, seguía funcionando–, era cómo hacer un proceso en el que nada de lo que está se detenga mientras vos hacés un proceso de cambio. La agencia del ISBN, el trámite de derechos de autor, nada de eso se puede detener, tampoco el proceso de acopio de los materiales diarios. El modelo que acordamos ahora es ese. La biblioteca tiene en su dirección a Rocío, en su “vida diaria”, y comienza en paralelo con nosotros, en el mismo lugar, un proceso de transformación. Dos equipos, digamos.
¿Quiénes están en tu equipo?
Son unas siete personas; unas están vinculadas al ámbito de la gestión territorial, otras vienen de un proceso de participación que hicieron en la OPP. Es básicamente una secretaría ejecutiva, porque creemos que las personas que saben de biblioteca, de bibliotecología y de gestión ya están rodeando a la BN. Y es, claro, un proceso participativo desde la Academia Nacional de Letras, la DNC, la Dirección [Nacional] de Educación, la Asociación de Profesores de Historia, de Literatura, la Facultad de Información y Comunicación [FIC]. Todos están muy metidos en el día a día de la BN. En un momento me pareció que teníamos que crear una secretaría ejecutiva que pudiera generar todos los insumos y poner los procesos en tiempo y ejecutarlos.
Tenemos algunos consultores. Pablo Casacuberta nos va a hacer una consultoría en innovación y uso de bibliotecas contemporáneas. Tenemos a Carmen Fenoll, que es una consultora internacional que dirigió la red de bibliotecas de Cataluña y ahora está en la red universitaria de bibliotecas. Eso ahora, en el armado del modelo de gestión. El plan es trabajar rápido en el modelo, que en realidad se viene rumiando desde hace meses; se está pasando todos los procesos de la biblioteca a documentos y se ve cuáles deben ser actualizados, para en diciembre tener un modelo de gestión nuevo, no el proyecto terminado, pero sí un rumbo.
Por lo que se dijo en el anuncio con el ministro Mahía, llevará varios años.
Por eso el cronograma mental es tener en diciembre un modelo de gestión. En diciembre empieza un proceso de participación de cuatro meses, de diciembre a abril o mayo, con los actores que mencioné. Hay una persona que está planificando los grupos de participación, archivo, experiencias en el territorio, bibliotecología, préstamo, conservación, etcétera. Tenemos pensado hacer tres reuniones presenciales por grupo, para contar con insumos de ellos en función de un modelo que también les presentamos. Participarán el Archivo General de la Nación, los que llevan los archivos de la FIC, los que tienen archivos dentro del MEC, que son la ACAU [Agencia del Cine y el Audiovisual del Uruguay] y el Sodre. Van a hablar con nosotros sobre si podemos generar algún tipo de sinergia o si tenemos que dar el salto sólo en la conservación del acervo.
¿La Facultad de Humanidades de la Udelar (FHCE) no es parte?
Hablamos con el decano Pablo Martinis, sí, porque el de Humanidades es el otro archivo literario importante y porque la facultad está encarando un proceso de mudanza. Ese es un detalle: nosotros ahí tenemos que dar una discusión, visibilizar primero qué acuerdos hay y después resolver los disensos, porque yo no los tengo claros todavía. Qué diferentes opiniones hay sobre cómo conservar los archivos literarios y dónde tienen que estar. Si tienen que estar, algo natural, en la FHCE, si quiere y tiene la infraestructura para tener los archivos literarios, o tienen que estar en la biblioteca, o tienen que estar compartidos, o tienen que estar en los diferentes departamentos de cada escritor y escritora. La biblioteca va a tomar la decisión de empezar a conservar bien lo que tiene, y en esa conversación surgirán cuestiones como si tendríamos que tener más cosas. ¿Tenemos que tener el archivo literario de Humanidades? ¿Humanidades está de acuerdo? ¿O Humanidades quiere dar un salto a tener su archivo bien y compartir? Tendremos que dialogar.
