Hay pocos nombres tan convocantes como el de Mariana Enriquez en la literatura latinoamericana. Apreciada, premiada, objeto de la misma devoción que ella deposita en otros artistas, la escritora argentina despliega, desde que apareció Un lugar soleado para gente sombría, su más reciente colección de cuentos, una agenda frenética que incluye presentaciones en salas teatrales. Desde el lunes, parte de esa oferta, y también mucho más, desembarca en Montevideo.
El núcleo es la adaptación teatral de seis de los relatos incluidos en Las cosas que perdimos en el fuego (2016) y la suma de eventos lleva el nombre Espectro Enriquez, en una doble guiñada al juego con el terror y a la amplitud de facetas que hay en su obra: narrativa, crónica, periodismo aparecen como unidades separadas, pero también, últimamente, como elementos que se retroalimentan a la vista de todos.
Enriquez llegará el lunes al mediodía al teatro Solís, que organiza buena parte de las actividades. Allí será nombrada Ciudadana Ilustre de Montevideo y, con moderación de la periodista Carina Novarese, conversará con el director uruguayo-brasileño Leonel Schmidt, responsable de la versión escénica de Las cosas que perdimos en el fuego y generador de la “movida espectral” que la trae nuevamente a Montevideo. Más tarde, a las 18.30, habrá un encuentro en el Club Cultural Charco.
Al día siguiente, conversará con la escritora uruguaya Gabriela Escobar sobre las conexiones entre literatura y cine en su obra. El encuentro tendrá lugar en Cinemateca Uruguaya, que desde el lunes pasado exhibe un ciclo de 12 películas seleccionadas por Enriquez.
El miércoles a las 20.00 será el estreno de Las cosas que perdimos en el fuego. La obra irá en la sala Delmira Agustini del Solís hasta el sábado, y volverá más tarde durante este mes. El jueves, junto a Schmidt, dará un taller de creación y adaptación en el Solís.
Después de todo esto, en noviembre, Enriquez volverá a Montevideo para presentar en El Galpón No traigan flores, la serie de lecturas en salas teatrales que inauguró el año pasado.
Hace unos días recibiste el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso. ¿Qué significó?
Fue totalmente sorpresivo. En general, no tengo el calendario de premios, no tengo mucha idea, y como es un premio que se otorga, no algo que vos mandás, no proponés nada, me sorprendió mucho. Me pone muy contenta por los premiados, que es todo un conjunto de autores que me parecen notables y variados: tenés desde Beatriz Sarlo hasta Lemebel o [Antonio] Cisneros, o sea, ensayistas, cronistas-activistas, poetas y tal. Y las últimas cuatro, contándome a mí, somos Cristina Rivera Garza, Samanta Schweblin y Lina Meruane, somos mujeres hispanoamericanas que hacen cosas bastante distintas, a pesar de que a lo mejor a Samantha y a mí se nos relaciona un poco, pero la verdad es que no somos tan parecidas; sí en cierta exploración de temas oscuros, pero de maneras muy muy diferentes. Y las cuatro nos conocemos y nos llevamos bien, entonces es como una buena compañía. También me gusta que sea un jurado universitario, porque la academia tiene sus reglas, sus gustos, entonces siempre es grato que también te estén leyendo ahí, porque no es lo mismo, es otro mundo.
¿Y cómo te llevás con Donoso y su generación?
Bien, la verdad. No entiendo mucho el antagonismo con lo que podemos llamar la generación del boom. Me queda tan lejos, en todo sentido... No solamente de tiempo y eso, sino que son de una América Latina anterior a los 70, que para mí es otra época, en el sentido más amplio de la palabra. Toda la literatura y la visión del mundo que ocurre antes de las dictaduras de los 70 me parecen tan lejanas que también me parece muy lejano discutir con eso. Entiendo que la producción de ese momento sea muy distinta. Alguien te dirá, por ejemplo, que el boom no tenía mujeres o pocas mujeres, pero también es cierto que la creadora del boom fue una mujer: Carmen Balcells. En todo caso, ella eligió, porque era la agente de todas, a pocas o ninguna escritora mujer, pudiendo hacerlo. Entonces me parece que tenemos que ser más inteligentes con eso, en cuanto a pensar que también había ahí una mujer que era un cerebro que sabía que el boom no se podía hacer con mujeres, o sí, pero decidió que no se iba a hacer con mujeres porque no iban a tener público, lo cual habla mucho de cómo funciona el poder en un sentido más amplio.
