“Son muchos años. Muchos años”, suspira Diego Arnedo al comienzo de Sonidos, barro y piel, el documental sobre Divididos, undécimo álbum de la banda argentina homónima. No es un gesto de agotamiento, sino una reflexión desde el confort del camino recorrido: casi cuatro décadas junto a Divididos y una complicidad aún más larga con Ricardo Mollo, desde la euforia de Sumo hasta la experimentación de MAM.

A 37 años de su formación y 15 del último álbum original, Amapola del 66, la convocante banda de rock argentina entendió que era hora de difuminar las líneas entre la obra y sus creadores, de plantarse y decir “esto somos”. Publicado el 14 de noviembre, Divididos fue grabado entre 2019 y 2025, y todos sus tracks –con una excepción que la banda se rehusó a revelar– se registraron en cinta analógica.

El álbum es un fiel reflejo del huracán arrollador que desatan en vivo y consagra, más por énfasis que por necesidad de coronación, al baterista Catriel Ciavarella, parte del grupo desde 2004. La rítmica es protagónica y preponderante a lo largo del álbum: acelera, cambia de tempo e invita a la banda a un juego de seducción con el punk que Mollo y Arnedo aceptan, porque, más allá de su identidad roquera y sus experimentaciones folclóricas, Divididos nace de las costillas de Luca Prodan, donde el punk y el reggae pegaban fuerte.

El lanzamiento se palpitaba hace seis años, cuando “Mundo ganado” rompió el silencio discográfico con aires del viejo hit “El arriero”. Le siguieron “Cabalgata deportiva” e “Insomnio”, grabaciones pandémicas con distintiva impronta Divididos, y “San Saltarín”, en abril de 2023. Este último recuerda con sus gaitas a “Crua chan”, de Sumo, y oficia de himno con doble fin: una arenga de resistencia que alienta al optimismo en tiempos oscuros y un tema ideal para la previa de los recitales. “Se encienden viejas chimeneas, vamos lavando las remeras”, canta Mollo, y el pogo parece iniciarse por arte de magia.

El riff de “Doña red” anuncia la verdadera llegada de la aplanadora: urgente y ecléctico, el cuarto track del álbum se pone pesado, y retoman el camino en “Revienta el mi mayor”, un despliegue de cortes y contratiempos que muestra a Ciavarella en todo su esplendor. La energía se mantiene con rítmica explosiva y riffs frenéticos en “Cabalgata deportiva”.

La fusión folclórica, insignia del grupo, dice presente en “Monte de olvidos”, con Arnedo en una armónica imponente para poner el broche de oro a la épica estilo Zeppelin que la seductora cadencia va construyendo. “Vos ya sabrás” cumple con el cupo baladístico, en una voz más intimista, al estilo de “Par mil”, y “Aliados en un viaje” introduce el refrescante guiño pospunk, paneando un coro lúgubre a la derecha para incrementar un mensaje: paciencia, sugiere. “Habrá que andar despacio, habrá que estar alerta”.

Lejos de ser reaccionarios, Divididos responde a la adversidad con resistencia cautelosa que se despide austera en “Grillo”, una pieza delicada embellecida por los arreglos de cuerdas de Nico Sorín, único invitado del álbum.

“No es un disco de regreso”

Es inviable hablar de un regreso cuando la música no dejó de sonar, afirmó Mollo en la escucha del disco, y no se equivocaba. En los últimos años, Divididos giró incansablemente por el país y la región, editando sencillos y discos en vivo, además de la regrabación de su álbum debut.

De todos modos, el nuevo lanzamiento ameritaba una celebración a la altura, y así fue: luego de proyectar el documental que registra el armado del álbum y escuchar junto al público la hora reloj de Divididos, Mollo, Arnedo y Ciavarella subieron al escenario del Movistar Arena acompañados por el filósofo Darío Sztajnszrajber, pero no para tocar, sino para develar sus procesos creativos.

Allí se dejó entrever el homenaje a Luca Prodan en la blusera “Bafles en el mar” y su relación con el concepto del álbum. “No hay sueño que no lleve cicatriz”, canta Mollo con calidez, en alusión a la portada de Divididos: una franja blanca y una celeste, versión reducida de la bandera argentina, son unidas provisoriamente por un hilo negro. “Es una expresión de deseo, es lo que queremos. Que esa herida algún día sane”, explicó la voz de la banda.

En un país dividido, el trío esgrime canciones como puntos de sutura, arremangándose para unir los bordes.

Divididos, de Divididos. La Calandria, 2025. En plataformas.