Hace seis meses el ciclo Espectro Enríquez, que tuvo como eje la obra de la argentina Mariana Enríquez, copó distintos puntos de Montevideo, al tiempo que la Intendencia de Montevideo nombró a la escritora ciudadana ilustre. La excusa de aquella movida que incluyó conferencias, firma de libros y proyecciones de películas fue la adaptación que el dramaturgo y director teatral Leonel Schmidt hiciera de parte de los cuentos de Las cosas que perdimos en el fuego (2016). Aquellas funciones en el Solís se agotaron rápidamente, lo que ameritaba una eventual reposición. Eso ocurrirá esta semana, del miércoles al domingo, en el Auditorio del Sodre.
Las presentaciones funcionarán, además, como un precalentamiento para la gira que a fin de mes el espectáculo iniciará por Argentina (incluyendo Buenos Aires, Rosario y La Plata, ciudad adoptiva de Enríquez), para luego visitar algunos festivales en España. “Hay un llamador enorme que es Mariana y que permite que se abran puertas que yo he intentado golpear con otras obras y es dificilísimo”, admite el director.
Es presumible que esta tanda se lleve a cabo con menos presión que al inicio. “Lo interesante es que, si bien la producción de Espectro Enríquez fue con el apoyo del Solís, de Cinemateca y de Charco, también la estábamos desarrollando los que hicimos la obra”, repara Schmidt. “Eran dos exigencias al mismo tiempo y ahora es un poco diferente, porque no está ni la presión de generar todo el evento de esa semana, ni la de tener a Mariana como espectadora. Y además, el público, que respondió muy rápido el año pasado, sabíamos que era netamente fan de Mariana. Creemos que ahora vamos a tener ese mismo público, más gente que escuchó sobre la obra y la quiere ver”.
En cuanto a la autora, el teatrero agradece la libertad creativa que les otorgó: “La he escuchado decir que es muy celosa de las adaptaciones de los libros que a ella le gustan, pero con su literatura entiende que, una vez que está en la vidriera de una librería, ya no es de ella totalmente. Entonces, las versiones, que sean bienvenidas. De hecho, el último día de Mariana en Montevideo dimos un taller juntos sobre adaptación. Ella sabe lo que significa. Es una persona muy generosa -podría no serlo, dado el éxito internacional que está teniendo-, por esa capacidad de saber lo que es adaptar y también tener claro que no conoce todos los lenguajes artísticos. Entonces, eso la hace tener una mirada mucho más proadaptación que otras personas que se niegan a dar sus textos”.
“Encontré una lectura, una mirada propia y un enorme respeto por los textos”, dijo la ganadora del Premio Herralde al enfrentarse al resultado sobre las tablas. “Con recursos elegantes y usados de forma inteligente, y actores muy jóvenes que intercambian roles, género y personajes, la puesta es poderosa y sensible, quizá desafiante, incluso para mí”.
Ni fan ni atado
Este mismo libro de Enríquez fue objeto de adaptación, también el año pasado, al formato de novela gráfica por el argentino Lucas Nine, que coincidió en parte en la elección de cuentos que hizo Schmidt.
Schmidt se confiesa “ignorante del género terror” más allá de lecturas clásicas como Poe o Lovecraft. Con Enríquez rompió esa barrera, dice, y cree que a la hora de trabajar sobre su material lo favorece no ser “fanático de nada, porque los fanatismos son momentáneos”, aunque sí admirador total de su talento. “El aprendizaje mayor de una adaptación es renunciar”, declara seguro.
Decidir qué cuentos llevar al lenguaje teatral fue complejo, incluso si, como asegura, se propuso hacerlo desde el punto de vista técnico. “Tuve que ser muy pragmático, o sea, decidirlo un poco fríamente. De hecho, teníamos el acuerdo con Mariana de siete cuentos y terminamos adaptando seis porque en el proceso de escritura uno de los cuentos no cuadraba y era imposible en una adaptación teatral. El efecto que tiene la literatura es incalculable porque el remate funciona si lo leés”.
Al momento de montar la pieza, Schmidt y equipo fueron explorando estilos. “Lo que terminó pasando fue que en este proceso de indagar universos, me di cuenta de que no iba por ninguno de esos lados, sino que la literatura me prestaba el lenguaje que el teatro podía recibir. Cada uno, cuando lee, se imagina lo que quiere, el patio que quiere, los colores que quiere, las personas que quiere. Entonces, creo que Mariana lo logra, porque todos ponemos en cada una de las cosas que están ahí lo que queremos, como lo queremos. Entonces, la puesta fue en ese camino, fue a un lugar totalmente despojado Y eso es la mecánica del terror también, funciona por eso, entre otros asuntos, porque vos puedas acercarte a lo que te haga incomodar”.
Para plasmarlo en escena definió una puesta donde los elementos de escenografía y de utilería fueron blancos, “jugando un poco con esa hoja en blanco que te regala el autor para construir el color que quieras, la casa que quieras, la persona que vos quieras, más allá de lo que te esté describiendo. Y, por otro lado, el vestuario es casi grotesco. Se hizo un trabajo de muchos meses de envejecimiento, como si hubiésemos agarrado ropa directamente del vertedero. ¿Para qué? Para lograr el mismo camino. Es tan extremo el vestuario que vos podés ponerle la capa al personaje que vos quieras”, explica.
Con el objetivo de generar cierta conexión entre los cuentos, crearon un personaje nuevo que no figura en el libro, pero Schmidt asegura que sí trasunta las entrevistas que da la escritora. “Ella tiene ese hambre de conocer, entender, saber, investigar”, la describe. “Yo me acuerdo del primer día en que vi a Mariana, cuando la recibimos en el puerto. Después fuimos a cenar y nos habló de un documental que encontró, de la primera mitad del siglo XX, sobre la caza de ballenas. Ahí te das cuenta de su interés constante de encontrar y saber. Me fui con un montón de notas en el celular de películas y cosas para ver”. De esa percepción nació el personaje de la antropóloga, impoluta, que habita varios tiempos y de algún modo corta la acción, mientras “se van solapando estos tres actores, tres personajes a los que nosotros les decimos monstruitos, que no sabemos qué son, pero están vestidos con ropa completamente sucia, rota, que van construyendo los cuentos”.
Las cosas que perdimos en el fuego Del 12 al 16 de marzo en la sala Hugo Balzo del Auditorio Adela Reta. Entradas a $ 600 en boletería y Tickantel. 2x1 para suscriptores de la diaria