El boom incluye escritores muy diferentes; quizá mis favoritos son Onetti, Donoso y Cortázar. García Márquez me parece un genio, pero estoy hablando de gustos, no de quién más me apela. Y Cortázar, no todo, a lo mejor los cuentos... No puedo hablar de una obra total de ninguno de ellos, de la misma manera que de Vargas Llosa me gustan muchísimo las primeras novelas y muy poco las últimas. De Cortázar me gustan mucho los cuentos y muy poco las novelas. Historias de cronopios y de famas no me gusta nada. Me parece que de ningún escritor se puede hablar de una obra en su totalidad.
No tengo mayor encono ni nada con la generación del boom. Los escritores que están escribiendo ahora vienen de Bolaño y a partir de ahí se van construyendo. Pero no, los leo. Tampoco me molesta mucho esto que estábamos hablando, que está relacionado con la cuestión machista y tal, yo no leo con la policía al lado. Donoso era bastante monstruoso, pero no le voy a poner peros a un premio con su nombre porque él era un mal tipo; está lleno de malos tipos. Yo estoy cada vez menos preocupada por esas cuestiones y más preocupada por los textos, a esta altura.
Nombraste a Onetti. Vos lo leés como gótico o posgótico.
Es que es súper dark Onetti, es súper oscuro. Y la relación con el gótico sureño creo que la hace explícita él, es como un Faulkner rioplatense. El astillero es como un gótico industrial con todo, con Larsen como el hombre fatal y a la vez villano, y la chica como la vulnerable. A mí me parece claramente gótico.
¿Te parece que la nueva apreciación de lo gótico, que tal vez empieza en la década de 1980 o 1990, tiene un paralelo con el reconocimiento de tu obra?
No, no creo. Además no creo que haga tanto gótico. Me parece que lo que hago tiene elementos góticos. Más allá de la codificación originaria en su momento, en el siglo XVII, XVIII, o sea, Frankenstein, las Brontë, etcétera, lo que hace el gótico nunca más aparece como tal, pero sí aparece en diferentes textos con algunas características especiales. Entonces tenés todo lo que se llama el gótico sureño de Estados Unidos, que lo que plantea es la idea de una tierra, un lugar maldito que es el sur, con toda esa atmósfera, esa arquitectura, esa historia, y el gótico es como si todo ese ambiente influyera en los personajes, un ambiente de decadencia y de maldición, como un lugar claustrofóbico del que no se puede salir. Entonces es todo eso resignificado y hermoso, además, con una belleza medio maldita, medio baudelairiana.
Y eso después termina surgiendo, aparece aquí y allá en diferentes textos, que a lo mejor no se leen de esa manera en su momento, pero los podés mirar así con el tiempo. Sobre héroes y tumbas, de Sabato: la familia maldita de Alejandra, Alejandra como ese personaje súper influido por una ciudad decadente y traumatizada, la huida del general Lavalle con el paralelo de la quema de las iglesias. En ambos casos él se posiciona ideológicamente de una manera muy clara en la historia de Argentina, que es una manera en la que yo no me posiciono, pero eso es otra cosa. Pero el ambiente de una sociedad maldita y traumada, y eso que no puede explicarse racionalmente que es como si fuese una atmósfera pestilente, pasa en muchos casos. Yo creo que en lo que yo hago, a lo mejor, está bastante en Nuestra parte de noche [2019], pero no en el resto. Sobre todo no en los cuentos, que son cuentos muchísimo más... El gótico es muy difícil de hacer en corto. Por eso El obsceno pájaro de la noche [de Donoso] se puede leer así también: la casa con todo ese ambiente horrible, los monstruos... Y en muchos sentidos, El astillero también.
Como que va apareciendo después el gótico, pero no, no creo que tenga que ver conmigo. Además, en todo caso, también está en la música, está en la estética, está en Tim Burton, es algo que está muy presente, ese gusto por la noche, por lo macabro, por la muerte, está muy presente incluso en su versión más naíf, como puede ser sobre todo en algunas películas de Burton, pensando ahora que está Beetlejuice 2: eso es un cuentito gótico, pero en su versión más naíf. Entonces, en realidad creo que es una estética que ya no es de un tiempo, sino que convive con todas las otras.
