Como lo fue en el siglo pasado Condorito, en estas décadas 31 Minutos es el aporte más notorio de Chile a la cultura popular y masiva de América Latina. Por su llegada y su calidad, convendría más bien compararlo con El Chavo, y también por su elegancia al traficar humor y crítica en un producto primariamente dirigido a audiencias menores. Brilla, entre otros productos pensados para chiquilines, por su capacidad de crear un mundo autónomo, anclado en la ciudad ficticia de Titirilquén, pleno de referencias cruzadas y códigos internos, igual que las series animadas Gravity Falls y Hora de aventura.
En sus inicios, en 2003, 31 Minutos era una serie que parodiaba un noticiero sensacionalista conducido por títeres de factura mínima y dicción exagerada. Incluía un segmento musical, en la forma de un ranking semanal, que cobró vuelo propio y pronto disparó el merchandising en forma de CD y multiplicó las señales entre fans adultos en forma de ringtones y latiguillos usados por Tulio Triviño y Juan Carlos Bodoque, los personajes encarnados por Pedro Peirano y Álvaro Díaz, creadores del programa.
Cuatro temporadas (2003-2006 y 2014), algún spin-off y una película correcta (sólo el primer Bob Esponja pudo ganar en el salto al largometraje) son los hitos centrales de la historia de 31 Minutos, pero la lista de giras de la banda ocupa todos los largos hiatos entre producciones audiovisuales e incluye presentaciones en festivales como el de Viña del Mar y recitales multitudinarios en México. En la cabeza del frente instrumental del proyecto está el guitarrista Pablo Ilabaca (de la banda Chancho en Piedra), cocreador de varios de los hits del conjunto, como “Bailan sin César”, “Tangananica, Tangananá” y “Diente blanco”.
El lunes, la formación de 31 Minutos –un grupo de 15 personas, entre titiriteros, músicos y titiriteros-músicos– se presentó en los estudios de la National Public Radio en Washington, en el marco de un mes de homenaje a la cultura latina que lleva adelante la radio pública estadounidense.
Los conciertos Tiny Desk –así llamados porque se arman alrededor de un escritorio– tienen una fama inversamente proporcional al minúsculo espacio oficinesco en el que se desarrollan: por allí han pasado centenas de músicos prestigiosos, desde estrellas ultravendedoras como Taylor Swift hasta próceres del art-punk tipo Wire, sin olvidar a figuras de estas latitudes como Ca7riel y Paco Amoroso, Fito Páez y Jorge Drexler. La excepcionalidad de la aparición de 31 Minutos en ese entorno –son, qué duda cabe, el primer grupo de títeres en hacer su música allí– se explica por su probado arraigo en la enorme comunidad hispanohablante de Estados Unidos.
Tanto la financiación de la radio pública como la seguridad de los migrantes se encuentran bajo amenaza en el gobierno de Donald Trump. A lo último hicieron alusión los chilenos en varias partes de su show. Al comenzar, dijeron que 31 minutos era el tiempo que tenían antes de que vencieran sus visas de trabajo (aunque el espectáculo duró bastante menos).
Luego, ante la aparición de un dinosaurio con pinta de milico, llamaron al abogado que protagoniza “Objeción denegada”, en lo que fue toda una proeza de reconversión simbólica: hace 20 años, la canción y su adhesivo estribillo (“todos se ríen de mí porque hablo como idiota / como idiota”) era una burla a quienes por estos lares cantaban con acento portorriqueño, en el estilo Calle 13, pero ahora, en medio de la persecución policial a la gente del sur, cobró aires de orgullosa protesta. “Alza la mano si se te venció la waiver / alza la mano si tú eres migrante”, dice ahora el profesional del derecho otrora discriminado por su pronunciación caribeña.
Es casi conmovedor observar a los artistas, en un lugar tan pequeño, hacer las mismas salidas que en grandes salas para ocultarse en el momento en que doblan a sus personajes. El pudor se acaba al final, cuando títeres y humanos juntos acometen “Yo nunca vi televisión”, el autocrítico himno que abre y cierra cada capítulo de la serie.
¿Mi highlight? “Calurosa Navidad”, una reivindicación de este hemisferio menos sintética pero igual de removedora que la imbatible “Nuestro norte es el sur” torresgarciana. La canción, además, será el centro de la segunda película de los 31 Minutos, anunciada para este año. Lo único malo del Tiny Desk: no tocaron “La señora interesante”, una oda a la curiosidad intelectual en la que alguno encontró un homenaje a Susan Sontag.