Si en sus inicios el festival Piriápolis de Película fue una especie de miniatura de festival internacional, con el paso de los años y ajustes presupuestales de por medio se terminó acomodando en una función más específica y probablemente más útil: una muestra intensiva de cine iberoamericano muy concentrada en Uruguay y los países vecinos, además de configurar uno de los pocos festivales competitivos de cortometrajes en este país.

En su 22ª edición, entre el viernes 17 y el domingo 19 de octubre, fueron exhibidos 37 largometrajes y unos 40 cortos. Las funciones fueron, como siempre, gratuitas, y hubo unas cuantas con mucha gente.

En la parte competitiva arrasó el corto uruguayo (que no tuve oportunidad de ver) Volver a Brasil, de Carolina Mejía Balestié, premiado por el jurado oficial como mejor película del festival y mejor corto uruguayo, y por el jurado juvenil como mejor película del festival. Este jurado premió como mejor corto uruguayo La falta, de Carmela Sandberg. Los cuatro premios principales fueron, por lo tanto, para cineastas mujeres uruguayas: ojalá que eso sea indicio de un futuro con mucha mayor participación autoral femenina en el cine nacional.

Piriápolis de Película es un festival que propicia interacciones fértiles entre cineastas, productores, curadores, críticos y público en general. En forma previsible, se respiró un clima de optimismo y orgullo de parte de los invitados brasileños por el buen momento del cine del país norteño, y todo lo contrario de parte de los argentinos, que viven la insólita situación de que su cine cayó en una situación peor que la del descuido, y a veces parece sufrir un verdadero bombardeo de las autoridades gubernamentales.

Contra el estereotipo del cine uruguayo

Destaco la presencia importante de César Troncoso, a quien se rindió un homenaje que fue la apertura oficial del festival; el actor participó también en una mesa redonda y presentó dos películas en las que trabajó recientemente. Su filmografía de casi 60 títulos probablemente supere la de cualquier otro actor nacional, del presente o del pasado, residente o no en el país. Troncoso tuvo a bien aprovechar esa exposición para articular una defensa encendida del cine uruguayo. Se concentró en la faceta cultural de ese problema, es decir, la corriente de opinión referida a un cine lento, aburrido, minoritario, deprimente y mal hecho, observando que eso no siempre es así y que la facilidad con que se establece ese estereotipo es evidencia de cierta mala disposición. Lo hizo, además, sin caer en la trampa de denostar todo cine que sea lento y bajoneante, factores que no son necesariamente defectos.

Me pareció interesante y valioso ese enfoque, porque, por lo general, cuando se plantea la cuestión de que el cine uruguayo no llega a tanta gente, se suele cargar la responsabilidad en los realizadores: “Hay que hacer películas que lleven público”. Eso, por supuesto, también vendría bien, pero claramente existe una disposición negativa del público con respecto al cine propio: la construcción de un cine nacional plural, diverso y sustancioso, que sería una neta ganancia para todos, es una tarea que involucra a creadores, inversores, políticas públicas y también al público. A cada uno le toca su parte en construir un país estimulante y lindo de habitar, o en seguir ironizando amargamente sobre el supuesto “paisito gris”.

La mesa redonda “La actualidad del cine uruguayo” estuvo integrada por Troncoso junto con Gisella Previtali (presidenta de la ACAU) y Virginia Hinze (presidenta de la flamante Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas del Uruguay), con moderación del director artístico del festival, Alejandro Yamgotchián. Previtali señaló que en el momento en que hablaba había nueve películas uruguayas en cartelera (mientras redacto estas líneas, una semana después, ¡son diez!). Tuvo a bien, además, reforzar la necesidad de una subvención estatal al cine nacional, independientemente de retornos económicos o de expectativas de derrame económico posterior.

Algunas inéditas

Oeste otra vez, de Érico Rassi (Brasil), fue la gran ganadora del Festival de Gramado 2024 como mejor película brasileña. Es realmente notable. Viene siendo descrita como un neowéstern, cosa que su título refuerza en la doble alusión al género cinematográfico y al hecho de que la historia transcurre en el centro-oeste de Brasil. La anécdota sucede en la actualidad, y si bien hay gente que se mueve en auto y usa celulares, también hay caballos, paisajes amplios, botecos que desempeñan una función análoga a la de los saloons, tiroteos y muertes violentas.

Si no me falló la atención, sólo se ve una mujer en pantalla, de espaldas, al inicio. El universo en que se mueve la historia es cien por ciento masculino y se encuentra afectado por las disputas celosas y bajones propiciados por la atracción de tres personajes por una misma muchacha. La dificultad de procesar la eventual no correspondencia del amor de la mujer querida y la sensación de ofensa que inunda al varón al perderla en pos de otro hombre son emociones que se vuelcan en un contexto de tosquedad y eventual violencia.

Si bien, nominalmente, están esos elementos que los wésterns podrían llegar a tratar como aventura, el clima acá es mucho más reflexivo y moroso, carente de heroísmo y de identificación positiva. No recuerdo otra película que retrate en forma tan exacta ciertos aspectos de la masculinidad que son propios de quienes viven en las zonas rurales de la región central de Brasil.