Estás girando, estás en festivales, hacés lecturas en distintas partes de Europa, tus libros se traducen a varios idiomas, se editan en muchísimos lados. ¿Has hecho esto de desembarcar con tantas actividades en una ciudad, como vas a hacer en Montevideo? Acá, por lo menos, no es tan usual, sobre todo con alguien que está “en su mejor momento”, como se dice de los músicos.
Lo hice en España, pero a propósito de la salida del libro: hicimos una gira durante todo marzo, con más fechas en Madrid y Barcelona, pero hicimos Sevilla, Pamplona, Zaragoza, nos movimos mucho. Después en México DF también hice varias charlas y firmas en lugares, incluso hacer firmas en una librería, así que sí, está pasando, por supuesto, en el mundo en español, está empezando a pasar, siempre a propósito de algo. En Montevideo es a propósito del estreno de la obra de Leonel en el Solís.
De hecho, las actividades aquí ya empezaron, porque desde hace unos días empezó en Cinemateca el ciclo de películas que elegiste.
Al principio pensábamos que había que elegir películas que tuviera Cinemateca o que Cinemateca pudiera conseguir con relativa facilidad. Entonces yo pensaba un ciclo más corto, a lo mejor de películas solamente de vampiros, oscuras, y después dije no, de todo este material, más allá de que claramente podés aislar cosas, elegir de las películas que están disponibles mis favoritas, y así también podía hacer una selección más amplia. Entonces puede tener Ven y mira, de Klimov, que es como una súper obra del cine soviético, pero también algo súper pop como el Drácula de Coppola. O Las noches salvajes, que es una película queer francesa de los años del sida. Hice como una especie de cosmovisión de todo lo que a mí me interesa.
Cuando vi la lista me quedé pensando en que no hay películas ni muy viejas ni muy recientes. Están todas alrededor de ciertas décadas, como de cuando se forma un gusto.
Sí, es una época de formación de gusto. Creo que lo terminé reduciendo a eso. Hay películas más viejas de formación de gusto que para mí son importantísimas, tipo Rebelde sin causa, pero no soy una cinéfila que tenga demasiado interés por el cine en ese sentido. La literatura sí me interesa en ese sentido, pero el cine para mí es mucho más una compañía que algo... Entonces las películas más viejas las miro como estudiosa, pero si quiero ofrecer un ciclo de cine con las cosas que a mí me interesan, eso no va a estar.
Hablando de gustos y de gustos intensos: no sé si lo seguí en desorden, pero hace poco habías dicho que nunca querrías entrevistar a Nick Cave, porque no querías que te decepcionara. Pero luego, hace unos días, lo hiciste.
No quería para nada. Me estuve negando un mes y medio, más o menos, porque me maltrataron muchos artistas en mis años de periodista. No quería que me maltratara porque me gusta mucho, soy muy fan y son muy importantes para para mí sus discos y no quería tener esa experiencia innecesaria. Es trabajo, finalmente, entonces es una cosa que uno puede evitar. Me acuerdo de que casi por casualidad leí en esa newsletter que tiene, The Red Hand Files, que él hablaba de conocer a la gente que uno admira y entender que finalmente son gente. No sé si estoy tan de acuerdo con lo que él dice ahí, pero más allá de que no es muy importante que esté de acuerdo o no, fue como que me convencí, o sea, dije “claro, a este hombre también le pasa”. Lo que él decía es, está bien, no es la muerte de nadie, o sea, lo que vos entrevistás es una persona y la podés agarrar en un mal día, y además si uno está realmente convencido de que lo que a uno lo toca es el arte y no la persona que lo hace, que la persona que lo hace puede ser una persona desagradable, tiene que relajarse con eso. Entonces leí eso y dije “esto es una señal rara”, y ahí dije que sí, y salió todo bien.
¿Quién te insistía?