Una de las cosas que empezamos a ver –estamos hablando sólo de archivo– es que uno de los trabajos que sí o sí tiene que hacer la Biblioteca Nacional es tener el catálogo nacional, o sea, que vos puedas saber dónde está todo y que no necesariamente esté en la biblioteca. Conseguir que el acceso a todo pueda ser compartido entre facultades, universidades; se dice rápido, pero es muy dificultoso.
El tema de los archivos está ligado al problema edilicio, que empieza por algo muy básico: la falta de espacio.
Creo que hasta dentro de tres años no se va a ver que la BN pueda ser otra cosa que una biblioteca clásica, en la mente de algunos. Eso yo creo que se empieza a tamizar cuando vos te liberás del problema histórico, que es la conservación. Eso va a seguir siendo un valor, pero poco a poco, liberando el espacio, las experiencias y prácticas que se pueden tener en ese lugar son de otro orden y no sólo del orden de la lectura. Entonces, ¿cómo hacemos un proceso sostenido en el tiempo, criticado, porque debe ser criticado bien y mal, cuando todavía el imaginario de la gente acerca de lo que puede ser una biblioteca no está construido? Sólo lo tienen los que han salido a otros tipos de bibliotecas en el mundo, gente que pasó bien en otras bibliotecas, donde tenía a su disposición materiales, impresoras, etcétera. Este proceso, para mí, que estoy acostumbrado a manejar la ansiedad –en el teatro vos convencés a la gente de algo que no existe: hasta el estreno no sabemos si va a ser abucheado o aplaudido–, es similar pero más grande, más largo. Mucha gente que está vinculada a las bibliotecas se ha acostumbrado a la desconfianza, y hay que tener paciencia.
En el presupuesto la BN tuvo, comparada con otras áreas de Cultura, una consideración importante.
Es que ahí depende siempre de lo que considerás. En concreto tuvo cerca de un 40% más de presupuesto si vos tomás funcionamiento. Tiene un incremento que supera el doble de funcionamiento, un funcionamiento deprimido, porque estamos hablando de un incremento que no le alcanzaba para sostener; o sea, el presupuesto que tenía la biblioteca, lo único que daba era un deterioro. Los tres rubros que maneja el Estado son funcionamiento, inversiones y rubro cero [sueldos]. Entonces, en funcionamiento tuvo el mayor incremento, en inversiones tiene un incremento natural, digamos, al de otras áreas. Pasa de tener, dependiendo de lo que tomes, 14, 15 o 19 millones de pesos a tener 34. Esto suena como algo importante, pero para la conservación del edificio y el funcionamiento no es suficiente. Pero es una consideración en un presupuesto que sobre todo tiene restricciones, y va permitir –esa es la primera responsabilidad– que detengamos el deterioro del acervo y el deterioro del funcionamiento.
Entonces el financiamiento para el proyecto “La Biblioteca Nacional del futuro” sale de otro lado.
Claro. Rocío lideró todo este proceso y el gobierno nos dijo que sacáramos todo el proceso de reconversión de la ley de presupuesto, porque implicaba sobre todo unas inversiones que no iban a estar expresadas anualmente, sino que tenían que ser del gobierno central, y unas inversiones que íbamos a discutir cuando entendiéramos cuál era el modelo hacia el que íbamos a ir. El financiamiento va a salir del gobierno, y estamos poniendo sobre la mesa algunas posibilidades de financiamiento internacional y también algunas maneras que tengamos de trabajo con privados. Esto no quiere decir para nada privatizar acervo ni privatizar funciones que tienen que ser de servicio público y totalmente del Estado. En algunos otros servicios del Estado vos podés involucrar participación de privados, pero cuando hablás de la BN y la conservación del patrimonio nacional, tiene que ser el Estado y punto. Entonces tiene que tener el tamaño de lo que el Estado puede soportar. Pero después, cuando hablás de intervención en la obra, arquitectos, puede haber otra mirada.
La BN misma está sin personal para su funcionamiento cotidiano. Hubo voluntarios, hay pases en comisión, pero no alcanza.