Los diálogos y actuaciones son excelentes. La cinematografía es muy bella en su retrato de los botecos mal iluminados o de esos paisajes dominados por la tierra roja de Goiás. Los impresionantes crepúsculos se combinan con planos extensos y encuadres que se mueven poco y despacio. La banda sonora capta los acentos locales y la naturaleza, y mezcla música incidental de aire sertanejo con canciones románticas de Nelson Ned.

Atahualpa Yupanqui: un trashumante, del argentino Federico Randazzo, es un retrato personal y artístico del maravilloso cantautor argentino (1908-1992). Funciona muy bien como una síntesis biográfica y artística. Con abundantes imágenes de archivo, entrevistas a personas cercanas y estudiosos, acompañamos su formación, su adhesión al Partido Comunista, sus líos con el peronismo y la progresiva internacionalización de su carrera. Las varias actuaciones filmadas nos dan una muestra contundente de su talento descomunal como intérprete, compositor y poeta, además de facetas de su pensamiento artístico. Me resultó especialmente significativo el pasaje en que él dice que determinada música no tiene aceptación porque “no le duele a la gente”. Hay también un plano increíble de un japonés vestido de gaucho cantando “El arriero”.

Oportunidades en Maldonado

Piriápolis de Película viene funcionando también como ocasión de las primeras –a veces únicas– exhibiciones públicas en el departamento de Maldonado de películas que sólo se proyectaron en Montevideo. Pude ponerme al día con un par de ellas.

Panchopalooza, de Diego Melo y Ernesto Rodríguez, tiene bastante en común con [Sánguche caliente]((https://ladiaria.com.uy/cultura/articulo/2025/10/agilidad-imaginacion-y-guinos-generacionales-sanguche-caliente-la-nueva-comedia-de-manuel-facal/). No creo que sea una influencia, ya que la barra de Mervel Films, el núcleo de producción de esta película, viene haciendo cine desde unos diez años antes de las primeras películas de Manuel Facal. Sus cines convergen en la propensión a la diversión pura y las alusiones a determinados géneros cinematográficos (aquí hay ciencia ficción, una bella asesina a sueldo, un narcotraficante y rasgos de comedia stoner). Un personaje medio nerd prueba cierto exceso de drogas y las aventuras que siguen podrían interpretarse como parte de su delirio.

El documental Agua invadida, de Carolina Sosa, tiene coincidencias con Montevideo inolvidable, que también tuvo su estreno fernandino en este Piriápolis de Película. Esos dos directores no proceden de escuelas de cine y no parecen haber sido expuestos a las discusiones más o menos recientes sobre el cine de no-ficción. Cercaron sus películas de muchos cuidados, siempre con el objetivo claro de transmitir un mensaje, que en ambos casos tiene que ver con la ecología (“ecología” urbana en la película de Alfredo Ghierra, y la ecología más literal referida a las especies marinas en la de Sosa).

Agua invadida aborda los efectos devastadores de la pesca ilegal sobre la biodiversidad, la vida de los pescadores artesanales y el futuro del planeta en general. La película se concentra en la situación uruguaya, a la que expone con claridad y en forma muy completa y crítica, mencionando las dificultades burocráticas, presupuestarias y políticas para una defensa efectiva de nuestra costa oceánica. La directora Carolina Sosa trabaja regularmente para National Geographic, y eso ayuda a explicar las imágenes tan vistosas que dominan este documental, realizado con un presupuesto exiguo.

Consagradas argentinas

El estreno uruguayo de 36 horas (de Néstor Mazzini, 2019), a inicios de 2022, fue interrumpido por el agravamiento de la pandemia de covid. Es una especie de thriller sin amenazas de muerte o crímenes serios. El suspenso y la tensión tienen que ver con los intentos desesperados de un productor de audiovisuales de impedir la inminente quiebra de su empresa, justo en un momento de líos familiares donde pesa mucho la urgencia de organizar el cumpleaños de la hija chica. Se entreveran cuestiones “grandes” y “pequeñas”. El protagonista es César Troncoso, en uno de sus mejores roles. Es el primer estamento de una trilogía; dicen que la segunda, Cuando oscurece (2022), es aún mejor, y está por estrenarse la tercera, La mujer del río.

Uno de los principales eventos del Piriápolis de Película fue la celebración de los 40 años de la adaptación para cine de Esperando la carroza, exhibida en su reciente restauración en 4K. La presentó la actriz Cecilia Rossetto. Humor negro, comedia de engaños, ese tono medio caricaturesco característico del humor audiovisual argentino de entonces (con varios planos atiborrados en los que están en cuadro virtualmente todos los personajes), y que hoy día podemos ver como posible influencia para, por ejemplo, Mujeres al borde de un ataque de nervios (de Pedro Almodóvar), lanzada cuatro años después. El texto del rumano-uruguayo Jacobo Langsner es sensacional. La fineza y timing cómico de China Zorrilla explican la reputación de esa famosísima actriz uruguaya. Hay otros coterráneos en el reparto (en especial, Juan Manuel Tenuta y Andrea Tenuta), junto con varios exponentes del teatro, cine y televisión argentinos (Enrique Pinti y un jovencísimo, con amplia cabellera, Darío Grandinetti). Antonio Gasalla travestido hace una de las mejores viejas cómicas de ese tipo de humor, que por acá llamaríamos murguero.