La gente de prensa de la discográfica. Creo que dieron dos notas para Sudamérica. Había dos cupos, uno obviamente para México o Brasil –siempre el primer cupo de un artista importante es México-Brasil, porque son los dos grandes mercados y porque son los países que todavía funcionan, en general–, y había uno más, entonces la persona de prensa de América Latina, que es argentino, estaba como “tenés que hacerlo vos, tenés que hacerlo vos, tenés que hacerlo vos”. Aparte, me decía “allá te conocen, o sea, Nick no, pero le va a sonar tu nombre, y te conoce la gente de prensa de allá porque sos escritora, estás traducida”, y yo “no, no, no”. Él me siguió insistiendo, nunca paró y finalmente le dije que sí.
Hace poco también editaste en Chile un libro sobre músicos, Porque demasiado no es suficiente: mi historia de amor con Suede, una banda con la que también tenés una relación larga pero menos conflictiva.
Sí, en otro sentido quizás. Es más adolescente, menos seria. Las relaciones de fan son muy asimétricas, entonces siempre implica una cosa tensa y tonta. Es incómodo, no es nada cool. Y me parece bien, es parte del asunto. Es bueno para mí tener esos entusiasmos que no son cool.
A veces desde afuera esas obsesiones o entusiasmos pueden llamar la atención. Por ejemplo, Andrés Calamaro, cuando estaba fijado con Bob Dylan. Por qué quería ser como Dylan si él ya es Calamaro, pensaba.
Yo vivo así. Tengo una obsesión de esas por semana. Creo que hay algo del temperamento artístico que es un poco así también, no todo, que tiene que ver con la obsesión, porque si no, no tenés la disciplina ni las ganas ni nada de hacer ciertas cosas. Entonces a veces te obsesionás mucho con la obra de otro y a partir de ahí eso te influencia. Yo siempre digo, los escritores más importantes para mí yo los puedo nombrar, pero en realidad lo más importante con relación a la escritura es cuando leo algo y me dan ganas de escribir no necesariamente como esa persona, o sea, del estilo como el de esa persona.
Y, por ejemplo, creo que si uno escucha a Calamaro y a Dylan no tienen nada que ver, su música, Calamaro no tiene ni una canción acústica, creo, y no hace tanto blues como en el último tiempo hace Dylan. Lo de la obsesión de Calamaro es con un tipo de producción, o sea, primero con un look, después con un tipo de output, o sea, de cantidad de cosas que saca Dylan y él también, lo de tener como esa cosa súper prolífica, lo de tratar de ser una persona como díscola y misteriosa, que creo que a Dylan le sale mejor porque es naturalmente así y Andrés es una persona que le gusta socializar, entonces ahí le cuesta. Pero quiero decir, lo que te pasa a veces es que ves un artista y ese artista te ilumina partes del cerebro y decís “quiero hacer esto”, aunque no necesariamente igual, sino que te estimula para hacer lo tuyo, como una especie de faro, no que quiera uno repetir, sino que quiera ir por ahí. Creo que a muchos artistas les pasa eso, como que se obsesionan con alguien, después no necesariamente lo que hacen tiene que ver con eso.
Charly García, por ejemplo, es un tipo que está muy obsesionado con los Rolling Stones. Como yo soy fan me doy cuenta. Creo que los últimos discos incluso los produjo con un productor de los Stones. Y a veces contesta cosas igual que las que contestaba Jagger en conferencias de prensa históricas. Pero lo que hace García no tiene nada que ver con lo que hacen los Rolling Stones.
¿Qué pensás entonces de Ratones Paranoicos?
Te diría que es una de las bandas argentinas que más me gustan. Lo hacen bien. Si lo hicieran mal o de alguna manera cutre... Aparte tienen bastante más de punk que los Stones. Sus dos primeros discos son buenísimos. Después los dejé de escuchar, pero esos primeros discos me gustan mucho.
Vas a tener una charla con Gabriela Escobar. ¿Leíste Si las cosas fuesen como son?
Sí, la leí. Por eso cuando me preguntaron con quién, pregunté a ver si Gabriela tenía ganas, porque me gustó mucho su novela. No la conozco a ella, así que me parecía que está bueno tener una charla con otra escritora y con una escritora que me gustó lo que hizo y que no conozco; es un buen momento para intercambiar.
Espectro Enriquez. Para más información y para anotarse en las actividades, https://ladiaria.com.uy/short/U/3330/
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