El estreno de El Eternauta hizo que se volviera a conversar acerca de las adaptaciones, esas historias que se cuentan en un medio diferente del que originalmente fueron concebidas. Hay una necesidad obligada de traducir el lenguaje, pero también una apropiación de parte de los nuevos “conductores”, quienes dentro de lo posible mantienen el espíritu de la original. Ahora, ¿qué pasa con las remakes?
En el caso de las películas o series que vuelven a filmarse, la movida suele responder a las ganas de tener una versión más adecuada a los tiempos que corren, o a un país (o mercado) diferente. Y dado que Encerrado (Locked) es la remake de 4x4, una película argentina de 2019, todo indica que la razón de su existencia es más la segunda que la primera.
La historia, creada por la dupla de Mariano Cohn y Gastón Duprat (y disponible en Disney+), tenía a Peter Lanzani en el papel de un ladronzuelo que entraba a un vehículo de alta gama con la intención de robarle la radio y todo lo que encontrara dentro, pero terminaba encerrado y a merced del dueño del auto, Enrique Ferrari, interpretado en voz y luego en cuerpo por Dady Brieva. Luis Brandoni, destacado en la fotografía que nos muestra la mencionada aplicación antes de dar play, tiene un pequeño papel sobre el final.
Esta versión que acaba de llegar al cine tiene a Bill Skarsgård (el payaso Pennywise) como el amigo de lo ajeno y a Anthony Hopkins (el caníbal Lecter) como el hombre que pone la propiedad privada por encima de la vida humana.
Desde el comienzo queda claro el cambio de enfoque. El Ciro que interpretaba Lanzani no solamente tenía todos los estereotipos visuales del villero argentino, sino que en el primer minuto lo veíamos relojeando autos hasta encontrar a la presa que se convertiría en jaula. Eddie, en la nueva, tiene varios minutos para mostrarnos que él es bueno, que necesita el dinero para recuperar su vehículo de trabajo, y que, más allá de que ha cometido pecadillos en el pasado, está luchando por enderezar su vida. El público debe convencerse de que no se merece las torturas y la muerte, porque (plot twist) nadie las merece.
Este granuja con corazón de oro además habla en voz alta (“Debe haber algo acá que pueda vender”) y no comete el acto vandálico de su predecesor argentino, que meaba el asiento de atrás del coche. Es, en definitiva, mucho más redimible para un público que necesita que le expliquen lo que ocurre.
Después de unos pocos segundos, Eddie decide marcharse. Es ese el momento en el que descubre que todas las puertas del auto están cerradas y que el blindaje de la carrocería hace imposible el escape. Para peor, una llamada telefónica de William (Hopkins) le advierte que todo eso fue planificado después de haberse cansado de los robos. Un detalle genial es que William tomó la determinación de convertir su vehículo en trampa después de seis robos, mientras que el personaje de Brieva había sido robado 28 veces (mucho menos paciente el anglosajón).
El director David Yarovesky (Brightburn: hijo de la oscuridad) no es tan efectivo como Cohn (director de la original) a la hora de transmitir la claustrofobia que experimenta el protagonista conforme se estira el encierro. Quizás sea porque utiliza lentes que muestran el interior del auto de forma más amplia, o incluso por alguna decisión narrativa del guionista Michael Arlen Ross, difícil de entender, como la de que Eddie despierte con sus heridas curadas y vendadas (el auto argentino no se abría bajo ningún concepto hasta bien entrada la cinta).
No quiero excederme en las comparaciones, pero Encerrado no parece mejorar en casi nada a su predecesora, que era mucho más gráfica en la forma de retratar los cambios en el cuerpo de Ciro conforme pasaban las horas y los días. Quizás el punto flaco de aquella era su antagonista misterioso, el “justiciero” (en su mente, claro) que interpretaba Brieva. Aquí William es un sádico que, mediante el uso de descargas eléctricas en los asientos, busca más la dominación que su castigo (su voz recuerda a la del simbionte en la trilogía de Venom, aunque tal vez solamente sea porque ambos conversan con “Eddie”).
A la hora de las innovaciones tecnológicas, en la era de los automóviles con piloto automático, tiene sentido que este pueda ser manejado a control remoto, y convierta al pillo en testigo de potenciales tragedias. Todo eso antes del enfrentamiento cara a cara con su torturador, que resulta satisfactorio dentro del tembloroso verosímil que veníamos experimentando.
En resumidas cuentas, esta remake juega más a lo seguro, a los grises morales, con conversaciones en las que Eddie cita a Dostoievski y William le dice que el comunismo falló. 4x4 era más cabeza, con gente gritando “¡A los chorros hay que matarlos a todos!” en medio de una explosión mediática. Como si la película argentina fuera un móvil de Crónica y la nueva un programa de TN. Ambas, justamente, como para mirar en televisión.
Encerrado. 95 minutos. En cines.