Se sostenía una parte importante, la de los investigadores en el acervo, a través de pases en comisión, básicamente. Yo no hablo de poner para nada en discusión a los investigadores, que me parece que hay que respetarlos, y son en general personas con trayectoria, pero sí el modelo de investigación a futuro, de cómo se sostiene independientemente de la voluntad de los pases en comisión de un gobierno o no. Cómo se investiga, cómo se usa el acervo, cómo se pone a disposición.
La biblioteca tiene algunos nervios que tocan temas sensibles, que apasionan a mucha gente –entre ella investigadores, académicos, literatos, artistas– que cuando hablamos de acervo, investigación, sabe de lo que hablamos. Y además hay un gran público que no tiene ni idea de qué estamos hablando. Los dos son importantes. Me parece que uno de los mensajes que hay que cuidar hacia los que están muy cerca de la biblioteca es el de que la biblioteca va a mejorar, que nada de este proceso sacrificará algo. La biblioteca está deprimida en un sentido, pero no es que hiciera mal lo poco que logró sostener. Es decir, la conservación que se pudo hacer se conservó y hay buenos materiales todavía muy valiosos: las investigaciones, las publicaciones.
Las publicaciones de la BN son muy buenas y están online, pero, como otros libros que edita el Estado, cuesta mucho que lleguen a la gente.
Las puede regalar o si no las tiene ahí acopiadas. Hay publicaciones que son muy buenas. De hecho, una que tengo toda marcada, la de los 200 años de la BN, es un libro fascinante en el que aprendés todas las cruzadas que hizo la biblioteca, los cambios, la innovación que había allí.
¿Cuáles son los próximos pasos, entonces?
La idea es iniciar procesos de cambio en el acervo el año que viene. Mudanzas, mejoras, decisiones en torno a qué debe estar pegado a la biblioteca, qué puede estar mejor conservado en otro edificio. Y eso permite, mientras vamos pensando y descubriendo el edificio, con todas sus posibilidades, que están también limitadas por la presencia del acervo allí. Por otro lado, también es un edificio que respondía a un modelo de lectura, con una sala central silenciosa, oscura, para que te concentres. Y esos modelos han cambiado no sólo en el siglo XX: en el siglo XIX ya se estaba cambiando.
La Biblioteca Nacional de Buenos Aires funciona muy distinto. Para empezar, abre los fines de semana y está llena de gente. Es un lugar de encuentro y es una biblioteca muy viva: funciona un poco como un lugar de achique, especialmente para gente que vive lejos. Acá eso en parte ocurre con las bibliotecas de las facultades.
Es una doble articulación. Primero, hay mucha gente que ha pensado y que tiene sus ideas sobre lo que debe ser una biblioteca, pero la verdad es que llegamos a un momento en el que tenemos que reconvertir la que tenemos, y eso implica que opinemos desde los que estaban muy cerca hasta los que estábamos más lejos. Yo me siento muy cerca de la biblioteca no sólo por haber estado, sino porque escribo, tengo mi biblioteca, tengo mis pasiones vinculadas a la lectura, pero no tengo estudiados los procesos que tiene un bibliotecólogo. Ahora, mi proceso de pasión con la lectura tiene que ver con la liberación de la lectura de un modelo tradicional, que el libro no necesariamente se lee de la primera a la última página, que no me tengo que sentir mal si lo abandono, que tengo que tener experiencias en él más que comprender lo que el autor dijo. Esa liberación del proceso de la lectura tradicional, en donde se lee todo, se entiende y se sabe, a una lectura más liberada, vinculada con las personas y las experiencias, también la han hecho las bibliotecas.
Las bibliotecas han desconcentrado el saber, la relación con el libro, han aflojado el control de lo que leés y se han abierto a experiencias personales con el conocimiento. Si esa experiencia con el conocimiento no es leyendo y es pensando, es caminando, es conversando con el otro, dialogando, es una experiencia válida en una biblioteca. Esto viene de antes, pero ha sido mayor en estos últimos 20 años, sobre todo cuando las redes e internet forzaron a las bibliotecas a cambiar, porque sacaron la hegemonía del conocimiento de ciertos libros. Ahora las bibliotecas se ofrecen como espacios, como refugios sociales, como pausas en medio de la ciudad, como experiencias placenteras con el conocimiento, con la creación.
