Se cumplen tres cuartos de siglo de la famosa Batalla de Berlín, cuando el ejército rojo irrumpió en la capital alemana y forzó la rendición del gobierno de Adolf Hitler. Para conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial, Cinemateca trae hasta el 24 de setiembre “un puñado de films rusos” de la productora soviética Mosfilm.

Mosfilm no sólo reunió a los directores más destacados del cine soviético, como Sergéi Eisenstein o Andréi Tarkovsky, sino que también fue, y continúa siendo, un pilar importantísimo para la producción de material histórico, en gran parte de carácter bélico, sobre la idiosincrasia de un territorio que ya no existe como tal pero marcó la historia mundial del siglo XX.

Este año, además, se cumplen 100 años de su fundación. Mosfilm tiene cerca de 2.500 títulos producidos y conserva en su catálogo películas como El acorazado Potemkin, Octubre e Iván el terrible, que se destacan por haber sido parte de lo que hoy se conoce en el cine como “la teoría soviética”, porque no son sólo una representación de otro mundo, de otras costumbres o el retrato de un drama nacional, sino que implicaron una nueva forma del lenguaje y de entender el cine como pieza de estudio.

Hoy, sábado, se proyecta Ven y mira (1985), de Elem Klimov, una de las películas bélicas más duras: es la historia de un niño que se une a la resistencia soviética contra las fuerzas alemanas mientras se adentra en la locura. El propio director asegura que no colocó en el corte final todas las escenas que tenía grabadas porque de hacerlo ni él podría haber visto la película. Si bien se da en un contexto bélico, el film explora otras formas de control a los civiles en campos de batalla. Como su título lo indica, es una película sobre la observación, sobre lo que genera ver algo y ser visto bajo circunstancias violentas, y la observación cuando ya la cabeza sólo puede escapar y empezamos a crear una realidad que no existe pero nos protege.

En este sentido, Ven y mira es una película de guerra pero también un cuento de hadas, ya que el carácter delirante del personaje destrozado por la guerra se transforma en hermosas escenas de juego y amor que transcurren en los bosques cerca de las trincheras. En esta película se está siempre mirando lo que el protagonista mira desde su perspectiva y desde su subjetividad. La expresividad de la emoción es el centro del relato, que busca la inmersión del espectador en una realidad cruda vivida desde dentro.

El domingo 20 y el lunes 21 se podrá ver Tigre blanco (2012), de Karén Shajnazárov; el miércoles 23, El camino a Berlín (2015), de Sergéi Popov; y el jueves 24, Estrella (2002), Nikolái Lebeden.