La BN intuye eso, porque tiene una sala abajo, tiene espacios cómodos, amplios, pero todavía responde a un modelo anterior, que es ese, el del silencio y la solemnidad. Entonces, hay que empezar a destaparla de sus problemas, volver a abrir las ventanas, que entre la luz y que los ciudadanos se sientan más a gusto. Después creo que podemos ser un poco más arriesgados, porque es un nodo; sólo con que entraran los estudiantes de Bellas Artes, de Derecho, del IAVA y del INJU [Instituto Nacional de la Juventud], no daría abasto. Hay que entender todos los anillos, desde el que cree que la biblioteca no es un tema suyo y siente que esa biblioteca lo expulsa. Si consideramos todos esos distintos anillos y trabajamos, aunque no tengamos la victoria en todos, tenemos que tener ciertas alianzas con cada uno de ellos, y eso va a empezar a nutrirse. Después la ciudadanía, la gente, es más inteligente que la planificación: inmediatamente ve que le dejás un espacio y lo empieza a acomodar y amoldar y a decirte: “Che, necesito esto”.
Para ese cambio más central, que es como la insignia de lo que es la BN, yo creo que tenemos que aproximarnos desde afuera hacia adentro, tenemos que empezar por sacar, por mejorar la conservación del acervo, empezar con experiencias y prácticas fuera. La institución cultural más presente en todo el país son las bibliotecas. Hay más bibliotecas que cines, que teatros. De diferente índole: municipales, departamentales, nacionales. Más de la mitad de ellas están en el interior del país y la mayoría está fuera de las capitales departamentales. Eso existe, eso se creó; nunca se reglamentó, pero existe por ley una Red Nacional de Bibliotecas Públicas, y la BN está al frente. Hay una red de penetración a nivel territorial. Probablemente hay algunas ciudades en las que podemos empezar a hacer prácticas territoriales, no sólo con que lleguen libros, sino esto de lo que hablamos, porque te empezás a acostumbrar a que si tenés una biblioteca en tu departamento, en tu ciudad, tenés un modo de práctica del conocimiento, del disfrute cultural, mucho más dinámico que tener una biblioteca con libros.
¿Puede haber una alianza con los Espacios MEC?
Claro. Tenemos casi todo lo que necesitamos dentro del MEC: Ceibal, Dirección de Cultura, Dirección de Educación, Sodre, radios, televisión, o sea, allí están saberes públicos muy importantes para transformar a la biblioteca en un espacio de relación con el conocimiento mucho más vivo que el tradicional. La transformación de la sede central de la BN deberá tener algún tipo de intervención edilicia; como es patrimonial va a ser discutida y dialogada, pero va a tener un modelo atrás. Nosotros no quisimos poner la transformación arquitectónica primero, porque después tenemos que poner el modelo que queramos adentro.
Queremos tener primero no sólo una sala de lectura silenciosa, tiene que haber salas desconcentradas, salas donde se pueda dialogar, que haya laboratorios, prácticas, talleres, espacios multifuncionales. Después vamos al proceso arquitectónico que lo contenga y que cumpla con todas estas experiencias que queremos tener allí.
¿Era parte de tu plan acercarte a la BN cuando dejaste la Comedia Nacional?
Tengo la suerte de estar vinculado a lo público desde hace mucho. Al principio sufrí, porque era muy guacho y las críticas eran tremendas, sobre todo en el primer gobierno, pero aprendí muchas cosas que me quedaron marcadas a fuego. La primera es el amor por el servicio público. Si te gusta hacer, es un verdadero poder de transformación. Segundo, si tenés esa posibilidad de servicio público, tenés que poder hacer, y si ves que no se puede hacer, tenés que irte y dejar que venga alguien que pueda hacer.
En mí, la alternancia en lo público determina que puedo darlo todo cuando estoy, porque si vos te quedás mucho tiempo, naturalmente hay un proceso en el que decís: “Yo no lo voy a dar todo si al final no me van a dar este presupuesto, no me van a acompañar o la gente me va a criticar”. Es un proceso natural: si vos vas a estar diez años, medís tus energías. Como iba a estar tres en la Comedia Nacional, que fue un proceso que a mí me agarró maduro en este sentido, me podía permitir decir “vamos intenso y después nos vamos y hará otro su proceso”. Entonces yo me iba de lo público, pero también sabía que me iba justo cuando era posible que me ofrecieran cosas, porque había un cambio de gobierno en lo nacional y en Montevideo. Entonces yo me había armado todo el año con muchas cosas afuera, como para decir “mirá, yo quisiera hacer esto pero no puedo porque no voy a estar”. Por ejemplo, el 1º de marzo no estaba en Uruguay. Fue una cosa como para autoengañarme y decir “por más que quiera, yo no estoy”. Después estaba lo profundo, lo real: yo soy teatro, hago teatro y tengo la posibilidad, el privilegio, de poder vivir de eso. Entonces, no sueño con ser un gestor o un servidor público toda mi vida: sueño con hacer teatro toda mi vida.
María Azambuya decía una cosa que a mí me encantaba: el prestigio está para usarlo, para gastarlo. Cuando yo estaba con Luis Mardones, ella me dijo: “Tú tenés un poco de prestigio ahora, porque sos un joven. Usalo”. Si yo quiero que me aplaudan, voy y hago teatro. Después uno viene acá y pone, no sacrificio, que es una idea que no me gusta, pero sí sabe que se va gastando. Al tercer, cuarto año, hagas lo que hagas, despierta críticas. Entonces uno tiene que medir ese uso del servicio público. Hacer algo que está hecho, a mí, en general, no me entusiasma.
Vos eras cercano a Rocío Schiappapietra y sugeriste su nombre para la BN, ¿no?
A mí me llamó el ministro y me hizo algunas consultas. Hasta entonces no lo conocía a Mahía. Yo había tenido malas experiencias en gobiernos anteriores sugiriendo nombres, no porque no escucharan mis sugerencias, sino porque después te hacen responsable de conversaciones muy informales. Vos podés decir “me parece divino esto”, pero no es que estés asesorando. En las conversaciones con él le dije que me parecía importante que en todo el archipiélago de temas que él tenía había muchos que necesitaban nuevos insumos, nuevas políticas. Por ejemplo, en la dirección de Cultura ahora está Maru [Vidal], que me parece un nombre genial. Tiene mucha experiencia, y hay que reconvertir muchos programas que no enamoran a la ciudadanía en general, como rediseñar fondos públicos, pero a nosotros nos importa, porque estamos en el tema. Entonces le dije: “Tiene mucho trabajo, muy duro, porque hoy está agotado un modelo que en un momento fue innovador porque no había políticas públicas estables. El único lugar donde yo veo que usted tiene un buque insignia que necesita a gritos una reconversión es la BN. Me parece que es uno de los dolores que tenemos que atravesar, porque todos los directores o los funcionarios o los bibliotecólogos vinculados y que han sostenido heroicamente la biblioteca sienten que es un ataque contra ellos, pero no, es simplemente la constatación de un proceso natural que se da en la sociedad, el estado de la BN”.
Le dije que yo podría estar vinculado a este proceso, pero que no iba a estar en el país: este año estuve en Italia, después a mitad de año estuve en Suiza. Le dije que para estos procesos tenía que poner un director, una directora que estuviera, que quisiera estar en el día a día. Bueno, ellos lo elaboraron y salió el nombre de Rocío, que me parece genial.
Durante un tiempo yo estuve a un costado, diciéndole a un gobierno con el que simpatizo: “Si van a hacer este proceso, a mí me parece bueno. Vamos adelante. Yo no necesito estar”. En algún momento del proceso fui a hablar con Yamandú Orsi, a quien tampoco conocía, porque me parecía que si iban a hacer este proceso, evidentemente las economías para transformar la BN no son del ámbito del MEC, son del ámbito del gobierno nacional. Le conté lo que yo pensaba y encontré empatía y entusiasmo.